Besos en las sombras
AMELIA
Nadie dijo nada. Ni siquiera la miraron cuando hizo ademán de despedirse, así que se escabulló sin hacer escándalo hacia la otra habitación, mientras sus amigos bailaban y reían. De seguro Nick ya habría encontrado otra pareja de baile.
Sus voces disminuyeron hasta perderse en un susurro que Amelia optó por ignorar. Rayan estaba de pie junto a una de las ventanas: el humo de los cigarrillos se asomaba por el pasillo, alumbrado por la luz de la luna que entraba a raudales por el cristal. Esa misma luz plateada era que rebotaba en su silueta, en su perfil y en su oscuro cabello.
Supo que él se dio cuenta de su presencia porque en seguida la electricidad zumbó en el aire. Eran pocas las veces en que Amelia se relajaba, que bajaba la guardia, pero cada vez que Rayan estaba presente era como si todo lo demás dejase de existir. Ni siquiera recordó que, minutos antes había estado gritando y peleando en esa misma habitación.
La imagen de Rayan junto a la ventana... se veía tan solo, tan triste... era el retrato de la nostalgia. Se le hizo un nudo en el estómago.
—¿Qué haces aquí? —fue lo único que se le ocurrió para romper el hielo.
El muchacho no se volteó; tampoco respondió. Se limitó a suspirar y a permanecer inmóvil. Se acercó a él con paso lento y posó la mano en uno de sus hombros. En seguida Rayan se tensó bajo su tacto, y Amelia no puso sino imaginarse los músculos contraídos debajo de esa maldita camiseta.
Finalmente, el chico se dio la vuelta, atreviéndose a encararla.
—Tú te crees que todo es un juego, ¿no es así? Te pasas la vida de aquí para allá, tonteando, riendo como si todo fuera tan fácil, y nunca te importa quién sale herido en el proceso.
Amelia sonrió burlona. No quiso demostrar que sus palabras le dolieron. Sí, había jugado mucho en el pasado, pero él no era inocente tampoco.
—¿De verdad eso es lo que crees?
Silencio. Rayan la miró como si lo dudara, y por ese segundo Amelia pensó que lo negaría, sin embargo, no lo hizo.
—Sí. De verdad lo creo.
Fue como si un extraño y ambiguo bloque de concreto cayera entre ellos. Amelia no demostró emoción alguna, más que la pequeña sonrisa de suficiencia que le dedicó: su orgullo inquebrantable estaba por sobre todo y todos. A pesar de ello, sintió un raro dolor en el pecho que nunca había experimentado.
—Entonces, ¿por qué no te alejas? —inquirió—. Si crees no me importa nada, que para mi todo es un juego, ¿por qué sigues jugándolo?
—Yo no...
Amelia no lo dejó hablar.
—Si no es lo que quieres, entonces vete, deja de mirarme como si estuvieras desvistiéndome. Deja de buscarme, deja de besarme cada vez que estamos solos, deja de llamarme, de hablarme de tu vida, de desearme las buenas noches. Deja de tratar de encontrarme entre las multitudes, de tocarme... deja de verme como si estuvieras enamorado de mi.
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Acompañantes
ParanormalCinco amigos. Una casa abandonada. ¿Quieres acompañar? En la noche de Halloween, cinco chicos entran en una casa abandonada para continuar con la fiesta, el baile y la bebida. Han sido amigos desde hace años, sin embargo, todos ellos esconden secret...