-Llegué a casa de Nessa Jones Gustoc, mi mejor amiga desde que tengo uso de razón. Recuerdo que su madre y la mía se llevaban muy muy bien y su padre siempre fue como el mío. Nuestras familias eran muy unidas, siempre estábamos juntos. Concorde a mi memoria podría recordar que las navidades las pasábamos en Dallas (Texas), pues allí vivían mis abuelos y la semana santa que es una fiesta muy honrada en España la pasábamos en Sevilla con sus abuelos, siempre que íbamos nos contaban una y otra vez porqué se mudaron a España.-
-Ey, Dallen, ¿qué pasa?- preguntó Nessa
-No te lo vas a creer, mi madre es un monstruo , la odio mucho.- contesté con lágrimas en los ojos.
-Dallen pequeña, ¿qué pasó? -
-Le conté todo lo pasado, hasta que escuchamos la puerta abrirse y allí vi a mi madre con la señora Jones.-
-Hija yo...- no la deje terminar y me abracé a la señora Jones intentando que mi llanto no saliese por completo.
-¡No! No quiero saber nada más de ti.- comenté con rabia.
-Pero hija yo no...-
-¡HE DICHO QUE NO QUIERO SABER NADA MÁS DE TI!- noté como el aire empezaba a faltarme, y mi pulso se aceleraba por momentos, mi respiración se agitaba mientras mis piernas comenzaban a temblar. Todo empezaba a darme vueltas y notaba como si me fuese a morir. Necesitaba ir a mi casa. Salí corriendo de la casa hasta llegar a la mía. Entre rápido y subí a mi cuarto, cogí aquel metal dañino y la foto de mi padre, entre al baño y ahí me encerré.
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...Nessa...
-salí tras ella, sabía perfectamente lo que quería hacer, pero esta vez no se lo permitiría. Llegué a la casa y subí a su cuarto, busqué por todas partes pero no la encontraba, no encontraba aquella cuchilla. Decidí ir al baño, pues sabía que ella se encontraría ahí.-
-Dallen, abre por favor.- supliqué con miedo de haber llegado tarde.
-No contestaba nadie y la puerta estaba atrancada, empecé a imaginar lo peor.-
-Dallen, por favor abre, saldremos de esta te lo prometo, sal no me hagas esto.- le rogué que abriese pero no había respuestas de su parte.
-Le pegué a la puerta lo más fuerte que pude y logré abrirla. La encontré tirada en el suelo con sus muñecas ensangrentadas.-
-¡Pequeña! no no no no no tú no, pequeña estás a salvo, ¿sí?, ya va a pasar, ya corazón ya.- la abracé rogando que se quedará conmigo...-