CAPITULO 1

14 1 0
                                    

9 años antes, a 8 días del octavo cumpleaños de la princesa Amira...

-¿Cómo se creó la nación, padre?

-¿quieres que te cuente esa historia de nuevo?

-Si, por favor.

-Todo comenzó con los tres clanes en guerra, el clan azul compuesto por su codicioso comandante Kalin, el clan ámbar compuesto por su sanguinario comandante Wilf y el clan rojo, nuestro clan, con su maravilloso y grandioso comandante Wenst. Los tres clanes peleaban por el poder, las tierras y los recursos que en ellas había, muchas vidas se perdieron y muchas más se seguirían perdiendo si seguían con esta guerra. No fue hasta que el comandante rojo propuso una división equitativa de las tierras a los otros dos comandantes. Kalin por su parte lo acepto, ya que las tierras que se le asignaban eran las tierras más bellas, con hermosos paisajes y buenos árboles que explotar. Wilf vio que sus tierras eran las más grandes de toda la nación, dudo unos segundos, pero después acepto ya que en esas tierras eran las más fértiles y productivas que podrían existir en la nación, por ultimo las tierras de Wenst se situaba en medio de las otras tierras con los mejores recursos minerales que podían existir, las tierras fértiles con las que podían subsistir y lo mejor de todo el comercio que se formaría bajo su poder. Ante la afirmación de los tres comandantes, firmaron el acuerdo de ayuda mutua y de la paz entre los tres clanes. El acuerdo decía que una vez al año cada clan y sus familias se encontrarían para reafirmar el acuerdo que firmaron.

Y es así que cada clan se fue a sus respectivas tierras, creándose los reinos de Kalinfoirn, el reino azul; Wilfrund, el reino ámbar y Wenstinford, el reino rojo. Cada comandante se proclamó rey, y tal como lo decía el acuerdo, cada año los príncipes, los reyes y las reinas se encontraban en lujosas reuniones; la primera reunión se dio en el reino de Kalinfoirn; la segunda, en Wilfrund; la tercera en Wenstinford y así sucesivamente.

La paz entre los tres reinos se mantenía intacta generación tras generación...

-Amira... ¿me estas escuchando?, ja ja ja parece que la princesa se quedó dormida...nana Paulet, lleve a la princesa a sus aposentos.

-Por su puesto su majestad, que descanse bien esta noche en sus aposentos, su majestad.

Después de que la nana se llevara a Amelia, el rey Fernando pudo concentrarse en su trabajo, muy pronto se celebraría otra reunión anual con los reyes de Kalinfoirn y Wilfrund, pero no antes que se juntase con la celebración del séptimo cumpleaños de la princesa Amira. El rey cavilo por unos cuantos minutos en su despacho y llamo a uno de sus fieles seguidores, el barón Raynald.

El barón entro a la oficina del rey, un lugar decorado con la mejor madera y con algunas incrustaciones de las mejores joyas, una alfombra de alta calidad decorada la oficina y la insignia de la familia Wenstinford, la familia real, mostraba su presencia por todos lados; el barón mostro una reverencia y se dirigió a la máxima autoridad del reino.

-Saludos a su majestad el rey Fernando, ¿solicito mi presencia, su majestad?

-Lamento las horas en las que solicito su presencia barón Raynald, pero son asuntos con los que tengo que discutir con usted.

-Me honra con su llamado, su majestad; en que le puedo ser útil, mi rey.

El rey hojeo unos documentos que tenía a su costado antes de hablarle al barón.

-¿Las invitaciones a la celebración del octavo cumpleaños de la princesa ya han sido repartidas, barón? –pregunto el rey viendo al barón.

-Como usted lo ordeno, hace unos días las invitaciones ya fueron enviadas a los duques, condes, marqueses y barones del reino, su majestad.

-Bien... y ¿Cuáles son los avances para la reunión anual con los reyes de Kalinfoirn y Wilfrund?

-Ya tenemos los palacios listos para los reyes y sus familias, la decoración del salón de los cristales se estará preparando desde mañana y las invitaciones a los nobles de alto estatus se estarán enviando a partir de la otra semana su majestad.

-Excelente, recuerda barón Raynald, tenemos que superar la reunión de la paz del año pasado que organizo el rey Harld, somos el magnífico reino de Wenstinford, el mejor de los tres reinos de la nación, tenemos que dar el ejemplo, como lo dio nuestros antepasados.

-Por supuesto mi rey, su sabiduría y generosidad no alcanza a los otros reyes, por cierto su majestad, tenemos noticias de su hermano, el príncipe Carlos.

-¿Mi hermano?, ¿Qué noticias nos trae el príncipe?

-Anuncia que vendrá, al octavo cumpleaños de la princesa y también anuncia que se casara con la hermana del conde Pratherns, lady Mildret, en tres meses.

-¿Qué el príncipe se va a casar con la hermana del conde Pratherns?, pero... ¿Por qué?

-Yo... no sabría darle una respuesta su majestad, pero el príncipe mando una carta para su majestad.

El barón saco un sobre sellado con la insignia de la familia real, que difería con la insignia de la familia Wenstinford la cual se le entregaba solo al rey en ejército de funciones; el barón coloco el sobre en el escritorio del rey, y este la agarro inmediatamente y la abrió.

La carta decía lo siguiente:

-¿Qué le de mi bendición? ¿Con la familia Pratherns? ¿Es que se volvió loco? ¿Es acaso que no sabe que la familia Pratherns es la oposición más fuerte que tengo en la asamblea?

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

-¿Qué le de mi bendición? ¿Con la familia Pratherns? ¿Es que se volvió loco? ¿Es acaso que no sabe que la familia Pratherns es la oposición más fuerte que tengo en la asamblea?

El rey se agarró la cabeza y empezó a pensar en la respuesta que le diría a su hermano.

-Barón Raynald, mañana en la mañana mandare la respuesta al príncipe Carlos, respecto a esta singular unión, eso es todo por hoy.

El barón Raynald dio una reverencia y se despidió del rey.

- Ha sido un honor ver a su majestad por última vez el día de hoy, espero haber sido de gran utilidad para su majestad el más glorioso de los tres reyes, que descanse y tenga una hermosa noche su majestad.

Mientras el barón salía del despacho, el rey escribía los últimos informes para la asamblea; agarro una de las campanillas que tenía y la hizo sonar, luego e unos segundos el mayordomo del rey apareció.

-Saludos al majestuoso rey de los tres reyes, ¿ya se retirara a sus aposentos su majestad?

-Sí, Glen, que las sirvientas me alisten la tina, tomare un baño antes de irme a descansar.

-Como lo desee su majestad; volveré cuando la tina este lista.

El mayordomo desapareció tras la inmensa puerta y el rey se paró en frente del gran retrato que tenía en su oficina, era él cuando asumió el trono, a su costado estaba el gran amor de su vida, la reina Adeline, se los veía tan jóvenes en ese retrato, pero los ojos del rey no se movían de la majestuosa y pesada corona que posaba en su cabeza. 

La corona es míaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora