Habían pasado meses desde que despidió a su familia, sentía que su corazón salía por la boca al correr las calles de Asunción, el cielo estaba brillando con un azul que hacía recordar aquel año nuevo del 1864, entre lágrimas y sonrisas se dirigió su casa sin que nadie lo detenga.
El sentimiento que lo rebosaba era el mismo que sentía cuando habló por primera vez con Amada en aquel pequeño mercado del pueblo.
Sentía nervios en el estómago, le sudaban las manos, colocaba bien su camisa, y cuando al fin se animó de coraje, fue a hablarle a la joven.
- "Buenos días, perdón por ponerme en tu camino, es que ví las telas y necesito hacerte una pregunta"
- "Buen día ¡sí con gusto!" respondió amablemente la joven.
- "Quiero regalarle un vestido a mi mamá ¿sabe dónde puedo conseguir alguna modista?".
- "Mi mamá y yo hacemos distintas clases de vestidos, no cobramos caro, puedo mostrarles los vestidos hechos para que se fijen mejor en los detalles".
- "¡Excelente! ¿Dónde podemos encontrarte?"
- "Trabajamos en casa, estamos cerca de la iglesia, al frente tenemos un árbol de mango grande y varias rosas alrededor de la casa, si se pierden, pueden preguntar dónde vive la familia Zarza".
- "Seguro que mi mamá conoce, ella es hija de José Fernández, vivimos en la altura del pueblo, mis abuelos venden sus verduras en el mercado ¡pero qué maleducado soy! soy Juan Fernández" extendió su mano rápidamente.
- "Tampoco me presenté" contestó entre risas "Amada, hija de Juana Zarza" extendió su mano para saludarlo.
Juan sintió cómo su corazón latía más fuerte al tocar su mano, no dejaba de sonreír. Aunque quería seguir charlando, tenía que dejarla para volver a su casa y poder convencer a su madre de comprar el vestido.
- "Bueno, llevaré a mamá en la tarde".
- "Estaremos esperando, adiós". Juana ondeó su mano para despedirse y marcharse a su casa.
Juan ondeó su mano para despedirla, seguía con una sonrisa enorme y corrió a la casa de sus abuelos. No podía creer que al fin encontró a Amada, su corazonada no mentía cuando la vió y supo que era ella.
Al llegar a la casa, Juan revisó su monedero, con atención contó las monedas que tenía, no eran suficiente para un vestido, buscó a su padre para tener una conversación.
-"Papá, quiero regalar un vestido a mamá, necesita uno nuevo para las fiestas en Asunción" aseguró que no se oyera temblado al decirlo. "Tengo para la entrega, pero necesitaría el resto para cuando termine, te prometo devolverte ni bien gane algo enseñando en la escuela".
Juan enseñaba matemáticas en una escuela en Asunción, no ganaba mucho, pero servía para que pueda tener ahorros.
- "Está bien, pero espero que no sea caro" dijo su padre sin dudar, después de todo Juan no le daba dolores de cabeza con problemas.
- "La modista es Juana Zarza, seguro conocen a la familia, su hija dijo que no cobran caro"
- "Ah, les conocemos, si te dijo eso es porque así es" volvió a recostarse en el sillón alzando sus pies sobre un pequeño tronco de árbol viejo.
Convencer a su madre sería fácil, le gustaba los regalos, y mejor si eran vestidos. La encontró en la cocina con su abuela, estaban preparando la harina de maíz sobre la mesa para más tarde hacer sopa paraguaya.
- "Mamá vamos a la casa de los Zarza esta tarde, tengo una sorpresa para vos".
- "¿Qué sorpresa? Decime ahora porque tengo que hacer sopa con tu abuela dentro de un rato y preparar el tatakuá".
- "Es para que te midan, para tu nuevo vestido, ya está todo pagado".
- "Ay mi hijo, para qué vas a gastar, bueno, no me viene mal uno nuevo para usar por el centro de Asunción" respondió alegre su madre.
- "La señora Juana hace lindos vestidos, todo lo que tengo en mi ropero hizo ella con su hija" dijo la abuela desde el fondo de la cocina.
- "Antes de que metan la sopa al tatakuá vamos, ahora buscá leña con tu papá y tu abuelo".
- "Está bien mamá". Le dió un beso en la mejilla y se retiró de la cocina.
Juan seguía con una sonrisa, juntando leñas, su abuelo dijo:
- "Conozco bien por qué estás tan animado, a quién seguro le hablaste hoy que te tiene tan contento, hasta tus ojos te brillan".
- "Nadie abuelo, me alegro de volver por acá".
- "Hoy le lleva a su mamá a medirse, doña Juana Zarza le hará un vestido, seguro le vió a su hija por eso está tan contento" gritó su papá que estaba detrás de ellos.
- "Ah con razón, así mismo estaba yo cuando cortejaba a tu abuela" con una risa respondió su abuelo "no te olvides de ser siempre educado y respetuoso con la gente".
- "Y no presiones tanto con ella ni con la familia, todo a su tiempo" dijo su padre con un tono más serio.
- "Apenas le hablé hoy, todavía no nos conocemos, no se apuren" tiró Juan las leñas junto al tatakuá y se retiró, sentía algo de vergüenza, nunca escoltó a una chica, no sabía por dónde empezar, siempre se enfocó en sus estudios. Agradeció por los consejos y fue a lavarse la manos para el almuerzo.
Al terminar de lavar los platos después del almuerzo, Juan y su madre fueron hasta la casa de los Zarza. Estaba nervioso, le volvían a sudar las manos, pero no evitaba sonreír a medida que llegaban cerca de la iglesia, levantaba la vista buscando el árbol de mango más alto cerca de la iglesia, no hacía falta preguntar a los vecinos dónde quedaba la casa, su madre conocía.
Al llegar a la casa, la madre de Juan aplaudió, pronto salió Amada, él sentía que le palpitaba el corazón más fuerte que nunca.
Corrió hasta no sentir los pies, al doblar la esquina que daba hacia su casa, sintió como tomaba más fuerza sus piernas, pronto vería a su familia.
Estaba frente de su puerta, respiraba con rapidez, la cara estaba empapada con sudor, acomodó su uniforme y se dió cuenta que tenía una barba larga, y el cabello grasoso, tenía un aspecto de ermitaño que no había tomado un baño en meses, estaba más flaco. Tenía miedo de que su esposa no lo reconociera.
Quedó paralizado, no podía tocar la puerta, ni siquiera podía gritar. Hasta que alguien abrió la puerta, pegando un gran grito a los cielos al verlo.
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Nos volveremos a reencontrar.
Historia CortaPequeño relato sobre dos personas que durante sus distintas vidas, vuelven a encontrarse, sin importar los obstáculos que se presentan. Guerra, muertes, reencarnaciones y sobre todo, el hilo invisible que los une.