Capítulo 01

44 2 2
                                    

Me removí en la cama abrazándome, el dolor seguía presente, de rato mis ojos se cerraban por el cansancio de no poder dormir bien. 

Me estaba quedando dormida de nuevo, cuando algo hizo que me sobresaltará.

La alamar sobre la mesita que mostraba las 06:00 a.m empezó a sonar, causando que llevará mi mano y la apagará con un golpe. 

Agradecí que este no se rompiera, no quería gastar dinero innecesario. Aunque ni siquiera sabía porque ponía una alarma, siempre me levantaba media hora antes.  

Comencé a levantarme de la cama.

—Carajo.—me quejé mientras llevaba mi mano al lado izquierdo de mis costillas. 

Me detuve unos momentos y luego volví a caminar. Llegué al ropero que cubría mi puerta y empecé a empujarlo. 

—¡Ah!—Caí de rodillas al piso y apreté mis ojos tratando de calmar el dolor.

Volví a levantarme y seguí empujando el ropero con alguno que otro gemido de dolor. Cuando logré devolverlo a su lugar, me fui hacía mi cama y bajando despacio me agaché. Mis manos empezaron a buscar algo debajo de esta, hasta que lo encontré. Tomé el llavero y fui hacía la puerta para sacar el candado, cuando lo retiré lo coloqué sobre la mesa de al lado y abrir el seguro. Cuando salí de mi habitación el olor de alcohol inundó mis fosas nasales. 

Arrugué la nariz tratando de soporta el moribundo olor. Caminé por la sala y vi que no había nada, solo botellas y latas tiradas por el piso y la mesa. 

No había nadie... 

Empecé a reírme sarcásticamente.—Maldito bastardo. 

Fui a mi habitación para tomar mis cosas y meterme al baño. Coloqué el candado y empecé a desvestirme.

No podía dejar de quejarme mientras me deshacía de mis prendas, y cuando ya no tenía ninguna me aleje para observar mejor mi apariencia sobre el sucio espejo.  

Había una moradura que en todo mi pómulo, se veía demasiado mal. La esquina de mi labio tenía un pequeño corte. Mis manos pasaban por todo mi rostro examinando cada marca, pero bajé mi vista hacía mi abdomen y ahí lo vi. Un hematoma en el lado izquierdo de mi caja torácica. Se veía muy mal.  

Abrí la manija de la ducha y cuando el agua fría empezó a recorrer mi cuerpo, solté un gemido por instinto. Lavé cuidadosamente cada parte de mi pobre esqueleto, como si en cualquier momento me fuera a romper. 

Pase una pomada sobre aquel hematoma en mi tronco y luego pase una venda por esta. Ya vestida iba a recoger mi cabello. 

—Verdad.—recordé cuando pasé mis manos por la cabellera este se deslizó. 

Olvidé que lo había cortado anoche, quedando mucho más arriba de mis hombros.

Mi mano buscaba entre la pequeña bolsita el frasco que era como mi droga. Una sonrisa me invadió cuando lo encontré.  Empecé a aplicar la base por mi rostro, tratando de cubrir lo más que pueda el golpe. Terminé de acomodar mi fleco para que tape un poco mi cara y salí del baño. 

Guardé mis cosas en la mochila, pero sentía que algo me faltaba. 

—Ahí estás.—inquirí acercándome a la esquina de mi cuarto donde había una pequeña caja. 

La abrí y saqué el frasco de pastillas, junto con la cajetilla de cigarros. Los metí en la mochila seguido del manojo de llaves. 

Eché llave al cuarto y baje a la cocina. Tomé un vaso de agua junto con algunos analgésicos para el dolor. Abrí la botella de leche y bebí desde el pico de este. 

Malena GraysonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora