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—Creo que escuché mal —fingió limpiar sus oídos, por favor vuelve a decirlo.

—Te apuesto el doble a que no lo haces de nuevo.

—Oh santo cielo —murmuró para él mismo, abriendo mucho sus ojos y mirándole con las mejillas teñidas. —¿Estás loco?

—El triple.

—Estás loco, Park Sunghoon.

Rió. —Quizás, ¿rechazarás la apuesta?

Lo pensó. Tendría siete mil ochocientos wons en sus bolsillos si aceptaba, pero eso implicaba volver atreverse a besar los labios de Park Sunghoon. Y siendo honestos, no sabía de dónde había sacado tal atrevimiento.

—Hecho habló firme, asintiendo una vez y sintiendo sus mejillas teñirse aún más cuando Sunghoon cerró los ojos y acercó su rostro esperando por él.

Tragó saliva y cerró los ojos sosteniendo los hombros ajenos, humedeció sus labios y se acercó lentamente hasta que sus labios tocaron los delgados de Park por unos segundos para después separarse.

Sunghoon frunció el ceño.

—¿Qué fue eso?

—Un beso.

—No, un beso es así.

—¿De qué ha-..?

Sunghoon había sostenido sus mejillas y había tomado sus labios entre los suyos de un rápido movimiento, logrando que abriera la boca sorprendido y aprovechara para moldearse mejor entre ellos.

Suaves, delicados, dulces. Los labios de Park Sunghoon eran los más exquisitos que alguna vez había probado en su vida. Se había quedado quieto, observando los ojos cerrados de Sunghoon con calma, como si hubiese estado esperando ese momento durante mucho tiempo. Cerró los ojos lentamente, dejándose llevar por las sensaciones que le causaban y empezó a mover sus labios creando una increíble sincronización entre sus bocas.

Sus manos se movieron a sus hombros y enredó sus brazos en su nuca sin poder evitarlo, mientras las manos del menor sostenían su cintura acercándole más a su cuerpo. Su corazón latía descolocado y sus pulmones pedían aire, por lo que detuvo el beso lentamente, aún con los ojos cerrados y fruncidos, como si temiera a que en cualquier momento fuese a despertar.

—Eso fue... —murmuró relamiendo sus labios, sintiendo el dulce sabor de los ajenos impregnados todavía.

—Increíble —terminó Sunghoon pegando su frente con la suya, dejando que sus respiraciones se controlasen.

Al abrir por fin los ojos pudo observar de cerca aquellos pequeños hoyuelos que se dibujaban en las comisuras de sus labios al sonreír. Logró admirar aquella sonrisa tan brillante y aquellas mejillas teñidas de aquel hermoso color carmín.

Por un momento sintió avergonzado, porque había besado al gran Park Sunghoon tres veces.

𝐏𝐎𝐑 𝐔𝐍𝐀 𝐀𝐏𝐔𝐄𝐒𝐓𝐀 % jakehoonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora