Geminus Anima

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El estridente retumbar de un rayo lo saco de su ensoñación, parpadeo un par de veces y con un lento andar, camino hacia la gran puerta roja que se encontraba ante él; ¿Qué lo alentaba a saber lo que se encontraba en esa habitación?, no lo sabía, solo sentía que debía ir hacia ella.

Al entrar lo primero que vio fue el gris lúgubre de las sucias y agrietadas paredes, y unos segundos después su mirada se fijó en una esquina, donde sobre una pequeña mesa, se posaba un pequeño cofre antiguo. Y justo cuando iba a avanzar hacia este, despertó.

La alarma del despertador sonó anunciándole el inicio de un nuevo día. Estiro su mano por acto reflejo apagando el ruido que provenía del pequeño aparato y se levantó sin mucho entusiasmo, con destino a la ducha.

Mientras el agua templada caía y recorría su cuerpo, no pudo evitar pensar en el sueño que había tenido, desde que sus padres le habían dado la noticia de que se mudarían de casa; dicho sueño empezó a proyectarse en su cabeza todas las noches.

Las primeras mañanas que despertó con el recuerdo de este, no le tomo mucha importancia, sus sueños la mayoría de las veces eran extraños. No obstante después de estar semanas soñando exactamente con lo mismo, tuvo que admitir que ese sueño en particular era diferente a cualquier otro de los sueños que había tenido.

Una vez que termino su reflexivo baño, se alisto rápidamente con la ropa que había apartado la noche anterior y bajo a desayunar. La mayor parte del desayuno sus padres permanecieron callados y él lo prefiero mejor así, después de todo esa sería la última vez que comerían en esa casa.

Cuando termino de comer regreso rápidamente a su cuarto, para empezar a bajar sus respectivas cajas; el camión de la mudanza llegaría pronto y quería tener todo en orden.

El recorrido hacia su nueva casa fue igual de aburrido que la imagen de aquella tarde llena de nubes grises surcando el firmamento. Y una vez que llego a esta, le dio una crítica mirada a la casa y al jardín delantero, antes de notar que desde la casa de al lado alguien los observaba por la ventana; fue incapaz de notar bien a la persona que los observaba, así que frunció el ceño mientras caminaba hacia la entrada de la casa.

Bajar todas las cajas del camión había sido más rápido de lo que imagino, tanto que cuando se dio cuenta ya se encontraba en la que sería su nueva habitación, desempacando y acomodando sus pertenencias.

Al anochecer tal y como era de esperarse después de que toda la tarde estuviera nublado, una gran lluvia empezó a caer; el golpeteo de la lluvia azotaba vertiginosamente la ventana y la luz azul electrizante de los rayos se esparcía fugaz por todo el oscuro firmamento.

Creando un escenario un poco desalentador y un mal presagio como recibimiento para su primer día en aquella nueva casa. No obstante para él, era todo lo contrario, ya que por más inusual y extraño que les pareciera a algunas personas, encontraba una increíble paz, al escuchar las pequeñas gotas de lluvia tocar sutilmente su ventana, al igual que el estridente retumbar de los relámpagos en el cielo le causaba casi el mismo efecto de una meliflua nana.

Aquellas noches siempre le inspiraban, no lo pensó mucho y entre las cajas que aún estaban cerradas, busco sus artículos de pintura y bajo la compañía del sonido de los truenos, empezó a desplazar suavemente un pincel una y otra vez sobre el blanco lienzo. En un inútil intento por despejar su mente, ya que por más que intentaba sacarse la imagen de aquella puerta roja y su interior, simplemente no podía.

La mañana siguiente despertó aun con el recuerdo de su frecuente sueño, con la diferencia de que al lado de su cama se encontraban los dibujos que había hecho por la noche, los tomo y observo un poco sorprendido, que había plasmado su sueño en el lienzo; no recordaba con exactitud lo que dibujo ni en qué momento se quedó dormido.

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