Le temblaban las piernas. En parte era por miedo, cómo no con esa montaña comparada con él delante suya; en parte porque no iban a sorportar por mucho más su propio peso. Un individuo al que le has tenido miedo toda tu corta vida, que hace que te sientes como si plantearan asesinarte como solo referirse a ti... Y días sin comer, en un hambruna no por falta de comida en la casa, sino por las otras personas que vivían en ella... ¿Sabes cuando el miedo te invade por muchas veces que tu cabeza razone que no debes tenerle miedo? ¿Sabes cuando sientes que no puedes hacer nada para evitarlo? ¿Sabes cuando no quieres dejar de vivir pero estás convencido de que te lo mereces porque eso es verdad? ¿Sabes cuando aún así quieres y estás desesperado por vivir? Era terrorífico. Primero empezaban las piernas temblando por el miedo, poco después sucumbían y te hacían caerte al suelo, normalmente hacia atrás, y aterrizar de culo con un golpe seco y doloroso, aunque no notarías la diferencia con el dolor que ya tendría de los anteriores golpes y palizas. La mente, tu propia mente, se pondría en pánico. Por un lado, no te dejaría pensar claramente, estarías demasiado desesperado como para ello. Por otro lado, intentaría subconscientemente encontrar una salida a la situación. No mucho después, tu mente se daría cuenta d que no hay ninguna. Seguramente oirías voces, unas voces horrorosamente familiares que te han estado atormentando toda tu vida y que en ese momento te parecerían que hablaban más alto que nunca antes. Serían insultos, adjetivos despectivos y negativas palabras dirigidas a ti con odio, desprecio y disgusto. Probablemente, esto ya te había pasado antes, pero seguiría siendo igualmente terrorífico. Te seguirían pegando, animados por tus propios gritos que no sabías que estabas produciendo. Tu propia voz en algún momento se quebraría, cada vez más afónica e inservible hasta que ya no pudieras gritar más. Sentirías que ibas a morir, él se sentía que iba a morir. Era un presentimiento, algo evidente con lo que le estaban haciendo. Por un lado, morir a lo mejor no era tan malo, podía llegar a ser una idea que pudiera darle calma. Solo sería dejar de respirar, dejar de latirte el corazón y simplemente cerrar los ojos. Sin respirar, sin esos gritos, sin esos insultos, sin esas voces, sin ese dolor, sin esos golpes, sin esas personas... Era un intercambio razonable a cambio de no saber lo que pasaría exactamente después de dormir, incertidumbre a cambio de que todo eso parara. Por otro lado, no quería morir. Era un sentimiento, un instinto tan primitivo e inscrito en la naturaleza humana que no se podía librar él. Eso le desesperaba aún más. Se merecía lo que le estaban haciendo. Era un fenómeno, un rarito, un anormal que no se merecía vivir. No tenía nombre, no lo sabía y tampoco se lo habían dicho, aunque tampoco se merecía uno. Un fenómeno como él no tenía ni necesitaba un nombre. Así que se merecía ese sufrimiento, pero la pregunta era ¿por qué todavía tenía ese sentimiento de no quererlo? Lo merecía, lo merecía, LO MERECÍA ¡LO MERECÍA! ¡¿POR QUÉ SEGUÍA QUERIENDO VIVIR Y QUE ACABARA ESE DOLOR DE OTRA FORMA QUE NO FUERA SU MUERTE?! No era lógico. ¡Él no era lógico!Entre dolor, sangre, pitidos en los oídos y las personas que le atacaban llédose y dejándolo ahí tirado en un armario sucio y oscuro debajo de las escaleras que era su cuarto, los gritos en su cabeza sonaban aún más alto. ¿Por qué? ¿Por qué era aún más un asco de persona- no, COSA- y no aceptaba lo que se merecía? Pero ya daba igual, ¿no? Iba a morir, esta vez iba a morir de verdad. Ya sea por el hambre, por la sed, por el derramamiento de sangre o por una combinación de todas esas cosas. Pero sentía que iba a morir, lo podía no en sus respiraciones cada vez más lentas y en su ralentizado corazón. No había sido una vida buena, nunca había sentido alegría excepto aquella vez que pudo probar el chocolate por el descuido de las otras personas en la casa y por las migajas de las chocolatinas. No podía decir que hubiera sonreído alguna vez y mucho menos reído a menos que sea de histeria, lo cual solo le ganaba más golpes y tiempo sin comer. Tampoco podía decir que hubiera podido probar lo que era el agua caliente a menos que fuera para fregar los platos. Pero no quería morir. No quería y la desesperación era aún más mayor conforme iban pasando los segundos. ¿Pero qué podía hacer? Aunque a lo mejor, solo a lo mejor, podría librarse de ese fin por esa vez...
ESTÁS LEYENDO
Chaos Reborn
FanfictionCuando mueres, mueres. Así de simple. O al menos ese es el caso de la mayoría. Él siempre había sido una excepción. Morir, vivir o cualquier otro estado parecido parecía no importarle a su suerte. Porque ya era la segunda vez que murió. Y la segunda...