Causalidades de la Vida

1.4K 164 24
                                    

Todavía recuerdo la primera vez que nos vimos, cuando nos conocimos.

Te acercaste a mí porque unos chicos me estaban molestando por la cicatriz que tengo en la cara, que va desde mi frente a mi oreja derecha; y mis ojos de distinto color, uno rojo y el otro blanco. Decían que es fea, que soy un monstruo. Estaba a punto de llorar porque siempre era lo mismo, hasta que llegaste tú.

Llegaste tú y cambiaste mi forma de ver las cosas.

Saltaste en medio de ellos, a mi lado, y los golpeaste a todos hasta que se fueron. O tal les gritaste y amenazaste hasta asustarlos, la verdad es que no me acuerdo, los recuerdos se ven borrosos en mi mente. Pero estoy seguro de que los espantaste, porque desde ese día te seguí.

Al principio no me prestabas demasiada atención, y tampoco es que yo hiciera mucho para llamarla, siempre me quedé a una distancia considerable, escondido vagamente detrás de algo pero siempre observandote y sabiendo que también me observabas. A lo lejos. De reojo. Pero nos observábamos.

En mi cabeza se reproduce esa vez que me acerqué cuando te vi observando la nieve, en cuclillas y todo abrigadito. Tenías el ceño fruncido y una mueca pensativa y, nunca llegué a decírtelo, pero te veías muy lindo haciendo esa cara.

Siempre te viste muy lindo.

Fue la primera vez que hablamos por un largo rato, incluso nos habíamos quedado hasta la madrugada haciendo nuestro iglú. Casi nos morimos de hipotermia esa noche. Y todo para terminar enfadados y agotados, puesto que al otro día nos levantamos tarde y al salir nos encontramos con el iglú destruido. Los otros niños le habían saltado encima. Se reían de nosotros. Y eso a ti te molestó, porque en ese 'nosotros' estaba yo.

Esa vez sí los golpeaste. Recuerdo haber llorado y sentido un gran dolor en el corazón al pensar que te expulsarían, que te alejarían de mi; pero también recuerdo que esas lágrimas fueron de alivio cuando te vi cruzar la puerta al patio con un puchero en los labios, de esos que te hacían ver lindo, de esos que a mi me gustaban.

¿Cuántos años tenía en ese entonces? ¿6? ¿7? La verdad es que no me acuerdo, pero era lo suficientemente inteligente como para entender que quería seguirte sin importar qué.

Y nos convertimos en rey y sirviente.

Ese día estábamos cansados, habían sido unas horas bastante ajetreadas, así que nos recostamos en la nieve y miramos el cielo, sin importar que nos mojaramos la espalda. Nos reímos de ti y de mi, de ambos y de ninguno. Ese día fue realmente especial, por eso es que lo estoy recordando, ¿No? Quiero creer que sí. Aunque, sin ninguna pizca de vergüenza, puedo admitir que todos los días contigo fueron especiales.

Las casualidades de la vida te llevaron hasta mi puerta, y cuando tocaste el timbre no fui capaz de cerrartela en la cara.

Vive {Kakuiza}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora