–¡Rebeca! Mira como está esto. ¡Hay chicos guapos por todas partes! Rox tenía razón, este local es mucho mejor que en el que hemos estado antes.
Mi amiga Lola me ha convencido para salir a tomar unas copas y así poder celebrar juntas que el lunes comienzo un trabajo nuevo. Necesitaba tanto cambiar de aires y largarme de la antigua empresa... Entre otras cosas porque da la casualidad de que mi jefe es el padre de mi exnovio y últimamente me está haciendo la vida imposible.
Hacía al menos tres meses que no salía de casa. Tras separarme de Diego, perdí las ganas de todo y si no es por Lola que con su insistencia siempre gana, ahora mismo estaría en la cama o atiborrándome helado mientras lloro con absurdas películas románticas.
–Guau... –digo sin mucho ánimo. Lo que menos me apetece ahora mismo es estar rodeada de hombres. Desde que sorprendí hace medio año a mi ex con otra en la cama, no he querido volver a saber nada de ellos y, por más que intento mentalizarme de que no todos son iguales, no puedo. Y más cuando me traen a estos lugares.
–¡Mira qué bien baila ese de ahí! –Se acerca a él– Voy a ver si me lo ligo. Espera aquí.
Como imaginaba no tarda en dejarme sola. No es la primera vez que hace algo así, pero ha insistido tanto en que viniéramos, que no me ha quedado otra opción solo para que se callara. Puede llegar a ser insoportable.
Camino hasta la barra para ordenarle al camarero lo que quiero y cuando me sirve la bebida, un grupo de chicos se marcha, dejando un hueco libre. Me acomodo en uno de los taburetes donde antes estaban ellos y cruzo los dedos mientras espero. Ojalá la calentorra de mi amiga esta vez tarde poco. Cada vez estoy más segura de que es ninfómana. Si por ella fuera, estaría practicando sexo a todas horas.–Hola. –Un tipo de unos cincuenta años me saluda antes de que termine de sentarme–. ¿Qué tal, guapa?
–Hola... –Enarco una ceja. Espero que no venga buscando lo que creo.
–¿Cómo te llamas? –En su segunda frase puedo notar que está algo ebrio.
–Disculpe, no me apetece hablar. No he tenido un buen día. –Miro hacia otro lado rezando para que pille la indirecta.
–No te cuesta nada decime al menos tu nombre –insiste.
–De verdad, no me apetece hablar. –Trato de ser lo más educada posible.
–¿Te pasa algo conmigo? –Da un paso hacia mí y tiene que sujetarse para no caerse. Parece más perjudicado de lo que creía en un principio y opto por ignorarle– ¡Eh! Te estoy hablando. -Se acerca más y pone su mano en mi hombro.
–Por favor, déjeme en paz. –Se la retiro con rapidez–. No me toque.
–¡Perra maleducada! –Viendo que le cuesta controlarse y que las cosas están empezando a ponerse feas, decido ir en busca de mi amiga cruzando los dedos para que no me siga.
En el momento en que me pongo de pie, no me da tiempo a nada y agarra mi brazo.
–¿Qué haces? –Forcejeo– ¡Déjame!
–Vamos a que nos dé un poco el aire, tengo una habitación aquí cerca y podríamos...
–¡Qué me dejes! –No me interesa lo más mínimo lo que me está ofreciendo y, aunque sacudo mi brazo nerviosa, no consigo quitármelo de encima.
–¡Eh, tú! –Alguien le grita– Te está diciendo que la dejes en paz. ¿Qué parte no entiendes?
–¡Pírate! Yo la vi primero –replica como si solo por eso tuviera derecho sobre mí–. ¡Búscate a otra!
–No pienso irme contigo a ningún sitio, ¡idiota! –Empujo su cuerpo para quitármelo de encima, pero se agarra con fuerza a mi cabello y me hace daño.
Al ver la escena, el hombre que lo reprendió antes, salta varios escalones para llegar hasta nosotros y, cuando lo hace, sin saber muy bien cómo, le propina una rápida y certera patada en la entrepierna, dejándolo inmóvil al instante.
–¡Madre mía! –Exclamo incrédula al tiempo que mis ojos se abren como platos. No puedo creer lo que acabo de ver. El pervertido cae a mis pies hecho un ovillo y, aunque la música está bastante alta, puedo escuchar sus lloros y lamentos– Eso ha debido doler... –silabeo con la nariz arrugada.
–Esa era la idea. –Oigo al hombre reír y cuando alzo la mirada, puedo ver como alisa su traje azul a la vez que coloca su corbata roja. No debe temer más de treinta años–. Mi nombre es Kyron. –Me ofrece su mano y al tomársela, puedo observarlo mejor–. Lamento que hayamos tenido que conocernos en un momento así.
–No se preocupe, Kyron. Muchas gracias por la ayuda. Yo soy Rebeca. –Se la aprieto dándome cuenta de que es bastante atractivo y mi piel reacciona a su contacto como si quisiese decirme algo.
Debe medir alrededor de un metro noventa y, pese a que hay poca luz, puedo apreciar que su cabello es de color castaño. Está peinado a raya y, aunque lleva los laterales casi rapados, luce un perfecto y moldeado tupé.
–No debería venir sola a lugares así, señorita. Hay muchos degenerados sueltos. –Vuelve a colocar su corbata y no puedo evitar fijarme en sus grandes y fuertes brazos. Sin duda se cuida e intuyo que mucho.
–Oh... –Busco con la mirada entre la gente–. No estoy sola. Vine con una amiga –por más que miro, no la encuentro–, pero debe de haber encontrado un plan mejor... –Desisto avergonzada y le sonrío.
–Si me lo permite, puedo invitarle a una copa mientras regresa. –Señala mi vaso vacío y dudando por unos segundos, finalmente asiento. No tengo otra cosa mejor que hacer y que menos que dedicarle unos minutos para agradecerle lo que ha hecho.
–De acuerdo, está bien. Aunque no sé si debería tomar más –confieso–. Es la tercera que me bebo en lo que va de noche y no estoy acostumbrada.
–Un día es un día. –Levanta la mano hacia el camarero y este no tarda en venir. Nos toma nota y al poco, regresa con las copas.
Los minutos pasan y la copa se convierte en otra y después en otra más...
En algún momento perdemos las formas y nos tuteamos como si nos conociéramos de toda la vida. Reímos, me enseña algunas imágenes graciosas en su precioso teléfono de última generación y el alcohol, como se veía venir, no tarda en hacerme efecto. Una hora después, comienzo a notar que me cuesta centrarme en nuestra conversación y lo único que hago es mover la cabeza de manera afirmativa para disimular mi embriaguez, pero por su gesto arrugado, sé que se da cuenta.
–Creo que debería...–Intento ponerme en pie, pero no puedo– Debería irme a casa. –Todo me da vueltas–. El lunes es mi primer día en el trabajo y... –hipeo– Y si no duermo bien esta merluza que me he pillado por tu culpa... creerán que estoy enferma –carcajea–. Me debo ver horrible ahora mismo, ¿verdad?
–No, tranquila. Te ves bien. –Vuelve a reír y entiendo que solo estoy diciendo idioteces.
–Qué vergüenza, no me hagas caso. –Trato inútilmente de disculparme y cuando por fin logro levantarme, me tambaleo.
–Quizás deberías llamar a tu amiga... –Se pone en pie para ayudarme.
–¿Qué amiga? –Me mira extrañado y frunce sus cejas. Debe estar creyendo que le mentí cuando le dije que vine acompañada–. Desde hoy Lola ya no es mi amiga. –Le aclaro y veo como relaja sus hombros.
–Desde luego que si te deja tirada así, no lo es mucho... –replica con tono burlón, pero sé que en cierto modo tiene razón. ¿Por qué siempre me hace lo mismo? Empiezo a creer que solo me utiliza para no venir sola.
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KYRON
RomanceEn un nuevo intento por superar su reciente ruptura, Rebeca entra en local de copas junto a su amiga y, sin saberlo, conoce allí al gran Kyron Goumas. Uno de los diez hombres más ricos e influyentes de Grecia que está de negocios en la ciudad. Arrog...