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Mis ojos color avellana resplandecían en dolor. Mi cabello, de hebras doradas, estaba desperdigado por mi rostro y alrededores sin cuidado alguno. El espejo ante mi, reflejaba cómo las lágrimas rodaban por mi mejillas; mi pecho dolía en agonía y poco o nada podía hacer para sanar.

¿Qué había hecho yo para merecer esto? El sufrimiento que acarreó su traición fue rápidamente opacado por el dolor físico de la misma. Todo mi cariño, todas mis esperanzas y sueños de ser feliz parecían estar esfumándose con cada estocada de ese infeliz.

Eran vagos los recuerdos que mantenía de esa época; después de descubrir mi fragilidad y decidir que New York jamás sería mi hogar. Solo mantenía la imagen de mi misma ante el reflejo de aquel día, los pensamientos que surgieron y como la oscuridad se cernía sobre mi de nuevo.

Al llegar a Riverdale el dolor pareció disiparse casi en su plenitud; de una forma mágica. Volví a ser yo, no la que era antes de lo sucedido, pero si la que sonreía con ligereza y conocía personas nuevas sin problemas.

El sol brillaba con fuerza y a cada paso que daba en dirección al instituto me sentía fortalecer. Además, estaba especialmente ilusionada por mi próximo reencuentro con el apuesto caballero; sir Jughead Jones. Cada vez que la imagen de su sonrisa se me venía a la cabeza, una inevitable alegría me recorría por completo.

También quería ver a Verónica, la noche anterior se me ocurrió recapitular lo sucedido y me di cuenta de que la chica de pelo azabache era una persona que tal vez podría llegar a ser una gran amiga. Su forma de hablar y de moverse dan la sensación de seguridad, como si fuese una persona a la que debieses tener cerca por tu propio bien. Su mirada, además, me daba mucho mejor espina que la de Betty. La rubia no me había caído mal, de hecho la chica coleta parecía ser la bondad encarnada, pero no era mi tipo de persona. Archie también me había caído bien, pero no creo que él sintiese mucho interés por mi; y no se lo estoy reprochando, solo evidencio lo que creo.

Para cuando la fachada de la escuela se me hizo visible, sentí un mano posarse en mi hombro y sin poder evitarlo realicé una llave y doblé el brazo de quien fuera que me hubiese tocado.

-AY AY!!- en cuanto reconocí la voz solté el brazo y la miré, agitada

-Joder, perdona Betty- llevé mis manos a mi boca y suprimí un suspiro de sorpresa. La rubia me miraba atónita, pero no tardó en reírse. Oí una segunda risa, era Archie que estaba unos pasos por detrás de Betty

-No pasa nada- Dijo entre risas -Es mi culpa, no volveré a asustarte- la rubia seguía riendo agitada

-Ha sido una buena llave- ahora fue Archie quien habló, con una media sonrisa en el rostro -Creo que hacemos el mismo trayecto para llevar a clase-

-Puede ser- murmuré algo más calmada y con una renovada sonrisa en el rostro, me alegraba pensar que podría hacer el camino con unos colegas -Vivo en La Casa Blanca de final de la calle-

-¿Esa no es la casa de Pop?- Betty me miró asombrada cuando consiguió calmar su risa

-Sip, es mi abuelo- sonreí satisfecha al darme cuenta de que mi abuelo era conocido en el pueblo

-Ostras- Archie sonrió adorablemente -Pues tendrás que convencerle de que nos invite a unos batidos- me susurró aquello como si fuese una especie de súper secreto de Estado, yo no escondí mi risa antes de asegurarle que lo invitaría a un batido por cada partido que ganase.

El día anterior lo había oído decir que formaba parte del equipo de fútbol americano. Se estaba quejando de su capitán, Jason Blossom, quien al parecer no había estado muy presente en el último partido porque se había peleado con su novia, Polly Cooper, la hermana mayor de Betty.

Mi amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora