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Despertaba con un ligero aroma a bosque y leña, sintiéndose como si estuviera en medio de uno acampando frente a una fogata, ese ambiente lo tranquilizaba tanto, que aunque tuviera presentes sus preocupaciones, no eran tan pesadas, parpadeó acostumbrándose a la luz ambarina que entraba por entre la cortina y notó ligeras caricias en sus hombros, proporcionadas por la punta de los dedos de alguien, tan cuidadosamente, lento y suave, que podía sentir mucho aprecio en el gesto, al levantar la vista se topó con la mirada azul del chico que estuvo con el toda la mañana, se sonrojó al recordar cómo lo duchó, secó, le dió un masaje y lo vistió, para al final terminar mimandolo en la cama.

- ¿Dormiste bien? - paró las caricias tallando sus ojos y asintió en respuesta - bebe un poco - acercó un termo, agua pura, sentía su garganta aclararse, sin darse cuenta había estado muy seca.
- Gracias - se dejó caer sobre su pecho cansado, el agotamiento por no dormir más que una o dos horas por día era demasiado.
- Vayamos a comer algo, ¿si? - propuso pero desinteresado no movió un músculo, no hizo falta pues el mayor lo sentó frente a el y colocó una mesita en la que estaba servida su comida favorita, no tenía apetito, pero cuando le dio la comida en la boca y probó la calidez del caldo empezó a lagrimear, estaba recibiendo tanta atención y amor que no podía sentirse mal en lo absoluto, y eso le hacía sentir un poco de culpa, que se borraba con cada gesto que le daba cariño a su cuerpo y la calidez de una comida casera, sin darse cuenta terminó todo y se echó de espaldas contra el pecho del chico, este acomodó la mesita a un lado y volvió a acurrucarlo, no quería ser una carga, pero el sueño lo venció y cerró sus ojos nuevamente.
- ¿Seguro que está bien?, me alegra que lo hagas sin embargo - escuchó la voz de su madre.
- Gracias por dejarme quedar - escuchó la voz profunda y calmada del chico.
- Que descansen, buenas noches - se despidió y escucho la puerta cerrarse, seguido de eso el chico pasó de estar sentado a recostado a su lado y lo abrazó contra él.
- Descansa - susurró antes de besar su frente, sonrió ligeramente antes de volver a dormir.

Cuando volvió en si nuevamente escuchaba los pájaros cantar y la luz del sol entrando a caudales por entre las hojas de los árboles pegaban en todo su cuerpo calentando esas zonas, a su lado y entre sábanas blancas y cuadrados negros, un chico pelinegro dormía profundamente, sus pestañas y cejas tupidas, labios grandes y algo pálidos, nariz perfilada y rostro simétrico, se sonrojó por estar entre sus brazos y bajó la vista apenado, pero lo abrazó pasando un brazo por debajo de su cuerpo y el otro por debajo del brazo del chico, suspiró sintiendose descansado y renovado, no era permanente pero por el momento estaba en paz y tranquilo.

- Buenos días - escuchó la voz rasposa y adormilada del chico frente a el.
- Buenos días - respondió y al escuchar la pequeña risa del mayor, giró su cabeza para ver una hermosa pero ligera sonrisa, que se contagio a sus labios inconscientemente.
- Me gusta esa sonrisa - acaricio su mejilla sonrojando hasta el tope al pobre chico - Shouyo - lo abrazó besando su frente - ¿dormiste bien? - se puso a la par del rostro del chico acelerando su corazón.
- Si, gracias - respondió sin apartar la vista de sus ojos.
- Me alegra, ¿quieres bajar a desayunar? - propuso, algo indeciso asintió y sintió sus piernas temblar un poco al pararse, también se mareó un poco a lo que perdió el equilibrio pero el mayor lo sujetó de hombros y cintura, se colocó detrás de él y poco a poco estiró sus brazos, piernas, espalda y su cuerpo en general, dando paso por paso juntos hasta poder caminar solo, pero sin soltar su mano, nada más bajar las escaleras sintió algo pequeño aferrarse a sus piernas.
- Buenos días Shouyonii-chan - escuchó la alegre voz chillona de su hermana y sonrió.
- Buenos días Natsu - acaricio su cabello y ella jaló su mano hasta la mesa riendo.
- Buenos días cariño - besó su frente su madre ayudándolo a sentarse al igual que su hermana.
- A desayunar - corrió a tomar la mano de Kageyama la pequeña y lo sentó junto a su hermano, luego a su mamá y se sentó feliz empezando a comer.

La mesa estaba en silencio pero era un ambiente alegre, las dos mujeres no cabían en su alegría de ver al chico salir por fin de su habitación y sentarse a comer con ellas.

El pelirrojo observó la compañía en la mesa y sonrió ligeramente, gesto que nadie pasó desapercibido, por fin poco a poco empezó a comer las tres comidas diarias, una semana de constantes visitas del pelinegro lo llevó a por fin decidir ir a entrenar, aunque tenía pánico de cruzar la calle solo, así que era el colocador quien iría por el y lo dejaría en casa, de hecho se mudó esa semana junto a él, como vivía solo no hubo problema con ello, los sentimientos de invadir una casa fueron despechados cuando era la madre del central quien insistía en que se quedara.

Le gustaba despertar en su compañía y que se quedara a hacer su rutina pues aún le costaba no llorar en ocasiones o perderse imaginando aquella escena.

Ambos estaban vistiéndose para ir a entrenar y miró que el chico se colocaba una tobillera, algo preocupado recordó que ambos habían tenido una herida, la suya era pequeña pero sin darse cuenta su mano estaba sobre su cintura donde estaba la cicatriz, miró el espejo a su costado y levantó su playera mirando la cicatriz, el recuerdo de un mensaje no leído esa mañana lo hizo sentir la necesidad de buscar su celular, pero seguía en su antigua habitación, además de destrozado.

- ¿Qué sucede? - bajó su playera Kageyama acariciando su cabello.
- Esa mañana, me llegó un mensaje suyo - dijo recordando - pero, no pude leerlo.
- Hay que reparar el celular primero, le diré a tu madre - el pelirrojo asintió algo perdido hasta sentir la mano del colocador entrelazar sus dedos saliendo de la habitación, seguido de la partida de la casa - ¿listo? - sonrió antes de subir al autobús.
- No sueltes mi mano - dijo algo asustado recibiendo una sonrisa del pelinegro.
- No lo haré - besó su frente.

Cicatrices (Kagehina)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora