Capítulo 4

406 62 3
                                    

 A la luz del día, la vista era muy hermosa.

Después de interminables horas de noche en compañía con el miedo incontrolable y sin dormir, Harry se vistió con no una, sino con tres camisas, un par de pantalones y un abrigo esponjoso antes de intentar abrir la puerta que lo mantenía prisionero.

El mango se presentó al peso de su palma y la única libertad jamás soñada se presentó. Era sospechoso, pero Harry demostró ser incapaz de rechazar su curiosidad. Curiosidad, no oportunidad, se sorprendió al pensarlo. ¿Cómo? Si tuviera la oportunidad, ¿Realmente huiría de las garras del Señor Oscuro? ¿Sabiendo todo lo que hizo?

Me perseguiría hasta el otro extremo de la tierra y me traería de vuelta.

Harry suspiró y cruzó la puerta con determinación, sus relucientes botas, que en realidad no eran suyas, se hundieron en la nieve hasta los tobillos. Después de unos metros paró, temblando, y observó su entorno.

Detrás de él había una cabaña ordinaria, de esas que veías en las revistas de muebles con innumerables fotografías bajo la etiqueta de que sería la casa de Navidad para una escapada acogedora. Bueno, estaba por ser - o había pasado - Navidad. De pie en la cima de la montaña, solo observaba nieve y árboles. Una hermosa vista para traer horribles recuerdos. Quizás el mismo Harry vagó por allí ayer. Un escalofrío, que no tenía nada que ver con el frío, desgarró su cuerpo.

Bien, era hora de probar las protecciones. Harry no dio más de veinte pasos hasta correr, de cabeza, hacia una pared invisible. Seguramente Voldemort se estaba riendo mucho. Suspiró, descartando tu temporal sed de aventuras que no lo llevarían a nada más que problemas. Había suficientes adentro.

Leer era su única salida. No diría que lo hacía con interés, pero era necesario. Y cuanto antes mejor. Con la manta caliente alrededor de sus hombros, Harry se acurrucó debajo de las sabanas y alcanzó el primer libro asignado. El príncipe. Nicolás Maquiavelo. ¿No era un autor muggle? Sí, seguramente lo era. Harry recordaba escuchar su nombre en el mundo muggle, pero, ¿Dónde? ¿Cuándo? No era algo que quitara el sueño, sin embargo, el Señor Oscuro le ordenó que leyera un libro escrito por un muggle. ¡Un muggle! ¿Por qué? El mismo hombre que odiaba todo lo relacionado con los muggles, que no pretendía nada más que la demolición total de su especie. ¿Por qué?

Sus ojos, que ya no estaban enmarcados por sus gafas redondas, pasaron por la primera página titulada Dedicatoria.

"Los que desean alcanzar la gracia y favor de un príncipe acostumbran a ofrendarle aquellas cosas que se reputan por más de su agrado, o en cuya posesión se sabe que él encuentra su mayor gusto. Así, unos regalan caballos; otros, armas; quiénes, telas de oro; cuáles, piedras preciosas u otros objetos dignos de su grandeza."

Filosofía... Voldemort le asigno filosofía. Filosofía muggle. ¿Había alguna filosofía mágica para comparar? Nadie se lo mencionó nunca a Harry, ni siquiera Hermione. Y eso decía mucho. Pero ahora leyó los que pertenecían a un muggle muerto desde hace mucho. Ante la insistencia del Señor Oscuro ni más ni menos. ¡Basta de quejas! Esperó leer Cómo usar el Criuciatus con Familiares y Amigos o algo similar, así que resultó bastante bien.

Los copos de nieve cayeron por la ventana mientras Harry leía. 

Él dice "odiarme" | Tom Riddle - Harry PotterDonde viven las historias. Descúbrelo ahora