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Habían pasado dos días desde lo ocurrido en el viñedo, Kaeya seguía pasando a la taberna como de costumbre, mientras que Diluc se acercaba más a él, dejando suaves roces en sus manos o incluso hasta en el cuello. Esto ponía nervioso al de tez canela y en veces no lograba disimularlo. Desde lo ocurrido no hubo más acercamiento entre ambos, durante esos dos días Kaeya recordaba esa noche cansada en el viñedo, junto al de ojos carmesí, al pensar en eso, erecciones aparecían después de los cortos flashbacks, al su ropa ser demasiado ajustada, sus erecciones dolían demasiado o incluso eran notorias, por lo que a veces se masturbaba en un lugar donde estuviera solo, sin importar que estuviera en el trabajo o hasta en el baño de la taberna. Pero...nada de eso lograba bajar el calor de su interior, necesitaba al mayor dentro suyo tan pronto como fuera posible.

Nuevamente había terminado el día, y como era costumbre, el peliazul se dirigió a la taberna del mayor, entrando a ella, encontrándose con los ojos color rubí, mirándolo fijamente de arriba hacia abajo sin decir nada.
Cómo siempre se sentó frente a él con una sonrisa mientras recibía al botella que el mayor le acercaba, ésta vez no se sobrepasó con el alcohol, bebía con cuidado y no demasiado, quería quedarse a solas con el mayor para cuando terminara su jornada laboral. Y así fue, tal como quiso, todos se habían ido ya, Diluc limpiaba una mesa cerca de ahí, dándole la espalda al menor que lo veía directamente con su cabeza recargada sobre su mano.

—¿Qué quieres, Kaeya?

Preguntó el mayor sin girarse al sentir las miradas sobre él, con un tono de molestia y duda.

—Oh, no es nada...

Respondió con una sonrisa mientras llevaba otra copa a su boca con cuidado, para así beber el liquido amargo que esta contenía.
No pasó mucho cuando el moreno se había girado, retirando la vista del mayor y pronto sintió como alguien se acercaba por detrás suyo; eso hizo que se girara nuevamente, encontrándose con el de ojos carmesí con una mirada sería, mientras llevaba su mano a la mejilla del menor, haciendo que este se sobresaltara.

—¿Creíste que no me daría cuenta sobre lo que estuviste haciendo estos últimos dos días?

Dijo en un tono suave mientras su mano recorría su mejilla con suavidad y su pulgar se dirigía a la comisura de los labios del menor, notando como éste se sobresaltaba, un rubor cubría sus mejillas y sus ojos se centraban solamente en los suyos. Kaeya no dijo nada, estaba perplejo, ¿cómo pudo notar esas cosas? ¿acaso lo estaba vigilando?

No tardó mucho tiempo cuando el mayor lo hizo levantarse de su asiento, para así atraerlo a su pecho, posando sus manos sobre la cintura del menor, con su derecha levantó el rostro del moreno y se dirigió a su boca con suavidad, juntándose en un beso no tan desesperado, pronto, Diluc metió su lengua a la boca ajena, haciendo que ambas lenguas jugaran entre sí, provocando sonidos húmedos gracias a la saliva de ambos. Kaeya sintió como la mano en su cintura desabrochaba su pantalón, claramente no lo detuvo y subió sus manos a los hombros ajenos, acariciándolos con suavidad.

El de tez canela rompió el beso, para respirar agitadamente y luego acercarse a los labios contrarios nuevamente, ahora sin unirse en un beso por segunda vez, ahora Kaeya se encontraba respirando agitadamente, tratando de hablar.

—Diluc...t-te necesito, por favor.~

Diluc solo sonrió y al desabrochar completamente el pantalón ajeno, metió su mano en la bolsa de su saco, para de ahí, sacar una pequeña bolsa de tela que contenía un pequeño juguete y un control, Kaeya lo miró sorprendido, no creía que el pelirojo sería de ese tipo de persona que compraba juguetes sexuales. Antes de que pudiera decir algo, sintió como el mayor metía el pequeño vibrador dentro suyo, gracias a eso se sobresaltó y jadeo un poco, pegándose al pecho del otro mientras trataba de ocultar su rostro que se encontraba completamente rojo. Diluc acarició su cabeza con una sonrisa y decidió hablar.

- Esclavo -Donde viven las historias. Descúbrelo ahora