PROLOGO

14 1 0
                                    



Princesa Amira 17 años, la noche en que mataron al rey Fernando Alfonso IV de  Wenstinford...

Oscuridad.

Era lo único que veía, el helado aire se impregnaba a mi piel como pequeñas cuchillas y las altas hierbas secas me obstaculizaban el paso, haciendo que me cayera muchas veces.

-¡ATRAPENLA Y MATENLA!–grito uno de mis persecutores.

De lejos se podía escuchar los ladridos de los perros y muchas pisadas metálicas, que amenazaban con atraparme y matarme.

Eso era lo que querían... matarme... ¿Por qué?... porque se supone que mate a mi padre, al rey.

Yo seguía corriendo y cayendo, no le daba importancia a las pequeñas cortadas que tenía en los brazos y en la cara.

Mi respiración era opacada por los gritos y por los ladridos, así que era probable que no me encontrarían tan rápido, tenía que escapar, tenía que salir, tenía que sobrevivir.

No sé por cuanto tiempo estuve corriendo, no sé en donde estaba, pero podía visualizar una pequeña cabaña con una cerca alrededor, se veía que estaba muy alejada del castillo, por la derecha de la cabaña había un pequeño establo y mucha paja a su alrededor, las luces de la pequeña cabaña estaban apagas y no se vislumbraba que hubiese alguien despierto. Voltee para ver si veía a un soldado, pero parecía que me habían perdido el paso, no dude mucho y me metí en el establo y me escondí detrás de una ruma de paja, me envolví lo más que pude y me arrincone en lo más profundo de la montaña de paja. Aguante la respiración y las lágrimas, y espere; conté hasta mil pausadamente tanto como mi respiración lo permitía.

El cansancio y mis ganas de vivir peleaban internamente. Una parte de mí quería descansar y la otra seguir despierta y escapar lo más antes posible, pero una pudo más que la otra. Mi cabeza se dio por vencida y se acostó en un pedazo de paja, parecía ser una de las almohadas más exquisitas que había probado en mi vida, los ojos poco a poco se cerraron y fue cuando perdí la consciencia sin saber lo que me esperaría, sin saber si seguiría viva al alba, sin saber, porque ellos mataron a mi padre.

La corona es míaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora