El Destripador Japonés.

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Se rumorea que la tragedia de Londres de 1888 se repite en la actualidad, pero ahora ya no atemoriza a toda Europa, sino que a todo Japón.

Un extraño hombre vestido de negro ha asesina a cinco mujeres por eso de la media noche y hasta el momento, no se ha tenido pista alguna de la identidad de este horrible criminal.

Hasta el día de hoy...

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—¡Yo no fui! ¡Esto es un error! —Un hombre joven, de aproximadamente veinti tantos años, se encontraba sentado en medio de una sala de interrogatorios. La luz sobre él era molesta, pero eran más molestas las acusaciones estúpidas de un crimen que no había cometido—. ¡Soy inocente! ¡Exijo un abogado! ¡Esto es un gravísimo error! ¡Yo soy inocente, inocente!

—Sí, sí. Todos dicen eso. —El oficial le restó importancia y siguió con su trabajo; esposar al criminal a la mesa.

El rubio ojeroso comenzó a forcejear tratando de liberarse, pero su fuerza no era suficiente para hacerlo. Si tan solo fueran sus piernas, de un solo movimiento podría romperlas.

—En unos momentos vendrá la psicóloga para interrogarlo —comentó el hombre vestido de azul para después dirigirse a la puerta.

—¿Psicóloga? ¿No un detective o algo así? —El rubio se extrañó ante las palabras del contrario. Lo normal (por lo que le habían contado, porque por supuesto no ha pasado por eso antes —eso decía él— y no conocía los procedimientos) sería que alguien de mayor rango que el oficial lo interrogaría, pues dependiendo de sus respuestas seguía el interrogatorio psicológico.

El oficial no contestó y salió del lugar dejando al rubio en completo silencio. Unos segundos después, una mujer rubia entró con una libreta de notas, varios documentos y una pluma en mano.

—Entonces... Ehhh, Sano Manjirou, ¿verdad? —dijo la mujer leyendo los documentos.

—Mikey... —habló el rubio.

—¿Perdón? —La azabache alzó la mirada y miró al hombre sentado con confusión—. Entonces me equivoqué de sala, disculpe —dijo para después dar media vuelta dispuesta a salir del lugar.

—Lo que quería decir es que prefiero más que me digan Mikey —aclaró el "criminal".

La mujer giró la cara y después escribió en su libreta.

—Juega con la mente de su víctima —anotó ella en sus notas.

—... ¿Qué? —Mikey quedó estupefacto.

—Como sea, empecemos esto —dijo ella para después sentarse en la silla frente al rubio—. Soy la psicóloga a cargo de este caso. Lo normal sería que el detective a cargo de tu caso te interroge, pero no ha llegado y estamos escasos de personal en estos momentos para que otro lo haga, así que... —Tomó un poco de aire y después exhaló—. Ocuparé su lugar y aprovecharé para ir evaluando su estado mental. Todo lo que digas puede ser utilizado en tu contra, aunque tienes derecho a guardar silencio.

El Caso del Destripador JaponésDonde viven las historias. Descúbrelo ahora