No Nos Dejaron

610 120 29
                                    

Siempre me lancé al peligro con tal de que no termines siendo tú el afrctado, pero tú siempre seguiste tus propias reglas, nunca dejaste que nadie decidiera por ti.

Y tal vez fue mi impresión, pero en ese recuerdo que tengo en mi cabeza te veías arrepentido.

Querías vivir.

Y no te dejaron.

Hiciste cosas malas, Izana. Hicimos, en realidad, yo también tengo la culpa de algunas. Y créeme que hasta el día de hoy me llega la de no haber podido protegerte, la de no haberlo notado antes, la de haber sido tan ciego como para no darme cuenta de dónde nos habíamos metido y ya no podíamos salir.

Nos comió el lobo, Izana. Y yo siempre pensé que ese lobo eras tú, cuando realmente fuiste un conejillo de indias toda tu vida, presa de los depredadores; blanco de todos los arcos.

Vivías esquivando flechas por tu cuenta, hasta que una te dio por andar jugando con alguien.

Conmigo.

Y sé que no fue mi culpa, pero a veces se siente como si lo hubiera sido. El pesar me cae encima porque te echo de menos. Porque sigo durmiendo en esa cama que un día llegó a ser nuestra. Porque mi corazón, nuestros corazones, estaban destinados a latir juntos o a no latir.

«Te extraño, Izana. Más de lo que crees que me hubiera gustado estar vivo sin ti en el mismo mundo»

Ese día que Tenjiku nos acorraló a ambos. Recuerdo bien la mirada resignada y dolida de Koko cuando nos apuntó con esa pistola y nos dijo que nos quedemos quietos. Pero tú siempre hiciste lo que quisiste, y (aunque nunca te lo llegué a decir) era algo que me fascinaba de ti.

Kisaki apareció frente a nosotros junto a Hanma, su perrito faldero. Habían puesto a todo Tenjiku en nuestra contra y a Koko lo habían secuestrado, Mucho y Sanzu lo hicieron.

Siempre hubo cosas que no entendiste y terminaste aprendiendo por las malas, como esa noche, que tras un par de palabras y acciones terminaste con tres balazos por todo el torso y yo con uno en el hombro. Esa noche aprendiste lo que significa amar a alguien y lo que conlleva eso. Por fin entendiste por qué te seguí desde el principio y me quedé a pesar de todo.

Pero ya era demasiado tarde.

Ese día no estábamos cansados, estábamos heridos. Y tampoco estábamos riéndonos de ti o de mi, estábamos llorando por ambos, recostados en el suelo donde próximamente habían comenzado a caer copos de nieve. Ese día no fue especial, pero sí importante, porque fue cuando nos sinceramos y vimos por última vez.

Ran Haitani había llamado a la ambulancia antes de irse, y llegó a tiempo, pero solo para uno de nosotros.

Para mi.

Recuerdo haber sentido con la yema de los dedos esa luz sobre mi cabeza, que me cegaba y no me dejaba ver más allá de ella. Pero tú estabas a mi lado, como siempre lo estuviste, así que no tuve miedo.

Y ahí fue cuando te esfumaste y la luz se fue contigo.

Estaba vivo. Gracias a ti. Pero no contigo.

Quería morir. Para estar a tu lado.

Pero no me dejaron.

Vive {Kakuiza}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora