Escucho los pasos lentos afuera de mi habitación, la perilla comienza a girar y al abrirse se muestra una chica, es mi compañera de cuarto. Arath.
—Buenos días —saluda ella. Caminando directo a su cama.
Su maquillaje esta corrido. El perfecto delineador que suele hacer ahora se ha convertido en una gran mancha que rodea sus ojos.
—Buen día —saludo con la seriedad que me caracteriza—, saldré. Tengo clase a la primera hora.
Ella asiente y se lanza a su cama.
Cierro la puerta detrás de mí y dejo salir un gran resoplido.
En ocasiones como esta me siento cansada, son las siete treinta de la mañana, hace frío y tengo clase de literatura. Además, soy estudiante de Lenguas y literatura.
Evidentemente mis papás no me apoyaron con la decisión de estudiar esta dichosa carrera.
Así que hice lo que desde que tengo memoria he hecho. Trabajar, tener buenas calificaciones y conservar mi beca. Una beca del noventa porciento, gracias a mis notas.
Camino por el enorme campus de la Universidad, y observo a los diversos grupos, hay quienes se dedican a no entra a clases, mientras que otros se dedican a investigar más de lo que deberían acerca de sus carreras.
Yo solo me dedico a la única forma de vida que conozco, sí, tengo amigas, pero todas están en distintas Universidades y prefiero no entablar una nueva amistad.
Al entrar al pequeño edificio de mi facultad, camino directo al salón número 12, con la maestra Madeline Samaniego.
Aún no hay nadie en el salón, comúnmente siempre que llego este esta solitario.
Voy hacia uno de los pupitres, el de la parte de frente. Así evito conversaciones incomodas con casi todos mis profesores.
Y al alzar la vista entra mi maestra, como dije, la señorita Madeline.
Con su común falda de cuero sintético que le llega al menos cinco dedos arriba de la rodilla, color negro. Una camisa blanca y perfecta, y un saco del mismo color de la falda. También trae consigo sus distinguidos tacones rojos de diseñador. Algo altos, parecen lo suficientemente incómodos.
—Buenos días, Jules —me saluda.
Levando la cabeza y le dedido un asentimiento.
—Buen día —le digo a la mujer de casi treinta años.
No tardan en llegar mis demás compañeros, y cuando la clase esta completa, esta empieza.
—Jules, no te vayas al final de la clase. Debo darte un aviso —me dice la maestra antes de comenzar, asiento y me dedico a escuchar la clase.
***
Cuando la clase termina me quedo sentada en el pupitre.
Y mi maestra se sienta en uno de los pupitres, frente a mi.
—Bueno, Jules... —dice y se detiene con nerviosismo.
—Vaya al grano —le pido.
—La encargada de administración me ha asignado la tarea de darte esta noticia —suspira—, el edificio de tu residencia será destruido y deberás desalojarlo, tú y tus demás compañeros.
Asiento: —Supongo nos reubicaran en algún área de las demás residencias ¿no?
—Jules, esa es la noticia. Debes desalojar lo antes posible, la reconstrucción y resignación de residencias será hasta dentro de dos meses —dice ella y bufo.
ESTÁS LEYENDO
Amar a Dios en tierra ajena | Trilogía Eroticamente Prohibido #1
RomanceJules solo conoce un ritmo de vida: ser una estudiante ejemplar y mantener su beca universitaria. Pero su mundo cambia drásticamente al conocer a Aidan. Por un giro inesperado, relacionado a un error en el sistema, ambos terminan compartiendo más ti...