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Noche de Halloween: Dulce o Rock

Mañana del 31 de octubre, primer día del Samhain. Al salir los primeros rayos del sol sobre el horizonte, iluminando aquel barrio recién decorado con tonos naranjas y morados, se puede escuchar el murmullo de varias palomas que sobrevuelan por el lugar, sosteniendo cada una un discreto sobre negro en su pico rosáceo.
Ninguno de los vivos es capaz de apreciar aquella coordinación con la que se posan sobre los edificios, ni tampoco cómo dejan caer dichos sobres por las chimeneas y desagües, pero los que sí pueden ver esto son los ansiosos fantasmas que esperan recibir a tiempo aquellas cartas.

Una paloma marrón se posa sobre la azotea del hotel fantasma, y enseguida suelta el sobre que lleva consigo, cumpliendo así con su encargo del día. Segundos después, la paloma se va volando tranquilamente hacia otra parte, mientras que el cuarteto de fantasmas que la observaba se acerca finalmente para leer su tan esperada carta.

—Bien, los papeles ya están aquí —dijo Rigger enseguida, abriendo el sobre con cuidado y otorgándoles los documentos que se hallaban dentro a sus compañeros. Aquellos eran los documentos mortuorios que permitirían su presencia en el Samhain, por lo que cada uno guardó sus papeles cautelosamente en sus bolsillos para no perderlos—. En cuanto crucemos la puerta del hotel, esto nos ayudará a fingir que estamos vivos, así que todos podrán vernos. Decidan muy bien su disfraz, porque esta noche la vamos a liar.

Derek y Brad chocaron sus puños al oír esto, y Emmet soltó una risita al alzar el signo rockero como muestra de alegría. Rigger dobló y guardó sus documentos en su bolsillo también, y sin más tiempo que perder, indicó a sus amigos que ya era hora de prepararlo todo para el concierto de esa noche.

Desde varios días atrás, los chicos habían vuelto a reconciliarse como banda, volviendo a sus ensayos rutinarios y a su misión de derrotar al Ministro Eterno y sus esqueletos, quienes no habían vuelto a aparecérseles por pura suerte. No sabían exactamente qué era lo que la banda rival haría ahora debido a su incidente con ellos, pero aquello ya no les preocupaba en lo más mínimo, pues se sentían confiados y optimistas en que podrían ganar.
No había sido fácil superar los obstáculos que se les habían presentado, eso es verdad, pero aun así ellos mantenían su esperanza en que todo saldría bien, y que, si no ganaban la batalla, al menos podían ganarse una oportunidad de tocar para La Muerte misma.

—De acuerdo, entonces, ¿todos recuerdan lo que debemos hacer? —preguntó Rigger una vez que la banda ingresó a uno de los cuartos del hotel, donde un gran armario de madera barnizada les aguardaba. Los fantasmas asintieron a la pregunta, sonriendo con determinación.

—¡Primer paso, disfrazarnos para vernos geniales! —dijo Brad, apoyando sus puños sobre su cadera.

—Segundo paso, reunirnos con el Ministro Eterno y su banda en la plaza, para así tener mucho público como jueces —continuó Emmet, ajustándose los lentes.

—Y tercer paso, ¡ganarle a esos esqueletuchos y demostrar quién manda! —finalizó Derek con una sonrisa, a lo que los demás le apoyaron. Al ver que sus compañeros estaban más que listos para lo que se venía, Rigger correspondió a sus sonrisas y se dio media vuelta animadamente, tomando las manijas del armario con ambas manos.

—Pues bien, si tanto queremos vencer, ¡comencemos de una vez!

Y dicho esto, el pelirrojo abrió las puertas del armario de par en par, dejando salir un polvo dorado que llegó a los pies de los fantasmas mientras revelaba poco a poco la infinidad de prendas que allí guardaba. Los muchachos rockeros no tardaron mucho en husmear dentro del mueble, amontonándose para escoger las cosas que más atractivas y a la medida les parecieran.
Se divertían a lo grande armando sus disfraces, probándoselos, y modelando ante los demás para obtener su aprobación, pasando así el resto de la mañana antes de escoger finalmente lo que habrían de llevar para luego ir a ensayar sólo un poco más.