III: Amando a la muerte

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Por otro lado, Aioria se apresuraba para buscar a su amigo, la noticia había sido demasiado impactante para el, y era mejor que su compañero se enterará cuanto antes para mí hacerse ilusiones.

Hace unas horas...

—¿Que? ¿Como es posible?—Aioria aún no podía creer que el príncipe estaba muerto.

—yo también quiero creer que esto no es verdad... No sabes cuánto amaba a mi hermano.— menciono Saga con melancolía.

—¿Como paso?—

—El día que partieron... Camus derrepente se desmayó... Creímos que era por la tristeza de ver a Milo marcharse. Pero cuando llamamos al médico imperial nos dijo que a Camus solo le quedaba unos pocos días de vida. Pues tenía una enfermedad bastante desconocida... Los días pasaron y Camus había empeorado... Una semana después Camus empeoró y mientras mi padre y yo íbamos en busca del médico... Camus murió.—

—Yo no lo sabía... Pero nosotros partimos hace más de un año ¿Como nunca lo dijeron? Podían enviar al menos una carta.—

—Mi padre considero que si Milo se enteraba de esa noticia.... No podría concentrarse en el campo de batalla, por eso lo mantuvo en secreto hasta que obtuvieran la victoria.—

—No puede ser... Milo debe saber esto cuanto antes... Disculpeme príncipe Saga, pero debo irme.—

De esa forma Aioria corrió por el palacio en busca de su amigo, era mejor que ese se enterara de la verdad antes de que un golpe de desilusión lo llenara de tristeza al seguir guardando sentimientos de amor por alguien que ya estaba muerto.

—¿Donde te metiste Milo?— Busco por todo el pasillo pero no había señal alguna. Hasta que una fría brisa recorrió su cuerpo que le dio escalofríos.— Que raro... Se supone que estamos en primavera.—

Y era verdad, el clima griego no conocía lo que era nieve o frío en una época tan cálida. Por lo que para Aioria se le hizo bastante raro.

Sintió que la brisa se intensificaba, por lo que Aioria se abrazó a si mismo. Pero cuando se fijó mejor, aquella brisa venía de un solo lugar. Así que su curiosidad fue más fuerte y avanzó hasta donde provenía esa brisa helada. Y grande fue su sorpresa que provenía de la habitación que habitaba en su vida el príncipe Camus.

A un paso lento avanzó y a cada paso que daba a sentía que su cuerpo se tensaba e incluso sus piernas temblaban y no era por el frío que provenía del lugar, sino porque sentía que algo malo pasaba. Al llegar al lugar abrió ligeramente las puertas, y noto algo que realmente lo paralizó y heló la sangre.

Su querido amigo estaba recostado en la cama mientras sobre el, estaba un esqueleto de  cabellera rojiza, el cual lo besaba. Su respiración se aceleró, quiso escapar pero sus piernas no querían moverse.

No fue hasta que el esqueleto lo miro fijamente y dónde se suponía que iban los ojos, miro unas cuencas vacías llenarse de fuego y luego un grito tan alarmante que hizo que cayera hacia atrás y entumeciera su oido.

—Ayuda!— como pudo Aioria corrió tan rápido como pudo. Gritando a todo pulmón, buscando donde sea ayuda y esperaba que sus gritos fueran escuchados.

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—Que sucede Camus?— pregunto con dulzura aquel guerrero. Acariciando las mejillas de su amado, al ver que el menor mantuvo la mirada fija en la puerta.

Pues a pesar de que Aioria haya visto a la misma muerte, para Milo no fue más que un segundo en que su príncipe se distrajo.

—No ocurre nada Milo...— Camus volvió a besar a su pareja.  

Las horas pasaron y entre besos y caricias ambos amantes pasaron el tiempo. No les importaba nada y sus pensamientos estaban enfrascados uno con el otro. No existía nada más que ellos dos.

Ambos hablaron de muchos temas, sobretodo contaron lo que habían vivido durante ese año que no estuvieron juntos. Camus llenaba de amor a Milo. Pues sería la última vez que lo haría.

Pero Camus pronto sintió un dolor en su corazón, lo que anunciaba que el amanecer se acercaba en solo unas cuantas horas. Por lo que era necesario que el también le confesara sus sentimientos.—Milo ¿En verdad me amas?—

—Creo que no es necesario explicarlo o nisiquiera podría describir el amor que siento por ti... Camus... tu eres mi todo, tanto que por ti daría mi vida.—

Los ojos del menor se llenaron de lágrimas, las palabras de Milo eran sinceras y eso le hacia feliz. Sin duda su alma se sintió iluminada, había valido la pena regresar del más allá por ver y escuchar a su amado.

—¿Me seguirías aún si fuera al fin del mundo?—

—Cualquier lugar es el mismo paraíso si estoy contigo. Te seguiré hasta en la muerte.—

A pesar de que Camus quería dejar de llorar no podía evitarlo. Las palabras de su amado había sellado su alma.

Esas palabras fueron suficientes para que Camus se desvaneciera entre brillos de estrellas y Milo a pesar de que veía lo que pasaba, su mente estaba en blanco, sus ojos se cerraban poco a poco y pronto cayó en un profundo sueño.

Even in death I will love you [MiloxCamus]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora