INTRODUCCIÓN

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Todo comenzó hace mucho tiempo, cuando los dioses aún podían deambular por la Tierra. Atenea y Afrodita, cansadas de la monotonía del Olimpo, le pidieron a Hécate que las llevara a su mundo de encantos y conjuros. Fue así como estas dos diosas emprendieron un viaje a través del mundo mágico, visitando diferentes países donde habitaban seres mágicos.

Desde las vastas tierras de Estados Unidos hasta la majestuosa Londres, las diosas exploraron cada rincón del planeta en busca de la magia que llenará sus días. A medida que se sumergían en la vida de Londres, Atenea y Afrodita conocieron a los hermanos Rosier, egocéntricos pero irresistibles, miembros de la prestigiosa familia de sangre pura, Los Rosier, herederos de la nobleza y poseedores de una sangre pura que los conectaba con los sagrados 28. Estos jóvenes compartieron risas y secretos con las diosas. A pesar de su egocentrismo, las diosas se enamoraron de los hermanos y pronto se encontraron viviendo relaciones sanas y llenas de amor. Sin embargo, su felicidad fue efímera, Zeus, al notar que los dioses estaban descuidando sus responsabilidades y debilitándose por los humanos, los obligó a regresar al Olimpo, prohibiéndoles volver a la Tierra.

Aunque su regreso fue forzado, las diosas no lo hicieron solas, ya que al poco tiempo, se dieron cuenta de que llevaban consigo la semilla de dos nuevas vidas. Ambas diosas Atenea y Afrodita se dieron cuenta que pronto serían madres. Ambas hicieron la promesa de proteger y amar a sus hijas con todo su ser. Cuando las niñas nacieron, se convirtieron en el centro de atención de todos los dioses. A pesar de las diferencias entre Atenea y Afrodita, decidieron criar a sus hijas juntas, como hermanas.

En cierto momento, se desató un conflicto entre Atenea y Afrodita, donde la diosa de la sabiduría emergió victoriosa mientras la diosa de la belleza sufrió una humillación. Sin embargo, al enfrentarse a circunstancias similares en el futuro, decidieron unir fuerzas, dejando de lado resentimientos para criar a sus hijas en un ambiente más favorable.

Estas dos hermosas bebés, nacidas casualmente el mismo día (16/04/1960) con solo unos minutos de diferencia, compartían similitudes y diferencias notables. Atenea y Afrodita optaron por criarlas juntas, tratándolas como si fueran hermanas.

En el Olimpo, a medida que estas encantadoras niñas crecían, no eran las primeras descendientes de los dioses que residían allí. Sin embargo, se destacaban por ser las más pequeñas y, por ende, las más protegidas. A medida que maduraban, evolucionaban, pero seguían siendo notoriamente similares y diferentes al mismo tiempo.

Si se ignoraba su apariencia física y se centraba únicamente en su personalidad, podrías pensar que eran mellizas o incluso gemelas. Compartían gestos, actitudes y hasta podían hablar al unísono si así lo deseaban. Eran amables y afectuosas, pero reservaban su confianza solo para aquellos que se ganaban su respeto. Ambas eran notoriamente desconfiadas, salvo con su familia, siendo las únicas personas en las que confiaban sin reservas.

Aunque eran semejantes en muchos aspectos, difieren en su percepción del amor. Mientras la hija de Afrodita abrazaba el amor como algo entregado y fiel, la hija de Atenea lo veía como una debilidad, algo que podía destruir. A Atenea no le gustaba esto y por eso solía decirle que "llorar no nos hace débiles, sino que nos recuerda que lo que nos hicieron nos lastimó y ese dolor nos fortalecerá". Por otro lado, Afrodita le recordaba que "el amor es algo mágico, a veces te hace la persona más feliz y otras te destruye, pero sabrás que diste todo y no te supieron valorar".

TIEMPO DESPUÉS...

Han transcurrido dieciséis años desde entonces. Las dos chicas, ahora con 16 años y algunos meses más, han crecido sin la presencia de sus padres. Aunque sabían que sus madres no eran culpables, Zeus, el principal obstáculo, les impedía visitar a sus progenitores.

A pesar de la ausencia de sus padres, Atenea y Afrodita decidieron introducir a sus hijas en el mundo de la magia. Aunque ellas mismas no tenían conocimiento sobre este arte, buscaron la ayuda de Hécate, la diosa de la magia y hechicería. Con gusto, Hécate las instruyó, y las chicas aprendieron rápidamente, dominando los hechizos con maestría. Querían hacer que sus madres se sintieran orgullosas.

Aunque las chicas no conocían muchos detalles sobre sus padres, sabían que habían cambiado con el tiempo. Además, descubrieron que tenían un tío y, posiblemente, un primo, ya que ambas diosas sabían que este hermano había sido obligado a casarse para mantener la sangre pura y que la chica estaba embarazada cuando ellas tuvieron que volver al Olimpo. Sin embargo, desconocían si los otros dos hermanos y padres de sus hijas, miembros de la familia también habían sido forzados a casarse, una incógnita que las atormentaba.

Mientras crecían, las chicas también se entrenaron en el Campamento Mestizo, perfeccionando sus habilidades de combate bajo la tutela de Ares, el dios de la guerra. Se destacan como dignas aprendices de Ares, imbatibles en la arena. En el campamento, forjaron amistades con otros semidioses, siendo especialmente cercanas a Annabeth, la hija de Atenea. Las tres se consideraban hermanas y compartían habilidades excepcionales en combate.

Esta es la historia que apenas comienza, la historia de:

ADARA MAIA CASIOPEA ROSIER (LA HIJA DE ATENEA)

Y

CASSANDRA CALIOPE BLAIR ROSIER (LA HIJA DE AFRODITA)

Semidiosas en Howarts y los MerodeadoresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora