Ne partez pas sans moi

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Ya se olía en el aire: pronto sería la graduación de las alumnas de sexto de las tres escuelas de la colina. También se anunciaría a las nuevas Étoile. Las actuales, Hikari y Amane, no podían repostularse ya que esta última era una de las futuras graduadas. Aun así, corrían rumores de que las candidatas de Spica retendrían los puestos.

Eso sí, aquello era lo último en el panorama de Tamao.

La presidenta de Miator, aunque designó candidatas de su escuela, estaba más concentrada en el tema Chikaru. Un día, a solas en su oficina, se llevó la mano al pecho; necesitaba sopesar todo.

«¿Qué siento por Chikaru-san?... La estimo, sí, pero... Aunque... —se llevó los dedos a los labios— ese beso accidental se sintió... bien... ¿Qué respuesta le daré al final?... Tiene que ser pronto... La próxima semana será la graduación de las de sexto año... Debo responderle para entonces...».

—Tamao-san, las candidatas a Étoile tendrán su práctica de baile en este momento. La necesitan en el lugar —le dijo la vicepresidenta de Miator, entrando al despacho.

—... ¡Ah! Gracias por avisarme. Iré enseguida.

La chica salió, dejando a la peliazul sola. Esta quería seguir pensando en Chikaru, pero tenía que atender sus responsabilidades para con su colegio y sabía que sus aspirantes a Étoiles confiaban en ella para alzarse con el triunfo. Sin perder más tiempo, se levantó de su silla y siguió a la vicepresidenta; lo de su colega de Lulim debía quedar para después.

(...)

—Uno, dos. Uno, dos, Uno, dos. Uno, dos.

Las candidatas de Miator ensayaban el baile de salón ante la mirada del consejo estudiantil de su escuela. Tamao aplaudía marcando el compás, pero su cabeza no estaba del todo ahí.

—Chicas, se mueven bien, pero lucen un poco descoordinadas para mi gusto —comentó la vicepresidenta.

—Opino igual. Es más, vi sus pies y hubo momentos en los que casi se enredaron —afirmó la secretaria—. ¿Cuál es tu impresión, Tamao-san?

—Pues... sí, concuerdo con ustedes —dijo casi en automático, como despertando de un ensueño.

—¿Te ocurre algo? —preguntó la vicepresidenta al captar su tono de voz.

—... Nada, son cosas sin importancia.

La peliazul no quería mencionarlo, pero al ver a sus compañeras bailando, se imaginó a Chikaru y a ella al ritmo de un vals. Aquellas muchachas de fantasía tenían una conexión inigualable, mucho mayor que las candidatas a Étoile de cualquiera de las tres escuelas.

A pesar de la felicidad que le provocaba dicha visión, Tamao debía enfocarse en el presente, en lo que estaba frente a ella.

—Bien, chicas, vayamos de nuevo. Uno, dos. Uno, dos, Uno, dos.

(...)

El tiempo apremiaba. En su habitación en el Dormitorio Fresa, Chikaru miraba la ventana con algo de pena; la ceremonia de graduación sería en solo unos días y Tamao no le había dicho nada sobre lo que conversaron tiempo atrás. Colocándose la mano sobre el corazón, la pelinegra suspiró con tristeza.

«Supongo que debo tomar esto como una respuesta», pensó.

Tenía que admitirlo: en la colina había vivido momentos maravillosos, conoció a gente que se volvió muy preciada para ella y, a pesar de un par de sinsabores, sus recuerdos eran más bien felices. Sin embargo, sin proponérselo, aquellas memorias gratas se veían empañadas por el manchón del silencio; no se arrepentía de haber confesado sus sentimientos a la chica que le gustaba, pero ahora la espera hacía de las suyas, como una capa de plomo sobre los hombros.

Una novia para TamaoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora