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Te amo tanto

Aun recuerdo su voz llamándome con cariño en su tono... esa cálida sonrisa mucho más brillante que el propio sol, la mujer la que dije amar, la perdí, se fue, y se que jamás regresara.

Ahora vago en las solitarias y frías calles esperando un milagro sabiendo que no merezco el perdón.

La ultima vez que la vi... brotaban las lagrimas de sus enjoyados ojos que siempre se encontraban llenos de felicidad y brillo, más, sin embargo, la escena que vio perturbo su corazón, la vi, salió corriendo sin darme espacio de detenerla.

¿Cómo fui capaz? Estábamos a pocas semanas de casarnos, nuestra relación perfecta estaba lleno de amor tan sincero siendo arrojado mayormente por ella, su belleza era lo que más me cautivaba y sin tomar en cuenta sus sentimientos la traicione de una manera tan atroz, fui yo el gran culpable e su partida...

La vida es tan cansada y desgastante para mí desde su muerte, las bienvenidas que ella me ofrecía al llegar al cómodo departamento que nos costo alquilar ahorrando por años desde la preparatoria, ya no están, lo único que veo al llegar es la oscura vivienda siendo cargada con el pesado ambiente de su deceso.

Claramente me merezco esta vida... el alcohol es lo único que me ha podido borrar todo este dolor, pero, al volver de mis ensoñaciones y duras resacas me doy cuenta en donde estoy, en una vida sin ella.

Todo este tiempo, desde niños, hemos estado juntos, ella le dio clara estructura en mi vida, solos en este mundo nos complementamos, nunca nos fallamos, y listos estábamos para demostrarle a la vida que podíamos salir adelante; el error fui yo, en un descuido mande todo a la borda al ser débil.

—Lucas, ¿Estarás libre?

—No Athanasia, estaré muy ocupado.

—Ya veo... esta bien, te veo al rato cariño.

—Adios.

—Te amo.

—Gracias.

Mis lagrimas caen sin oportunidad de ceso, este sentimiento me quema por dentro, lo que ella sintió al verlo, toda su vida, nuestra vida, siendo asesinada de esa manera.

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—Cielo, me dijeron que estabas aun aquí-

Una castaña se encontraba sentada en las piernas de su jefe que sus brazos rodeaban firmemente su pequeña cintura, el cabello desordenado y el sudor que caía de sus frentes era lo suficiente vistoso para poder entender la escena.

—¿Athanasia?

—Lucas...

El semblante alegre con el que había ingresado se torno en uno completamente desolado, las gotas que brotaban de sus ojos era la señal del dolor que sentía ella al ver a su amado estando con otra, el mismo hombre que dijo estar siempre para ella, estaba sosteniendo a una mujer que era una de sus empleadas.

—Linda, te lo puedo explicar.

—Yo, yo, me voy, lo siento, lo siento, solo... no digas más.

Y sin perder más tiempo salió corriendo de la habitación que al ver eso el azabache se apuro corriendo tras ella apartando bruscamente  a la mujer que se le había estado insinuando constantemente y por azares cayo en su coqueteo.