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Ya habían pasado dos meses, faltaba un mes para volver a clases en su último año y Hinata no se había presentado ninguna vez cerca de la escuela a entrenar, Kageyama quería ir, pero estaba en reposo por su herida, había estado en cama como dijo el doctor y Yachi no se creía capaz de soportar sola la tristeza de su amigo, porque incluso ella seguía con pesadillas de ver a sus dos amigos en la acera rodando abrazados.

Pero en cuanto pudo caminar, el pelinegro tomó una maleta que había preparado desde hace tiempo y se dirigió a casa del central, la madre del pequeño se sorprendió al verlo pero esperanzada con que su hijo saliera de su habitación lo pasó ansiosa.

- Está en su habitación, no ha salido desde entonces - dijo jugando con sus manos preocupada - me alegra mucho que hayas venido, eres su amigo ¿no? - sonrió con notables ojeras en su rostro.
- ¿Puedo verlo? - pregunto afligido.
- Claro que sí, por favor pasa cariño - dijo guiándolo a su habitación - cariño - tocó la puerta - tienes visitas, es un amigo - dijo esperando respuesta pero su sonrisa tenue desapareció poco a poco por completo.
- Pasaré, ¿puede dejarnos solos por favor? - pidió y ella asintió.
- No come seguido y no me deja ducharlo, se que es mucho pedir, pero si pudieras.
- Vengo preparado - sonrió levemente dándole esperanzas a la señora.
- Gracias cariño - sonrió a punto de llorar.

El chico quitó el seguro por fuera a la fuerza y entró lentamente, estaba oscuro y algo polvoriento, como si no hubiera limpiado en esos dos meses, pero no había cochinero, no había nada, como si la habitación no estuviese siendo ocupada, excepto que si lo estaba, el pequeño estaba hecho un obillo en su cama, sin hacer nada, solo respirando, se acercó a la puerta del baño y preparó la tina en silencio, sacó de la maleta sales y pétalos relajantes y una vez listo sacó crema y toallas, ropa afelpada por el frío que empezaba a correr fuera.

Cuando volvió a pararse frente a la cama, el chico lo miró unos segundos antes de hacer lo que iba a hacer.

- Shouyo - susurró en su oreja y el chico lo miró, aunque no mostró mucho más que un poco de tristeza en su rostro y un ligero gesto de timidez - ven conmigo - pasó su brazo debajo de su cuerpo - aferrate a mi - lo atrajo hacia él sosteniendo sus piernas - puedes hacerlo cariño, abrázame - pidió y el pelirrojo enternecido por sus palabras lo abrazó del cuello así que el pelinegro lo pudo cargar al baño, la luz dejó ver el rostro cansado del central y sus ojos hinchados, sus mejillas y nariz rojas por el llanto al igual que sus labios, como un niño que llora a todo pulmón.

Tomó aire profundamente y bajó sus pantalones hasta quedar en boxers únicamente, los dejó lejos de la tina antes de entrar al agua tibia y sentarse con el chico sobre sus piernas, quitó la ropa de ambos hasta quedarse los dos en boxers y empezó a mojar su cabello con cuidado, el pelirrojo solo se recostaba sobre su hombro sin hacer ruido o moverse un poco, lavo su cabello y cuerpo y una vez quitó el jabón se sumergió un poco más en el agua para que las sales y pétalos relajaron su cuerpo.

- Kageyama - susurró con voz ronca, un poco seca.
- Dime - hablo tranquilo acariciando sus hombros y espalda con la punta de sus dedos.
- Fue mi culpa, ¿verdad? - inquirió y recibió un abrazo más fuerte - no debí de haber cruzado la calle sin mirar, de haberlo hecho... el seguiría vivo - empezó a llorar - fue mi culpa - repitió con voz quebrada - yo lo maté - sentenció llorando un largo rato, las puntas de sus dedos estaba bastante arrugada ya.
- No lo fue, los accidentes no pueden ser intencionados... nadie ahí quería que eso pasara - quitó el corcho de la tina para que empezará a vaciarse - ni tú, ni el, ni siquiera el conductor, nadie, nadie tuvo la culpa, fue un accidente.
- Pero... incluso me salvó la vida, si no me hubiera empujado - eso hizo tensarse al mayor, de solo imaginar que hubieran sido dos y no uno lo hizo sentir demasiado miedo.
- Te salvó la vida... y te pidió que fueras valiente y sonríeras, ¿no?.
- ¿Cómo podría olvidar sus últimas palabras? - su voz sonó un poco llorosa, pero cálidamente fue cubierto por una toalla que uso el pelinegro para secarlo suavemente.
- No las olvides, recuérdalo siempre, porque tu familia y amigos, yo... quiero verte feliz, sonriendo y enfrentando a todos valientemente - lo atrajo hacia él en un abrazo.
- ¿Por qué me ayudas tanto? - cerró sus ojos empezando a relajarse por el masaje en su espalda y hombros que estaba recibiendo por el colocador.
- Porque quiero hacerlo, no hay algo que quiera más... que ser tu apoyo en todo momento - sonrió levemente al sentir el corazón de ambos acelerarse, piel contra piel, compartiendo la temperatura de sus cuerpos.
- Gracias, Tobio - lo abrazó quedando dormido.

Lo levantó con cuidado y lo llevó a la habitación, apartó la vista para cambiar su boxer y le puso una pijama grande y de peluche, calcetas y peinó su cabello, aplicó bálsamo en sus labios, los cuales estaba tentado a besar, pero se enfocó en cargarlo nuevamente, la madre del chico al verlo salir recién bañado y durmiendo relajado empezó a llorar aliviada.

- Muchas gracias cariño - dijo acariciando la mejilla de su hijo - mi bebé - limpió sus propias lágrimas mirándolo con cariño.
- ¿Podría dejarlo en otra habitación?, quisiera limpiar ésta - pidió educadamente.
- Te guiaré a una nueva habitación, pensé en que sería bueno cambiar de aires y arreglé bien la habitacion de invitados, vamos, yo limpiaré ésta - empezó a caminar y la siguió hasta dejar al chico en la cama, pero seguía aferrado a su cuello - puedes quedarte con el, prepare su comida favorita, así que traeré un poco más tarde.
- Gracias - sonrió el pelinegro aún inclinado queriéndolo recostar pero no lo soltaba, la señora sonrió y palmeó la cama para que se recostara el también, lo hizo sintiendo como el menor se aferraba a el acurrucandose y la señora los arropó.
- Gracias a ti cariño - acaricio su cabello y se marchó cerrando las cortinas y apagando las luces.

Cicatrices (Kagehina)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora