Presentación 12 - El profesor

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La cámara se sacudió mientras intentaban encuadrar el lente en cuanto habían conseguido detener a su última víctima. El profesor permaneció de pie, con los brazos cruzados y un pie tamborileando impaciente en el piso.

—Muy bien, Sid y Nancy, tienen exactamente... —dijo el profesor, dando un vistazo rápido a su reloj—... Un minuto de mi tiempo. Úsenlo sabiamente porque no doy segundas oportunidades.

—Podría empezar diciéndonos su nombre, y... —comenzó a decir Gaia tan sólo para ser inmediatamente interrumpida por el profesor.

—¡Mi nombre! Demasiado sofisticado para que simples mortales intenten pronunciarlo —dijo él con clara condescendencia y superioridad—. ¡Ansgar Shadenfreude! Y a quien me diga "¡salud!" le doy un zape. No crean que no sé cómo me llaman a mis espaldas, pero por suerte para ustedes, también puedo ser benevolente, y por suerte para mí, como profesor de Educación Física, puedo desquitarme en clase sin que nadie me cuestione. ¿Algo más? Les quedan treinta segundos.

—Sobre... —Gaia intentó hablar nuevamente, y el profesor señaló su reloj, metiéndole cada vez más prisa con la intención de sacarla de balance.

—Tic-tac, tic-tac, el tiempo corre.

—Sobre su papel en el baile...

—¡Todo un papelazo! —exclamó el profesor sin dejarle terminar su frase—. Como si no tuviera nada mejor que hacer que ser niñera de un grupo de adolescentes para mantenerlos a raya y evitar que se dejen llevar por algún impulso de estupidez, cosa que varios de ustedes parecen tener un talento especial para ello sin proponérselo. Pero ¿qué se le va a hacer? Son decisiones que se toman de última hora ante circunstancias inesperadas. Por mi parte, cumpliré la tarea impuesta, no por vocación, sino por la posibilidad de que alguno de ustedes, cabezas de alcornoque, transgreda una de las reglas y me dé el infinito placer de castigarlo. —Una sonrisa sádica se dibujó en su rostro—. Sólo por eso no puedo esperar.

—Pero... —intentó decir Gaia y el profesor volvió a interrumpirla, moviendo el dedo a modo de negación.

—¡Uh, uh, uh, uh! Su tiempo ya pasó. Que no digan que no cumplo mis promesas... y amenazas. —Con el mismo dedo señaló entonces a los dos y simuló disparar una pistola invisible, para a continuación reír y darse la vuelta—. Hasta la fiesta. Tengo ahora cosas más importantes que atender, como descubrir quién de ustedes, granujas, tuvo la brillante idea de dibujar obscenidades en el auditorio.

Caminó por el pasillo exterior del edificio mientras la cámara seguía detrás de él, sacudiendo la imagen hasta que de pronto él se detuvo y volteó una última vez, señalando a la cámara a modo de advertencia.

—Y si llego a encontrar alguna conexión con el grafiti que apareció en mi oficina el otro día... —añadió el profesor, cambiando de dedo y pasando ahora el pulgar por su garganta, simulando un corte junto con un sonido gutural.

El fundido a negro dio por terminadas las grabaciones.

...E inició la pesadilla.

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