Capítulo 2

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 Tres días habían pasado, tres noches oscuras y terribles en las que Harry se acostó en medio de otra tormenta de nieve. Durante el día viajaba, cuando la luz era cegadora pero el viento era misericordioso y no cortaba tan profundo. Viajaba...

Pero, ¿A dónde? Importaba poco. El acto en sí era de monumental insignificancia. Pero Harry necesitaba un propósito, algo tangible, algo más que esperar a que el monstruo regresara. Porque llegaría en un momento especifico, y hasta entonces, Harry se vio obligado a no perder la cabeza.

Su entorno era como una pesadilla, una perlada, pero de todos modos una pesadilla. Un inmenso tramo de blancura a cualquier dirección que volviera la cabeza. Con los brazos apretados alrededor de sí, Harry colocó un pie delante de otro, buscando algo tan mundano como un árbol, un protector que le protegiera, aunque solo sea por un momento. Pero no hubo ninguno. Solo ese mar incoloro sin fin.

No... Tiene que tener un final, todo lo tiene. Solo necesito... seguir adelante. 

 En los siguientes momentos, cuando llevó sus piernas en contra de su voluntad, Harry dudó de su cordura. ¿Y si todo fuera un sueño? ¿Otra visión regalada por Voldemort para enseñar su preciosa lección? ¿Pero sus huesos podrían estar rígidos en los sueños? ¿Podría sentir el hambre arañando su vientre?

 Calentando un puño de nieve en su boca, Harry se adentró en lo desconocido con solo él de compañía.

 A menudo se preguntaba por Ron y Hermione. Probablemente uno con su familia y el otro aún escondido. Ambos, con suerte, a salvo. Entonces, sus dientes tintinearon como campanas, y Harry no pensó en nadie más que en sí mismo, con la pieza del alma del monstruo.

 Todos sus planes anteriores se desvanecieron de la nada, cenizas y polvo y demás. Harry sabía que no se le permitía morir, el Señor Oscuro lo prometió. Pero el dolor, el frío, la sensación de inutilidad, las sobras en el rabillo del ojo. Desgarró su cordura por pedazos en un tipo de muerte especial.

 La única salvación era no darse por vencido. Si se caía, se levantaba. Y continuó haciéndolo tantas veces como fue necesario. De una manera enfermiza y retorcida, enorgullecía a Lord Vordemort. 

 Sí, muy orgulloso. 

 Pero, ¿Hasta dónde llegaba la salvación? Esta lección... ¿Cuánto tiempo pretendía durar? Porque Harry no aprendía nada más que la desesperada necesidad de calor y un lugar lejos de todo tipo de muerte... ¿Quería el Señor Oscuro algo más?

 Harry respiró hondo y dolorosamente, el viento casi le hizo caer de rodillas.

—¡Ganaste! ¡Ganaste! Ganaste... —su voz se disolvió con cada palabra. Entonces, otra breve demostración de valentía— ¡Riddle! ¡Dije que ganaste!

 Solo el viento respondió. 

 Harry notó sus lágrimas solo cuando sus pestañas se pegaron, unidas por el frío. Se frotó desesperadamente la capa de hielo y, con los ojos hinchados, las extremidades temblorosas, y la comprensión de que otro tormento continuaba, Harry no tuvo otra opción que enfrentar el vasto misterio que tenía frente a sí de nuevo. 

¿Cuánto tiempo? ¿Cuánto tiempo hasta que colapsó? ¿Llegaría Voldemort entonces? ¿Era esta la lección que esperaba con paciencia satisfacer?

 El amanecer llegó con una esperanza brillante — Arboles. El borde de un bosque de pinos le esperaba no muy lejos. En su habito de mirar hacia abajo, a sus pies, Harry no se sorprendió de notar esa acogedora vista tan tarde. Su rostro se iluminó con una sonrisa ante la promesa de protegerse del viento cortante, la emoción le impulsó a moverse más rápido, para llegar más rápido de lo que sus piernas cansadas podrían llevarle. Su respiración era forzada y jadeante para cuando Harry llegó a la mitad de la distancia entre él, los pinos y alerces. 

 Entonces, el hielo se rompió. 

 Durante los primeros momentos, no experimentó nada en absoluto, excepto quizás, la maravillosa sensación de no ser, de inexistencia en su máxima expresión. Incluso pasó por su mente la idea de haberse quedado dormido.

 Pero pronto el peso penetrante del agua le arrastró hacia abajo, y le dolió como ninguna otra cosa cuando se apoderó de sus extremidades temblorosas que luchaban por nadar hacia la superficie. A la prometedora luz que se filtraba a través de la oscuridad. A la abertura por la que cayó, y su única salida. 

 Tomar el camino hacia arriba en busca de aliento hubiera sido una batalla más fácil si hubiera tenido una superficie real en la que hundir sus dedos. Pero solo tenía heladas cuchillas cortando su piel. 

Así que Harry se hundió, a pesar de toda su lucha, donde la oscuridad le rodeaba y todas las luces del mundo estaban muy por encima detrás de un espeso hielo que protegía la entrada al mundo viviente. 

 Harry finalmente entró en ese lugar de inexistencia, donde el pensamiento en sí era inexistente, y toda esperanza fue tragada por el frío húmedo y entumecedor. Era realmente inexistencia en su máxima expresión. 

 Luego, llegó una vibración contra sus oídos. El único sonido en aquel páramo infinito en el que él se encontraba en un punto desconocido en su viaje al fondo del lago. A punto de etiquetarlo como su imaginación salvaje o el inicio de una alucinación, un sólido par de brazos se colocó bajo sus piernas y levantó a Harry y lo sacó.

 Las manos apretaron alrededor de su estómago y, cuatro tirones más tardes, los pulmones maltratados de Harry se expandieron, alejando el dolor, pero doliendo de todos modos. 

 La salvación por fin había llegado, al igual que la sensación de su piel como papel congelada sobre sus huesos. 

 La cabeza de Harry cayó sobre el hombro de su salvador, sin la fuerza necesaria para alejarse del calor que se le ofrecía. Ansiaba hundirse completamente en él, ahogarse en él y dejar que ahuyentara el temblor que cortaba su carne. Un vistazo entre sus pestañas reveló copos de nieve atrapados en su melena oscura y ojos grises que parpadeaban hacia Harry. 

 Sí, él —Lord Voldemort, el monstruo, el asesino, la pesadilla... Pero también la única fuente de calor de Harry. Y lo más extraño, aquel con lo que compartía lo llamado calidez. Al igual que su alma, ambos fueron forzados por la garganta de Harry de la misma manera. Pero, ¿La maldición valdría el precio?

 Harry pudo observar por última vez que el cielo lucía perfectamente como el color de la mirada de Voldemort, antes de que el Señor Oscuro pusiera fin a la pesadilla. 

 Solo para comenzar otra, esta mucho más compleja y sutil. 


Él dice "odiarme" | Tom Riddle - Harry PotterDonde viven las historias. Descúbrelo ahora