Moon Tales [Omegacember || KaiSoo]

19. Colmillos

Temática: Vampiros
Relación: Alfa x Alfa

Kim JongIn, el hijo menor de uno de los clanes más poderosos del submundo, estaba realmente jodido y cabreado consigo mismo, mientras esperaba en una suite de un hotel de los humanos durante el día, con las cortinas cerradas, por supuesto y con la tenue luz gracias a  una de las lámparas a su lado. Ajustaba y desajustaba la coleta de su cabellera rojiza, con la paciencia al límite.

Era una estúpida broma del destino que lo tenía a punto de cometer un grave ¡muy grave! Error. Pero allí estaba esperando a que el bastardo ingresara por esa puerta y así finiquitar el asunto que tenían pendiente. Tomó de un solo trago el vaso de whisky que apenas le generaba un ligero cosquilleo al bajar por su garganta. Estaba hambriento y con una molestia que iba creciendo al interior de sus pantalones. Al final desajustó la coleta que amarraba su cabello y dejó que cayera sobre sus hombros.

—¿Dónde demonios está? —preguntó para sí mismo, aún sentado sobre una silla otomana.

Faltaba cinco minutos para el medio día.

Sus dedos se apretaron sobre el cristal hasta que este se hizo añicos; pero el vampiro alfa apenas se inmutó. Sus ojos seguían clavados en la puerta a la espera que apareciera su invitado.

Kim JongIn había regresado a su clan en Corea, luego de ausentarse 30 años en una travesía por Europa oriental afianzando alianzas con otros clanes. A la llegada, sus hermanos mayores, le tenían preparado un harem de vampiros omegas a su entera disposición en la mansión familiar. Un lío de feromonas dulces y refrescantes que hicieron que sus ojos se enrojecieran y sus colmillos descendieron dispuesto a devorar su festín directamente de sus cuellos.

Pero en ese momento, fue sacudido por otra fragancia, una mucho más oscura y penetrante, supo que no pertenecía a uno de los omegas allí reunidos. Sus encías empezaron a dolerle, sus músculos se tensionaron y un gruñido rasgó su garganta cuando más de ese aroma se apoderaba de sus instintos, que le exigían que atrapara al omega de peculiar aroma, enterrara sus colmillos en su cuello y se saciara de su sangre.