CAPITULO 2

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7 días antes del octavo cumpleaños de la princesa Amira.

-Su majestad, ¿mando a llamarme?

Solo pasaron unas horas desde que el rey Fernando y el barón Raynald se hayan encontrado, pero el rey quería una reunión con su más eficaz ayudante, tenía que responder a la carta de su hermano, el príncipe Carlos.

-Oh, barón, gracias por venir tan temprano.

-Es un honor para mí servir a un rey tan sabio, su presencia llena de gracia la vida de todos sus seguidores, su majestad. ¿Cuál es el motivo para honrarme con su llamado?

-Barón Raynald, necesito que envié esta carta al príncipe Carlos, dígale que es mi respuesta a su carta.

El rey dejo en su escritorio una elegante carta sellada con el emblema de la familia Wenstinford, el barón, grácilmente, se acercó al escritorio del rey y con una delicadeza agarro la carta y se la pego al pecho.

-Como ordene su majestad.

-Algo más barón Raynald, ¿hay alguna noticia acerca del duque Marrionett?

-¿El duque Marrionett? –el barón se quedó por un momento callado y recordó el porqué de la mención del líder de la casa más influente del reino –el duque Marrionett y el joven hijo del duque confirmaron su asistencia al banquete por el octavo cumpleaños de la princesa, su mensajero dijo que el duque estaba muy emocionado de hablar con su majestad.

-Jummmm me parece excelente, mientras más temprano sea menos complicaciones pasara en el futuro, la alianza con la segunda familia más fuerte del reino se tiene que dar y para eso nuestros hijos se tiene que ir conociendo... muy bien, eso es todo por hoy barón Raynald.

Después de la pequeña reunión que tuvo el rey con el barón Raynald, el rey se dirigió al jardín, un jardín majestuoso lleno de hermosas flores y arboles con las copas más frondosas que puedan existir en todo el reino, en el medio de unos grandes árboles había un sitio especial para el rey, un lugar en el que solía tomar desayuno en días soleados como el de hoy, el rey se dirigió a la mesa redonda, situada en medio de su lugar especial, decorada con finísimas joyas, en el centro de la mesa habían todo tipo de comida y al costado de la mesa estaban varias sirvientas con carritos donde reposaba varios tipos de tés, esperando que el rey se sentara y pudiera disfrutar de su desayuno; el rey se sentó en una de las sillas y llamo a una de las sirvientes.

-Saludos al sol del reino, su majestad el rey Fernando ¿en qué le puedo servir? –la joven sirviente agacho la cabeza esperando por la orden del rey.

-Dígale a nana de la princesa que quiero desayunar con mi hija, que sea de inmediato –dio la orden y en un santiamén la sirvienta salió al encuentro de la nana.

No pasaron muchos minutos desde que la sirvienta salió y regreso con la nana y al costado estaba la hermosa princesa, ella vestía un hermoso vestido azul oscuro, la falda estaba decorada con flores bordadas de amarillo, naranja y rojo, a las hermosa flores las acompañaba pequeños zafiros que daban la imagen de una noche estrellada, las mangas blancas sueltas daban la sensación de elegancia, en su pequeño cuello descansaba una gargantilla en forma de listón y su cabello estaba atado en una coleta muy alta en el cual un gran lazo azul caía en forma de  cascada hasta el final del voluminoso cabello.

La pequeña princesa hizo una reverencia a su padre y el la recibió con una amplia sonrisa.

-Saludos al gran rey de este reino, padre querido.

-Amira, no sigas parada, toma asiento –dijo el rey a la pequeña princesa, ella levanto la cabeza y le dio una tierna sonrisa. Ayudada de su nana se sentó en la silla y empezó a ver con ojitos de cachorro la deliciosa comida.

La corona es míaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora