2. Entre palabras susurradas.

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Para Momo, Sana era como el sol. 
Brillante, con ojos resplandecientes mirando el entorno con curiosidad, siempre revoloteando sus irises de un lado a otro como un gato. Llena de vida, también, siempre incitando a la mayor a hace toda clase de tonterías que ella gustosa las realiza con tal de ver la sonrisa gatuna extendiéndose por sus facciones y su nariz arrugándose en conjunto a sus pupilas chocolate perdiéndose al volverse más pequeños, en muecas de alegría pura y sincera. Y, es, lastimosamente tan inalcanzable como el astro que ilumina los días porque Minatozaki Sana es novia de su mejor amiga. 

Cuando la vio por primera vez, ella tenía enredados sus dedos entre los de Dahyun con las mejillas rojas y sus ojos tan brillantes que el corazón de Momo se encogió en sus paredes. Dahyun las presentó sonriendo, Momo oyó a duras penas el nombre de la fémina puesto que su concentración se hallaba entre los erráticos latidos de su corazón y la belleza exótica que tenía la mujer frente a sí. 

—Momo, ¿estás bien? —cuestiona Dahyun con sus grandes ojos abiertos a todo lo que dan mirándola detenidamente. 

Momo sale del trance. Desviando la mirada de la mujer, que, ahora cree (o mejor dicho sabe, porque no hay nadie en el planeta más preciosa que ella), que es la más hermosa del mundo. 

Asiente. Y vuelve a posar su mirada en la figura de la fémina.

Dahyun no parece convencida. Y pasea su mirada miel desde Momo hasta su recién presentada novia. Después de unas cuántas idas y venidas desde la pelinegra y la otra mujer que aún mantiene fuertemente enredados sus dedos entre los suyos, entonces, ella simplemente lo dejó ir. 

—Ella es japonesa al igual que tú, Momo —comenta Dahyun. Llevándose un trozo de comida hasta la boca y dejando el utensilio que usó hasta el mesón, en un intento vago por incluir a la mayor a la conversación. 

Esta no tomó atención, hipnotizada con los delicados y casi felinos movimientos de la otra fémina en la mesa. Momo suspira, dejando a un lado su concentración, que se siente casi ilícita, para mirar de frente a Dahyun y decir lentamente y sin mucho compromiso

— ¿Es así? —murmura casi sin entrometerse demasiado en los intentos de Dahyun por mantenerlas en un ambiente cómodo.

La segunda vez que se encuentra con la mujer, sucedió en un biblioteca de un recóndito rincón en Seúl.

Momo reconoció a la mujer hermosa en el momento en que esta se paseó por delante de su vista en búsqueda de algún libro en la sección en la que la pelinegra se encontraba.

En cuanto sus miradas se encuentran, la mujer de hebras coloridas con un rosa tenúe esboza una sonrisa que hace que el corazón de Hirai de un salto doloroso.

—Oh, ¡eres tú! —dice ella manteniendo la sonrisa maravillosa que le permite ver sus dientes perfectos.

Y, joder.
No entiende como alguien puede ser tan hermosa sin esforzarse.

—Momo —indica con rapidez en un sonido bajo—, tu eres...

—Sana —espeta con una risa cantarina que estalla en un latido del corazón de Momo.

Cuando la menor toma asiento a su lado, parece que el tiempo se detiene en la biblioteca. Y entablecen una conversación larguísima en la que se dan cuenta que tienen demasiado en común.

Y la pelinegra piensa que es imposible tener tanto en común con alguien y no ser algo así como almas gemelas.

Se encuentran un montón de veces luego de eso. Con y sin Dahyun, hablan de sus tierras natales y lo difícil que es estar tan lejos de ellas, hablan de todo y a la vez de nada.
Siempre tienen algo de que hablar y al final de unos largos meses ya se conocen casi como si hubiesen crecido juntas, incluso creando códigos y chistes que solo ellas dos entienden.

— ¿Sabes? —dice Sana un día cuando están solas, Momo no presta atención a lo que dice realmente ella solo la mira como si el sol tuviese que pedirle día a día permiso a Sana para salir. O como si colgara la Luna en el cielo noche a noche—. Todo hubiese sido diferente si nos hubiéramos conocido en Japón. Seriamos aún más cercanas y tú habrías sido la primera en saber de mí enamoramiento por Dahyun —susurra al mismo tiempo que suelta una sonrisa que Momo la oye casi como dolida.

Y el corazón de Momo se quiebra en su cuenca, inevitablemente demasiado enamorada de la novia de su mejor amiga, para su propio bien. Debía parar. Debía huir.

Cuándo salió del trance del dolor y de las piezas rotas de su alma, Sana estaba demasiado cerca suyo. Casi como si la fuera a besar. Y Momo sentía desearlo tanto como una necesidad.

Acércate. Acércate. Acércate. Bésame Susurraba casi como un mantra. Casi absorbida por el brillo inhóspito de los ojos de la mujer. Y cuándo estuvo a punto, a punto de lograrlo; ella se alejó.

Sana no vuelve a hablarle durante un tiempo. Y los días en los que ellas eran casi como siameses se sienten lejanos y difusos en su corazón. La garganta le duele, las manos le pesan y a veces, los ojos le molestan de tanto llorar y arrepentirse de estar a punto de besar a quién (por mucho que ame con cada trozo de su ser), era la pareja de alguien importante en su vida.

Pasa un poco más de un mes de arrepentimiento retorcido cuando la vuelve a ver.
Ella está moviéndose por la estancia con soltura y el corazón de Momo da un salto al notar que es igual o más hermosa que hace un mes.

Ella cruza una palabra corta con la pelinegra casi por mera cortesía. Momo sabe en el fondo que lo hace por Dahyun y no por Momo.

Momo se queda junto a Mina, una de las personas que se encuentra allí en la reunión que Dahyun convocó a último momento. Nota que la mujer es bastante bonita pero algo en su inconsciente le recuerda que no hay nadie ahí afuera más bonita que Sana.

—Escuchen todos —oye la voz de Dahyun mientras golpea suavemente una copa—. Quiero que sean testigos de uno de los momentos más importantes de mi vida. La mujer que está aquí—espeta apegando a Sana a su cuerpo—. Es el amor de mi vida y como tal quisiera —continua colocándose frente a la otra, con una sonrisa grande y arrodillándose.

Momo intuye hacia donde iba todo aquello y el estómago le duele. Por favor, no.

—Sana, amor, eres la única mujer que quise, quiero y querré, no imagino ni un solo día en el que estés lejos de mi, así que, ¿Me harías el honor de casarte conmigo? —pregunta.

No no no no. No digas que sí, por favor, no no. Momo se atraganta con el dolor y los pensamientos en su cabeza se entrecruzan con velocidad vertiginosa antes de que en unos pocos segundos Sala salte hacia su novia y diga...

—SÍ. SÍ. SÍ. Y mil veces, sí.

Y entonces el mundo de Momo se desmorona.

Ella huye.
Al llegar a su departamento vacía una botella de alcohol en unos pocos minutos, luego le sigue otra y otra. Y cuándo está casi al borde del coma etílico. Toma su celular y abre los mensajes escribe uno a Sana con la rapidez y coherencia de un borracho.

Sana, lamento no poder compartir tu felicidad, sin embargo te la deseo desde el fondo de mi corazón. Te amo, y te amo tanto que no puedo ver cómo te casas con otra, aún cuándo esa otra es Dahyun.

Les deseo nada más que felicidad. Pero no puedo estar aquí, me hubiese gustado estar ahí para ti, eligiendo el vestido de bodas, o ayudando a elegir el pastel pero todo se me hace demasiado doloroso como para hacerlo.

Perdóname.

Y Momo al día siguiente se va.
Tomando un vuelo a su pais natal alejándose de la mujer que más amó.


Y hacia el final siempre volveré a ti |SaMo|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora