CAPÍTULO 2

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LOS OJOS DE LA MUÑECA.
CAPITULO 2
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La vida en el orfanato fue avanzando, niños morían por enfermedades, otros tenían la bienaventuranza de que alguien los adoptará y algunos preferían dejar el orfanato para encontrar su propio camino, dejando a la religiosa y a su administradora observar como cada uno de ellos crecía. Sin embargo, con el pasar de los años, las cosas no eran como se pensaban, la pequeña Candy fue creciendo alegre y vivaz al igual que todos los niños del hogar de Ponny, sin preferencias algunas. Aunque la hermana Lane muy al contrario, quería tener todo el tiempo dispuesto para la pequeña, cuya muñeca la acompañaba donde quiera que ella estuviera.

El orfanato de algún modo fue surgiendo entre la miseria, como si desde el día que esas niñas llegaron al lugar por providencia también se hubieran abierto las puertas del cielo para ellos. Cada domingo de mes, se organizaba una pequeña misa en donde los niños vestían las mejores ropas para poder lucirle a alguna pareja que ese día fuese a buscar a algún niño para formar parte de su familia.

Sin embargo, de todos los niños, la pequeña Candy era la única que no tenía la misma idea. Ella quería quedarse con ellos, en especial con la hermana Lane, quien según la pequeña, era como una madre.

—¡Auch! —Grita Candy al sentir como la hermana Lane le tiraba del pelo para hacerle coletas.

—Lo siento Candy, es que estoy tan ansiosa. Quizás hoy alguna buena persona quiera adoptarte.

—No quiero que nadie me lleve... quiero quedarme contigo, eres mi mamá —Dice la pequeña aferrando a esa pequeña muñeca de trapo a su pecho —Ademas, mi muñeca me dice que tú eres la única que puede cuidarme.

—¿Y cuidarte de que?

—De la gente malvada y mentirosa, hasta que llegue el momento en el que la persona indicada venga por mi y te premie por cuidarme todo este tiempo... me lo dice la muñeca todo el tiempo —Esas palabras eran confusas, quizás eran solo invenciones de la imaginación de una niña.

—Lista —Dice la religiosa admirando a la pequeña Candy de tiernos siete años, esos ojazos verdes. De todos los niños en el orfanato, Candy sin duda es de las más bellas, esperaba que alguien la adoptará ese día —Dame la mano, los demás están en la capilla.

Sin soltar a la muñeca, Candy se va con la hermana Lane, todos estaban aguardando por ellas, ya había una docena de parejas aguardando para descubrir a los niños que ese día se habían puesto sus mejores galas para impresionar. Candy como siempre estaba junto con Annie, eran mejores amigas como si el día en el que fueron encontradas sus corazones se sincronizaron.

Ellas dos eran el centro de atracción para el montón de padres que querían una hija, Annie anhelaba una familia, cosa contraria a Candy.

—Solo miralas, Lane —Dice sonriendo la señorita Ponny a las pequeñas mientras bromeaban entre ellas y los niños —Quizas está tarde quieran llevarse a alguna de ellas.

—Candy se niega a irse. Hoy me lo dijo, porque según... la muñeca, se lo dice.

—¿La muñeca? —Dice confusa la mujer —Debe ser una broma.

—La manera como lo decía era tan veridica... pero pienso que a veces son cosas de niños —Dice la religiosa mirando a las niñas, desvía la mirada hacia Tom, ese día debía partir y su nuevo padre había ido a recogerlo. El señor Stevenson era un ranchero con pensamientos firmes de que los niños necesitan disciplina, y aunque Tom era un niño bueno y obediente no dejaba de ser buscapleitos.

—¡Thomas! —Llama el hombre al pequeño, quien estaba entretenido con Candy y Annie —¡Thomas!

—¿Qué? —Dice el chico sin mirar al hombre, este se encamina hacia él y le da un fuerte tirón de orejas.

LOS OJOS DE LA MUÑECADonde viven las historias. Descúbrelo ahora