Cópula

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Los rayos de sol que conseguían atravesar el escudo de nubes y humo del cielo se colaban por la ventana. Mei se levantó de un salto de su colchón y se puso su uniforme gris. Cogió su mochila y, antes de salir de casa, se dirigió a la habitación de sus padres. Ambos estaban en un colchón del mismo tamaño que el suyo, abrazados, amantándose el uno al otro con sus cuerpos. La muchacha compuso una sonrisa ladeada y, acto seguido, salió corriendo del piso. Bajó las viejas y mohosas escaleras del edificio a toda prisa.

Salió a la calle. Era un día gris, como todos los días.

Los altos y mugrientos edificios se alzaban sobre los transeúntes, que caminaban con un ritmo constante y con un aire apagado.

Un aura de angustia envolvía las calles.

Mei comenzó a andar en la misma dirección que todo el mundo.
Pronto comenzó a asomar la cabeza de la Cópula, y a medida que se acercaba se distinguía mejor su estructura. Era una media esfera incrustada en el suelo. Estaba hecha de hierro fortalecido, pero las enredaderas que la recubrían hacían que pareciera más vieja de lo que realmente era. De repente todos se pararon delante de un gran portón de color cobrizo. Entonces se escuchó una alarma chirriante e insoportable que hizo que la puerta se abriera lentamente. Los ciudadanos fueron pasando, todos con una expresión monótona en sus caras. Mei formaba parte de ese conjunto.

Al entrar, se diferenciaba claramente una división en la ciudad. Una parte estaba bañada por edificios de piedra decorada y metal; la otra parte, eran simples bloques de cemento gris dispuestos al azar.

Cada persona se dirigía hacia su respectivo trabajo. Unos iban a las fábricas, otros a las minas, y los más afortunados iban a la zona brillante, para hacer su labor como sirvientes o limpiadores.

Mei iba a la escuela, la única que había. Era un gran cubo de piedra gris y mohosa, como todos los demás, pero de mayor tamaño. Todos los alumnos se dirigían hacia allí.

De repente notó que alguien le pellizcaba un brazo. No desvió la mirada del frente.

-Buenos días- dijo Mei en un susurro.

-¿Qué tal están tus padres?-dijo una voz masculina a su lado, en un tono discreto.

La muchacha no respondió a la pregunta. Unos segundos de silencio después, dijo:

-Los correctores están por todas partes últimamente. Mi padre vio un escuadrón de ellos liderado por un lector.

-¡¿Un lector, en la zona de fábricas?!

-Creo que es porque hace una semana unos trabajadores intentaron salir de la fábrica en hora de trabajo...

El muchacho que estaba a su lado chasqueó la lengua.

-¿Esta noche vas a venir?

Mei se quedó callada un momento.

-Sí- respondió finalmente.

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⏰ Última actualización: Jul 18, 2016 ⏰

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