Prólogo

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El sudor chorreaba por mi frente, mi pelo estaba alborotado y mis pies dolían. A pesar de eso no paré. Nos habían dicho que corriéramos hasta que ya no pudiéramos más.

Hacía ya un buen rato que habíamos empezado a correr, pero todavía habían niños corriendo. Yo estaba entre los niños que aún estaban corriendo, y no pensaba parar hasta que los otros lo hicieran, no iba a mostrarles que era más débil que ellos.

A pesar de tener tan solo seis años de edad odiaba que los demás vieran mi debilidad. Desde que murieron mis padres todos me miraban con pena, odiaba eso, así que les iba a demostrar que no era débil.

Tenía tres años cuando tuvieron el accidente, mi hermano, Leo, y yo estábamos mirando la televisión mientras la niñera cocinaba la cena. De repente sonó el timbre, ella se levantó para abrir la puerta mientras Leo y yo mirábamos curiosos desde la sala de estar. Un policía apareció en el umbral de la puerta y empezó a hablar entre susurros con la niñera, de vez en cuando nos miraba con la lástima grabada en el rostro. No entendía muy bien lo que estaba pasando, pero al parecer Leo si, ya que me abrazó fuertemente con actitud protectora. Él era apenas dos años mayor que yo, pero era muy maduro para su edad. Entonces nuestra cuidadora se nos acercó y se arrodilló frente a nosotros.

-Sus padres han tenido un accidente -nos dijo con pena. - Deben ir con el oficial, él los llevará a su nuevo hogar.

En su momento no había entendido lo que quería decir, ¿cómo que habían sufrido un accidente? ¿Un nuevo hogar? Pero si ya estábamos en casa. Esa noche el oficial nos llevó a Leo y a mí al orfanato, el cual había sido nuestro hogar desde entonces.

Y ahí estaba yo, intentando demostrar mi fortaleza mientras unos señores vestidos de traje anotaban cosas en sus elegantes carpetas. Más temprano nos habían hecho unas pruebas escritas, nos habían preguntado sobre nosotros y nos hicieron hacer unas cuentas, las cuales para mi fueron muy simples pero a los otros niños pareció costarles. Lo que querían era ver el nivel físico y de educación en los orfanatos del país.

Algunos niños se detuvieron, pero yo seguía corriendo, mientras hubiera más niños corriendo yo seguiría.

-Ya es suficiente niños, pueden detenerse.- Avisó uno de los señores de traje.

Paré aliviada. Entonces me fijé en los otros niños que habían corrido tanto tiempo como yo. Solamente eran dos, uno de ellos era mi hermano, el otro era un niño de siete años con el que nunca había hablado.

-Muy bien niños, gracias por su ayuda, esta información nos será muy útil.

Me dirigí hacia las duchas para quitarme todo aquel sudor pegajoso. Cuando termine me puse una muda de ropa limpia y salí a la habitación que compartía con las otras niñas del orfanato.

-Tu hermano te está buscando. -Me informó una de las niñas

¿Leo me estaba buscando? ¿Qué querría? Tendría que ir con él para averiguarlo.

-¿Dónde está?

-En el salón.

Salí de la habitación y me dirigí hacia las escaleras.

-Kay!- Me llamó una voz a mis espaldas.

Me volteé y me encontré de frente con Leo.

-Te estaba por ir a buscar. -Le informé.- ¿Qué sucede?

-La Sra. Benson nos llamó a su oficina.-Me dijo serio.

Me sorprendí. La Sra. Benson era la directora del orfanato, ella solo llamaba a los niños a su oficina cuando habían hecho algo muy malo o cuando los iban a adoptar.

-¿Crees que...- No terminé la frase.

-No lo sé, - me respondió- pero espero que sí.

Lo abracé, habíamos querido que nos adoptaran desde que habíamos llegado al orfanato, aquel lugar era horrible, y queríamos irnos cuanto antes. Leo me abrazó con fuerza y luego de soltó. Me miró con una pequeña sonrisa y me dijo:

-Vamos, no queremos hacer que se ponga de mal humor.

Solté una risita, eso sería difícil ya que ella parecía ponerse de mal humor con solo ver un niño.

Empezamos a caminar hacia la oficina.

Realmente le tenía un gran aprecio a mi hermano, él me había cuidado desde el accidente y ahora éramos muy unidos.

Tocamos la puerta.

-Pasen.- Se escuchó una voz de mujer desde adentro.

Entramos a la oficina. Ahí estaba la Sra. Benson sentada detrás de su escritorio. Frente a ella se encontraba el niño que había terminado de correr a la vez que mi hermano y yo. Movía mucho sus manos, parecía nervioso por algo.

Entonces vi algo en lo que no había reparado antes. Los hombres de traje que nos habían evaluado más temprano estaban observando la escena parados contra la pared, tan solemnes como siempre.

-Siéntense, por favor.

Nos sentamos en las sillas libres que quedaban.

-Se deben estar preguntando por qué están aquí. -Dijo uno de los hombres de traje.

Los tres asentimos.

-Muy bien, están aquí porque los resultados de sus pruebas, tanto las físicas como las mentales, han sido superiores al promedio.

¿Superiores al promedio? ¿Y eso que significaba?

-Eso significa que sus resultados fueron más altos que el del resto de sus compañeros.-Dijo al ver nuestra cara de desconcierto.

-¿Y eso qué significa?-Preguntó Leo haciendo la pregunta que los tres teníamos en la mente.

-Eso significa que vendrán con nosotros.

Aquila (Pausado)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora