Se ha fijado en ti

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Uchiha Sasuke se sentía orgulloso de la forma en la que siempre se mantenía calmado frente a situaciones complicadas, su frase favorita solía ser «mantén la mente fría».

No obstante, tampoco había experimentado situaciones que no le permitieran mantenerse en ese estado, porque a grandes rasgos era un joven sumamente tranquilo, con una vida tan cotidiana, como la de cualquier estudiante de medicina.

Su día a día transcurría simplemente mitad en hospital y mitad en la universidad; encerrado en blancos salones de enseñanza y fríos quirófanos.

Llevaba tres años estudiando medicina y aunque había sido observador en diversas cirugías de alto riesgo, hasta la fecha solo se había topado una vez con la muerte. La sensación le fue extraña, pero no difícil de asimilar; mientras la hora de la muerte era declarada, él pensaba como apenas diez minutos atrás había visto a aquel mismo paciente hablar tranquilamente mientras era revisado por las enfermeras de turno. Ahora parecía dormir plácidamente, solo que él sabía muy bien que jamás despertaría.

Por lo que se podría decir que una experiencia inusual de índole paranormal, no tenía cabida en lo que esperaba en su monótona vida; o al menos eso creía.

Hasta que el fatídico día llego disfrazado de un viernes cualquiera. Aquella fría mañana de diciembre llego sin mucha expectativa al pueblo rural de donde eran originarios sus abuelos para ayudar durante el fin de semana en el hospital que estaba corto de personal, a manera de pequeño favor al director del hospital que era un viejo amigo de la familia.

No tenía autorizado hacer mucho, puesto que todavía estaba en camino a convertirse en médico, pero era capaz de lidiar con pequeñas urgencias y estaba seguro que la verdadera razón de su presencia era más para poner en orden los registros de los pacientes que otra cosa.

Apenas puso un pie en dicho hospital, un electrizante escalofrió le recorrió toda la espina dorsal. Sin embargo, atribuyo este hecho al frio de la temporada y continuo con su andar, se reportó con el amigo de su abuelo como lo tenía previsto y no muy satisfecho con la tarea que le había asignado el veterano doctor, se puso a transcribir en la computadora el historial clínico de los nuevos pacientes.

La habitación donde se encontraba, contaba con una única ventana por la que se dejaba ver a la nieve caer lentamente, se perdió unos segundos viendo aquella tranquila imagen hasta que su reloj biológico le indico que ya era la hora de comer.

Así que tomo un pequeño descanso para ir por un origiri y un poco de té verde. Y mientras se dirigía hacia el lugar donde había visto las máquinas expendedoras, todo el pasillo fue llenado por un extraño sonido; que parecía una voz profunda que solamente decía po... popo... popopo... po... como si alguien estuviera hablando consigo mismo.

Al final del pasillo vislumbro a un hombre extremadamente alto con un sombrero y ropa peculiar, sus brazos y piernas daban la sensación de ser infinitos, por lo que se froto rápidamente los ojos pensando que estaba adormecido, sin embargo, la imagen del hombre no cambio, y todo el pasillo a su alrededor empezó a distorsionarse. Agudizo la mirada e intento acelerar su andar, no obstante, mientras más avanzaba, el extraño sujeto solo se alejaba y aun así inexplicablemente en el rostro del hombre que apenas era visible, alcanzaba a distinguir unas marcas zorrunas que sobresalían en ambas mejillas. Parecía que el sujeto iba a caminar hacia él, cuando unas ligeras palmadas a su espalda, lo devolvieron a la realidad.

—Sasuke, puedes tomarte un descanso, ve a buscar algo de comer—dijo tranquilamente el amigo de su abuelo.

No pensó mucho en que se había quedado dormido mientras se suponía que estaba trabajando, ni en el contenido del sueño que había tenido atribuyéndolo a la falta de alimento y con un leve asentimiento salió de la habitación.

Consiguió unos cuantos onigiris y mientras se dirigía de regreso a continuar con el trabajo, una enfermera de edad avanzada que venía caminando justo cuando paso a su lado susurro—En serio ¿Es qué no lo sientes?

—Disculpe—dijo no entendiendo a lo que la mujer se refería.

La enfermera lo miro con un rostro tenso, sus ojos eran sombríos y parecían estar escudriñando algún lejano horizonte interior.

—Disculpe—repitió.

—Se ha fijado en ti.

—¿Quién, se ha fijado en mí?

—El Hachishakusama—fue lo único que dijo la mujer antes de seguir su camino y perderse en un pasillo.

No les dio importancia a las palabras de la extraña enfermera y el también continuo su camino. Sin embargo, una vez que se encontró nuevamente tecleando. El insólito sonido po...popo...popopo...po se volvió a hacer presente.

El ruido parecía provenir justamente de la ventana, pero lo ignoro y continúo tecleando, pensando en cuanto tiempo había pasado desde la última vez que recordaba haber estado en el pueblo.

Y nuevamente sin que se diera cuenta cayo en las garras de Hipnos.

Se encontró en una habitación cerrada, que solo era alumbrada por la tenue luz de unas velas, en cada esquina de esta había un cuenco de sal y en el medio una cabeza de buda.

Noto que en su mano estaba sujeto algo y la levanto, dándose cuenta que esta parecía la mano de un infante, de repente un golpe en la ventana llamo su atención, iba a acercarse, pero el ya conocido po...popo...popopo...po... se volvió a hacer presente e inconscientemente se dijo «mantén la mente fría» mientras su mano se aferraba a un trozo de pergamino.

Cuando abrió los ojos, lo primero que hizo fue mirar hacia la ventana, descubriendo que el sol ya se había ocultado. Abstraído miro la hora en el ordenador antes de apagarlo, acomodo unos archivos y se marchó de la habitación, evitando pensar en su sueño.

En la salida del hospital se topó con el director, se despidió con un leve gesto y se apresuró a caminar debido al viento nocturno.

Se había alejado lo suficiente del hospital, cuando inexplicablemente sintió en el vientre el cosquilleo del miedo y justo en medio del camino, la figura del hombre que vio en el pasillo apareció, se quedó estático solo unos segundos antes de avanzar con el rostro cabizbajo, a cada paso que daba, levantaba un poco la cabeza. Hasta que la imagen de un joven con bellos rasgos, extraña y espesa mata de cabello rubio, fue revelada.

En solo un parpadeo, el hombre se encontró frente a él, mostrando una amplia y siniestra sonrisa zorruna. Elevó la mirada encontrándose con la imagen de unos afilados dientes y fue lo último que vio, antes de que la oscuridad lo envolviera.

Fin

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