Capítulo 3.

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Na Yeon era la única mujer en ese grupo de personas evacuadas que habían llegado hasta la casa de la señora Ahn So Hee. Ella era madre soltera, tenía un hijo cinco meses más joven que Ji Sung, cosa por la cual Seung Min daba las gracias, pues así sentía que al menos su pequeño tenía un amigo.

—Papi, Jeong In y yo vimos un gato en el patio —le contó a su padre mientras éste lo ayudaba a lavarse las manitas para poder ir a comer.

—¿Ah, sí?

—Sí. El tío Do Woon no me dejó acariciar al gato porque dijo que está muy sucio y después la "senorita" Na Yeon tampoco nos dio "pemiso" —agregó con voz triste.

—Bueno, cariño, es que al tío Do Woon y a la señorita Na Yeon les preocupa que Innie o tú se enfermen si tocan cosas sucias —explicó antes de guiarlo hacia el comedor—. Además, a muchos gatos callejeros no les gusta que los acaricien.

Recién se cumplían tres meses desde la última vez que Seung Min tuvo entre sus manos una carta de su esposo y no había pasado ni un solo día en el cual no pensara en lo que éste había dicho sobre su enfrentamiento y lo que el médico hacía por él... El tiempo transcurrido lo tenía preocupado una vez más.

Cuando entró al comedor con Ji Sung, vio a todos celebrando y se quedó confundido por varios instantes, hasta que la señora Ahn se acercó a decirle que la milicia se había puesto en contacto otra vez por la radio y que la guerra por fin había terminado.

—¡Pronto podremos volver a nuestras casas, Seung Min! —Lo abrazó Na Yeon, soltando lágrimas de felicidad junto con sus palabras.

El castaño empezó a llorar también, volteando entonces a ver a su hijo para decirle que en cualquier momento los militares podrían autorizar que regresaran a su hogar y que cada vez faltaba menos para que volvieran a ver a Hyun Jin.

Llegó el día. Despedirse de la señora Ahn fue difícil. Estaban eternamente agradecidos con aquella mujer que los recibió en su casa con los brazos abiertos y que los cuidó lo mejor que pudo durante un poco más de dos largos años, lo cual hacía que regresar a casa se sintiera irreal.

No era necesario entrar para saber que el lugar necesitaría una muy buena limpieza y unas cuantas remodelaciones. Seung Min decidió empezar por preparar la habitación de su hijo, quien no dejaba de mirar hasta la última esquina de cada cuarto con curiosidad.

—¿En serio vivimos aquí, papi?

—Sí, pequeño, era nuestra casa antes de que tuviéramos que irnos a vivir con la señora Ahn. Ahora parece un desastre, pero es porque estuvimos lejos durante mucho tiempo —suspiró—. No te preocupes, mi cielo, todo quedará como nuevo y tendrás tu propio dormitorio.

—¿Y cuándo llega mi papá?

—En unos días más —respondió—. Nos llamará tan pronto como pueda volver a usar su teléfono, ya verás.

La alegría que les daba el hecho de que la guerra hubiera llegado a su fin no eliminaba el cansancio que sentían los soldados, quienes sólo ansiaban volver a estar con su familia.

Cuando llegó el día de partir, Hyun Jin contaba impacientemente las horas y los minutos que faltaban para que la camioneta que lo llevaba hacia su ciudad llegara a su destino. Ya tenía de nuevo todas sus pertenencias con él, mas su teléfono se había quedado sin batería y no podía contactar a su esposo.

Una vez que llegó a su casa, se acercó a paso acelerado a la puerta y la tocó un par de veces. Apenas y podía creer que habían pasado dos años y unos meses desde la última vez que estaba ahí.

—Papi, hay alguien afuera —dijo Ji Sung desde las escaleras, en donde estaba sentado con su conejo de peluche entre los brazos.

Seung Min fue a abrir la puerta y en menos de medio segundo sus brazos estuvieron rodeando el cuerpo del hombre frente a él. ¡Hyun Jin estaba de regreso! ¡Estaba bien! ¡Estaba vivo!

Podía sentir cómo el pelinegro lo apretaba contra su pecho en un abrazo igual de fuerte que el que le daba y cómo dejaba sin parar un montón de besos sobre su cabeza, su frente y su sien. El castaño rompió en llanto y le tomó varios minutos tranquilizarse y poder soltar a su esposo para dejarlo pasar al interior de la casa.

—Hyunnie... Estás aquí...

—Estoy en casa, mi amor —dijo antes de unir sus labios con los ajenos tiernamente.

—Estaba tan preocupado por ti y... ¿Estás bien? Tu ojo... —Acarició sus mejillas, prestando más atención al parche sobre el ojo derecho del contrario—. ¿Eso es de lo que no querías darme detalles? —Susurró antes de darle otro beso corto.

Hyun Jin iba a contestar, pero en ese mismo instante su mirada se encontró con la del pequeño Ji Sung. El niño estaba como a un metro y medio detrás de su otro padre, viendo tímidamente hacia la puerta y aún abrazando a su conejo como si con ello se sintiera más seguro.

—Ji Sung...

—¿Papá?

—Sí, soy yo... —Le sonrió antes de agacharse para estar más a su altura—. Ya volví... Cielos, Ji Sung, mira cuánto has crecido... —Logró pronunciar antes de que un nudo se apoderara de su garganta.

El menor corrió hacia los brazos de su padre y empezó a dejar salir todas las emociones que iba procesando. Se sentía eufórico, pues por fin podría estar cerca de su papá y no verlo sólo en fotografías o vídeos.

—¡Te estábamos esperando, papá!

—Los extrañé muchísimo —le llenó el rostro de besitos a Ji Sung—. Vamos a hacer tantas cosas juntos y nos vamos a divertir un montón, te lo prometo —dijo mientras se levantaba con el pequeño en brazos.

Seung Min sonrió por la conmovedora escena y se secó las lágrimas mientras Ji Sung le contaba a Hyun Jin todo lo que se le venía a la mente, ansiando recuperar el tiempo que no había podido estar con él.

—Papá, él es Leebit. ¿Te acuerdas de Leebit? —Le mostró su conejo de peluche—. Papi dijo que tú me lo "reglalaste" cuando yo era un bebé.

—¡Sí! Claro que lo recuerdo, mi pequeño, fue el primer juguete que compré para ti —respondió sin poder dejar de sonreír.

—Papá, ¿por qué tienes en tu ojo un...? Ahmm... Así —al no conocer el nombre de lo que el pelinegro llevaba, puso una de sus manitas encima de su propio ojo para enseñarle a Hyun Jin a qué se refería exactamente y éste lo entendió de inmediato.

Seung Min se acercó y cargó a Ji Sung, retirándolo con cuidado y cariño de los brazos del mayor antes de suspirar. Si bien la pregunta del pequeño estaba cargada de la inocencia típica en personas de su edad, era obvio que aún debían hablar acerca de lo que había pasado y encontrar la manera más adecuada de explicárselo al niño.

—Tu papá debe estar muy cansado después de haber pasado tanto tiempo lejos de aquí —le dijo Seung Min a Ji Sung—. Dejemos que se dé una ducha, se ponga ropa más cómoda y se siente a comer algo. Luego nos contará por qué tiene un ojo con un parche, ¿está bien?

—Está bien —contestó el pequeño.

—Muy bien. Ahora ve a juntar todos los juguetes que más tarde te gustaría enseñarle a tu papá —le sugirió antes de dejarlo en el suelo.

El pequeño Ji Sung corrió hacia su habitación y sólo hasta entonces Seung Min se volvió a acercar a su esposo. Lo primero que hizo fue besar sus labios nuevamente, transmitiendo en ese simple gesto todo el amor que sentía por él.

—¿Me acompañas al baño unos momentos? —Pidió Hyun Jin—. Tengo que contarte algo —agregó, señalando su ojo derecho.

Continuará.

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No puedo dormir. 😬✨ Así que mejor me puse a editar, jaja. Gracias a eso quedó listo el tercer capítulo y decidí que sería mejor compartirlo de una vez.

Además, Wattpad estará en mantenimiento y quiero aprovechar para publicar antes de que eso pase. (?)

Sabía que volverías [HyunMin]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora