Prólogo

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Se conocieron en invierno. Shinichiro volvía de una aburrida tutoría extra que le habían asignado. Era con una chica, así que pensó que era su oportunidad de conseguir novia. Acabó siendo su décimo rechazo consecutivo.
Tras pasar un tiempo con Wakasa y Akashi simplemente deambulando, acabaron por poner rumbo a casa de Sano. Manjiro estaría feliz de ver a los dos chicos y de poder pasar tiempo con su hermano mayor, así que decidieron ir los tres a pasar un rato con el chico antes de ir a la reunión de los Black Dragons. En el camino, Wakasa se detuvo de golpe, haciendo que sus dos amigos se parasen también. El joven pidió silencio, y agudizando el oído lograron oir golpes a lo lejos. Pensar en seguir su camino, era normal por esas calles que alguien recibiese alguna paliza. Ese tipo de comportamientos no eran nada nuevo, hasta que escucharon a alguien hablar.

"Imbécil, ¿te crees que con una paliza vas a hacer que te respete? ¡Paga lo que debes, bastardo!"

Los tres chicos se sorprendieron al reconocer la voz como femenina, y peor aún, parecía la de una niña. Shinichiro no dudó en caminar hacia el lugar, Wakasa y Akashi siguiéndole de cerca. La escena que encontraron fue incluso grotesca para unos pandilleros. Tres tipos rodeaban a una chica. Dos mantenían sujetos sus brazos estirados mientras otro la golpeaba con rudeza.

— No te debo nada, pequeña zorra. Aprende a respetar a tus mayores.

La mirada de aquella niña irradiaba odio, y se notaba que le costaba mantenerse en pie y consciente. Shinichiro dio un vistazo a sus amigos que entendieron la orden al instante. Wakasa fue el primero en actuar, lanzándose a por el cabecilla de los tres tipos, tirándolo al suelo de un golpe, mientras Akashi corrió detrás de su amigo, desviándose a por uno de los que sujetaban a la chica. La sorpresa real llegó cuando la misma niña que parecía indefensa uso su ahora brazo libre para darle un puñetazo al tipo que quedaba, saltar ágilmente sobre él y tirarlo al suelo haciendo una llave que lo dejó inmovilizado.

— Es la última vez que lo repito, Kou. Tienes dos días para pagar. Si no lo haces, iré a buscarte y yo misma me encargaré de acabar contigo.

La chica acabó por noquear al hombre dándole un corto y seco golpe en la nuca, levantándose del suelo mientras sacudía su camiseta y pantalones, limpiándose la sangre que resbalaba por su rostro a causa de los golpes. Por fin se percató de la presencia de los tres adolescentes y sonrió con suavidad.

— Gracias por la ayuda.

Ninguno de los tres dijo nada cuando la muchacha comenzó a caminar para marcharse, pero todos reaccionaron cuando en su cuarto paso, las piernas de la menor fallaron y cayó al suelo, inconsciente. Shinichiro fue el primero en llegar a ella y evitar que su cuerpo golpease el suelo.

— ¿Respira?

Wakasa fue el siguiente en llegar, observando al Sano mientras este revisaba el pulso y la respiración de la joven. No es como si estuviese preocupado por una completa desconocida, ese no era su estilo. Pero le parecía una muchacha talentosa para pelear y le intrigaba hasta donde llegaban las habilidades de la niña. Sería una pena que ella muriese sin antes haber saciado su curiosidad.

— Respira... pero tiene un golpe bastante feo en la cabeza. ¿Qué hacemos?

Sano alzó la mirada a sus amigos buscando consejo. Ambos se encogieron de hombros. Akashi tomó la palabra esta vez, desinteresado en el tema y hablando con una ironía que Shin no debió captar.

— Llévatela a tu casa. Tu abuelo adopta a todo niño que llegue allí, una más no le importará.

Y así lo hizo para sorpresa de los otros dos. Shinichiro acomodó a la joven en su espalda y la cargó a caballito hasta su casa, entrando bajo las miradas sorprendidas de sus dos hermanitos menores.

— Lo siento, Manjiro. No voy a poder jugar contigo ahora. Dile a Wakasa que te lleve a dar una vuelta en moto.

Y tras decir esto, Shin se instaló en el salón, dejando a la chica inconsciente en el sofá y pidiendo ayuda a su abuelo, quien le indicó como tratar los golpes y limpiar las heridas. No pasaron más de dos horas cuando la niña se despertó, sentándose como si nada mientras miraba a su alrededor. El miedo podía verse reflejado en sus claros ojos verdes, hasta que finalmente encontró el rostro del pelinegro y eso pareció brindarle algo de calma.

— ¿Dónde..?
— Te traje a mi casa. Bueno, a la de mi abuelo, pero tú entiendes. —el mayor se adelantó a la joven para explicarse.— Te desmayaste. No sabía donde vivías así que pensé que era la mejor solución.
— ¿Y los otros dos?
— Wakasa y Akashi salieron con mi hermano menor.
—Hm, ya veo.

Un pequeño silencio se formó entre ambos, la joven moviéndose hasta sentarse correctamente en el sofá y llevando una mano a su cabeza, haciendo una pequeña mueca de dolor.

— Esos imbéciles...
—¿Te deben dinero? Si necesitas ayuda para...
— No necesito ayuda. Yo sola puedo encargarme de ellos.
— Está bien, tranquila fierecilla.

Sano sonrío burlón al ver el rostro de la joven enrojecer y su mirada llenarse de más odio del que aquel cuerpecito podría contener.

— ¿A quien llamas fierecilla, uh? ¿A caso quieres un golpe tú también?

El chico soltó una carcajada mientras negaba varias veces, contagiando una pequeña sonrisa en la joven.

— Preferiría no recibir palizas hoy, gracias. ¿Tienes nombre o te sigo llamando fierecilla?
—Kazumi. Solo Kazumi. —la chica respondió tras algunos minutos de pensarlo.— ¿Tú tienes nombre o te pongo un apodo estúpido?
— Con la creatividad que pareces tener, prefiero que no me pongas ningún apodo. Sano Shinichiro. A su servicio.

Ambos se sonrieron con suavidad y continuaron hablando durante algunos minutos. La niña no parecía tener miedo o mostrarse insegura al estar en casa de gente que no conocía y aquello extrañó a Shin, pero no dijo nada. Él nunca le reclamó nada a Kazumi.

Regrets // oc x Shinichiro Donde viven las historias. Descúbrelo ahora