Prólogo.

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Ambos cuerpos se encontraban sudados, mientras que el del sumiso estaba cubierto por chupetones y mordidas, sus muñecas atadas a la cabecera de la cama y sus piernas sobre los hombros del pelirojo, el sonido chocante de los cuerpos recorría toda la habitación, acompañado de gemidos y jadeos por parte de ambos.

—Ah~ M-master Diluc...

—Te dije que eras solo mío, Kaeya, eres una maldita perra.

Las embestidas ahora eran más profundas y rudas, Kaeya solo gemia, jadeaba y le decía al mayor que se detuviera, pero éste no obedeció, nunca antes lo había visto tan enojado, tal vez obedecerlo sería su única opción.

Pronto sintió como se aproximaba su orgasmo, espasmos se hicieron presentes, su entrada se estrechaba y sus ojos lagrimeaban un poco. Diluc se dió cuenta sobre lo sucedido y rápidamente puso su mano sobre la punta del pene del menor, con intenciones de evitar el orgasmo de éste; Kaeya tembló al no poder correrse y habló con la voz entrecortada.

M-master Diluc...d-dejeme correrme.~

El mayor no respondió, y siguió con las embestidas con la misma velocidad de antes, aún deteniendo el orgasmo ajeno. Y así fue durante un rato, el mayor finalmente iba a llegar a su orgasmo y escuchaba las súplicas del de tez canela para que lo dejara correrse.

P-porfavor...duele.

Finalmente Diluc se corrió dentro del sumiso y soltó su miembro para permitir que se corriera, el semen ajeno ensució el pecho del peliazul. Algo agitado miró al pasivo de arriba a abajo, la imagen frente a sus ojos sin duda era majestuosa.

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