Tara.
5 años después...
Desperté antes de que sonara mi alarma, en realidad, no estaba segura por qué la seguía programando, mi cuerpo y mi mente estaban acostumbrados a levantarse a la misma hora y entrenar.
Eso no solo me ayudaba a drenar mis emociones, sino que, me mantenía concentrada.
Me puse de pie, me vestí con mi ropa de deporte y me hice una cola alta.
Entré al baño, cepillé mis dientes y lavé mi cara. Me coloqué los audífonos y salí de mi departamento.
Caramelos de Cianuro, eran los encargados de ponerle música a mi mañana, sentía que, algo importante, iba a suceder hoy y quería estar preparada.
Anoche, antes de entregar mi guardia, el jefe me había dicho que hoy debíamos reunirnos a primera hora. Supongo que, al fin, había conseguido un compañero para mí.
Me había esforzado para ser una de las mejores detectives de mi unidad, a veces, los casos se ponían aburridos y tener una pareja aliviaría mi trabajo.
Aunque, debía admitir que me ponía nerviosa, conocer a esa persona con la que pasaría gran parte de mi tiempo.
Adoraba trotar.
Era algo que solía hacer con mi padre, quien también fue un gran detective.
De hecho, mis padres eran la razón principal por la que deseé convertirme en policía. Les debía algo y no descansaría hasta obtenerlo.
Aceleré mi paso y resistí el ardor en mis pulmones, necesitaba sentir que estaba viva y que cada aliento que daba, era para conseguir esa verdad que merecíamos mi hermano y yo.
Regresé a mi departamento y puse a hacer café.
Me desnudé y entré al baño.
Odiaba lavar mi cabello a diario, pero era necesario después de trotar cada mañana.
Salí y me vestí con un jean, una franela y una chaqueta, todos en una gama de colores neutros.
Me calcé mis botines sin tacón y tomé una cola, esa la usaría más tarde.
Llené mi taza de café y me fui a la oficina del jefe.
Nunca fue mi intención dar una vibra de chica ruda, pero resulta que, cuando te rompen el corazón, lo que menos deseas es ser la niña tierna del lugar.
Así que, en lugar de comprarme un auto, me hice dueña de una moto de alto cilindraje.
Me gustaba por varios motivos, el más importante, porque llegaba más rápido a todos lados y en este trabajo, eso era vital.
Entré al estacionamiento de la unidad y subí al piso 3, allí quedaba la unidad de casos especiales.
Era una nueva unidad, una donde solo la élite de la policía la conformaba.
Paul, era especialista en tecnología.
Joe, era un experto leyendo el lenguaje corporal de las personas y también tenía un postgrado en psicología.
Sam, que era un completo fastidio, pero era muy intuitivo y tenía una forma especial de conectarse con las personas.
Por último, estaba yo, tenía lo mejor de cada uno. Excepto, la empatía o la cordialidad, esa se las dejaba a ellos.
Y claro, el jefe: Gregory Moreno.
Me detuve en su puerta y di un par de toques.
—Pasa —contestó a secas.
Tomé una bocanada de aire y entré.
El jefe estaba donde siempre, detrás de su escritorio, con sus lentes puestos, leyendo algún informe.
—No te quedes allí, siéntate.
—Jefe. —Pasé mis manos por el pantalón, pocas veces me había puesto nerviosa, daba la casualidad que siempre habían sido con el jefe.
—Tara, de mi unidad eres la única que todavía no le he asignado un compañero.
—Ajá —balbuceé queriendo llegar al punto.
—Pues, he encontrado a la persona ideal para ti.
—¿Lo conozco?
—Tal vez, estuvo en la academia contigo.
—Jefe, diga cómo se llama.
—Liam Moreno.
Mis latidos se detuvieron al escuchar la voz del cretino que rompió mi corazón.
Me giré lentamente y quedé frente a Liam.
Algunas veces, cuando el clima estaba frío o lluvioso, me permitía imaginar cómo se vería en la actualidad.
Resulta que, no estaba ni cerca de hacerle justicia.
Cerré mis ojos deseando no haber pedido jamás un compañero de trabajo.
—Presumo que se conocen —comentó el jefe.
Abrí los ojos.
—No, jamás lo había visto en mi vida —declaré. Me di la vuelta y observé al jefe—. Señor, cuando le dije que deseaba un compañero, hablaba de una chica que estudió conmigo en la academia y...
—Leí los informes que me dejaste —me interrumpió el jefe—. Pero, Liam, tiene un boleto dorado.
—¿Un boleto dorado? —cuestioné cruzándome de brazos.
—Sí —confirmó el cucaracho.
—¿Y decidiste venir a esta unidad? —le pregunté atravesándolo con la mirada.
—Se rumora que, esta se está convirtiendo en la mejor unidad de la policía. —Liam se colocó a mi lado—. Además, tengo cosas que resolver en la ciudad.
—Señor, si eso era todo, me iré a mi escritorio, seguro hay un engendro que atrapar.
Caminé a la salida con la cabeza en alto.
—Detective, Castillo, espere.
—Diga, jefe.
—Llévate a Liam y enséñale la unidad.
—Sí, señor —mencioné con los dientes apretados.
Salí del despacho y podía sentir a Liam sobre mis talones.
—Bien, ¿por dónde comenzamos?
Me di la vuelta y lo miré fijamente.
—Puedes comenzar por el basurero, seguro se te hace un lugar familiar. En lo que a mí respecta, tengo demasiado trabajo y no deseo perder mi tiempo con una escoria como tú.
—Tara, por favor.
—¿Por favor qué? —Avancé un paso hacia él.
—Déjame explicarte lo que...
—No hagas eso —lo interrumpí—. ¿Sabes por qué trabajo en esta unidad? —Liam negó con la cabeza—. Porque trabajé duro para lograr un puesto aquí. Piensa, si realmente me hubiera interesado saber las estúpidas razones por la que me abandonaste, luego de follarme, te hubiera buscado y te hubiera preguntado, pero nunca te busque. Eso debe decirte algo.
—No hubo un día en que no pensara en ti.
—Vaya honor. —Retrocedí un paso—. Aléjate de mí.
—Eso estará difícil siendo tu compañero.
—¿Seguro que, deseas tener a una persona que te detesta cubriendo tu espalda?
Me di la vuelta y me fui a mi escritorio.
No era mentira lo que le dije, trabajé duro para ser parte de este equipo élite. Tanto, que, era la única mujer de la unidad.
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Elígeme otra vez
ActieTara Castillo, perdió a sus padres a temprana edad y de forma muy misteriosa. Eso la había motivado, a inscribirse en la academia de policías; para posteriormente ser detective e investigar la trágica muerte de sus padres. En sus planes nunca estu...