Respira

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El televisor estaba encendido. Mei lo observaba con una expresión adormecida, sentada en el suelo y envuelta en una manta. Las imágenes grises apenas podían distinguirse de lo difuminadas que estaban.

''Un nuevo asesinato se ha producido en el Centro. Se les ruega a los ciudadanos que permanezcan en sus casas'', decía la mujer de las noticias. El sonido era malo, y se escuchaba entrecortado.

La muchacha alargó el brazo hasta la antena que se encontraba encima del antiguo televisor. La movió hacia la derecha y hacia la izquierda, intentando mejorar la sintonización, sin éxito. Apagó la pantalla.

El reloj daba las nueve y media de la noche. Su madre aún no había vuelto, y su padre tampoco. Estaba sola en casa.

Se levantó, con la manta sobre los hombros. Se puso de puntillas para alcanzar la cuerda de la lámpara colgada del techo, tirar de ella y encenderla. La bombilla emitía una luz tenue y temblorosa.

Las paredes, mohosas y agrietadas, se habían humedecido por la lluvia. La madera de las puertas y las ventanas también estaba mojada. Eso hacía que el piso estubiera aún más frío.

Mei suspiró y se echó sobre el viejo y descuidado sofá, el cual produjo un ligero gemido, proveniente de sus muelles oxidados.

Las gotas de agua sonaban contra el cristal de las ventanas con agresividad, amenazando con romper las paredes.

La muchacha se agazapó en una esquina del sofá y se envolvió más en su manta.

Era tarde. Muy tarde. Y estaba cansada.

Cerró los ojos lentamente, y cayó como un muerto. Pero su respiración podía escucharse por toda la estancia. Era la respiración de un muerto que lucha por seguir viviendo.

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