Epílogo

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Un tiempo después...

—La —susurré cerca de su oído mientras ella dormía plácidamente boca abajo— La...

Hizo un leve movimiento para levantar la cara de la almohada, la cuál tenía marcada en todo su lado izquierdo. Se me estrujó el corazón de tan solo verla así de tierna y soñolienta cuando la desperté.

—¿Qué pasa? —dijo con su voz ronca.

—Necesito que te des una ducha y te vistas. Te puse un conjunto cómodo sobre la cama y tus tenis. Tenemos que irnos.

Me miró confundida pero se levantó lentamente de la cama para estirar su cuello y su cuerpo entero. Me dirigí al baño para encender la regadera mientras salía el agua caliente, Lali entró media dormida aún sin entender y su cara cambió lanzándome una mirada pícara.

—¿Acaso intentas llevarme a la ducha para tener sexo conmigo en medio de la madrugada? Qué listo me saliste, Lanzani —solté una risita. La tenía parada frente a mí con su pijama de Looney Toons, y aunque no es necesario admitir que esta mujer me volvía loco en todas sus facetas, no era el momento que buscaba.

—Lamentablemente tengo que rechazar esa gran oferta y sabiendo que se nos suele ir el tiempo haciendo el amor, podríamos echar a perder la sorpresa que tengo para ti —me miró fingiendo enojo y la tomé delicadamente de sus mejillas para darle un beso— Dale, tómate una ducha, te hago un café —sin reprochar más, se quitó la ropa y entró.

Unos minutos más tarde, manejé hasta llegar al aeropuerto de Madrid. Lali había dormido en el camino y cuando abrió los ojos se percató de dónde estábamos.

—¿Me estás jodiendo, Juan Pedro? —dijo seria— ¿Qué hacemos aquí?

—Lo que la gente suele hacer en un aeropuerto... viajar.

—Sabes que tengo reuniones mañana con el carpintero, plomero y todo el equipo, ¿verdad?

—Sí pero de eso ya me ocupé.

No dijo nada, solo seguía matándome con la mirada.

—Hablé con Lito y él se va a encargar, me dijo que podía cubrirnos esta semana para...

—¡¿Semana dijiste?! —asentí sonriendo— Peter, estás loco. No puedo faltar una semana al trabajo.

—Claro que puedes, eres la jefa y es tu hotel.

—Sí pero tengo...

—Nada de peros, ya está todo organizado para que disfrutes de esto, ¿sí? —le tomé de la mano que posaba en sus piernas y la apretó. Una buena señal, no estaba tan enojada.

Mientras hacía check in y documentaba la única maleta que llevábamos, le dije a Lali que fuera por algo de desayunar a la cafetería antes de pasar seguridad. Hice todo lo planeado para que no pudiera enterarse de nuestro destino hasta estar sentados en el avión, la distraje con compras en el duty free y enseñándole videos de gatitos en instagram mientras estábamos en una de las mesas de la cafetería frente al pasillo de las salas de espera, una de ellas era la nuestra. Por suerte, se logró y no se enteró hasta que la azafata del vuelo nos diera la bienvenida dando a conocer a dónde viajábamos.

Venecia, una emblemática ciudad conocida como una de las ciudades del amor o la ciudad de los canales. No solo por su belleza sino por las historias y leyendas que guardan en cada puente, ventana y muro. Italia era un país que nos encantaba a ambos y que era algo que queríamos hacer desde hace mucho tiempo, un viaje por todos los rincones y pueblos disfrutando de su cultura y gastronomía. Después de este tiempo viviendo juntos y cumpliendo nuestros sueños, ella a punto de inaugurar su hotel en Madrid y yo con muchos proyectos de arquitectura, me pareció buena idea hacer este viaje casi espontáneo como aquella noche cuando nos conocimos. Casi porque tuve que planear ciertas cosas pero al final la intención era esa. Sorprenderla.

12hrs Para EnamorarseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora