Respirar; inhalar, exhalar. Sientes como el aire entra y se distribuye por cada parte de tu ser, trayéndolo a la vida. Cada célula de tu cuerpo es dependiente de esa bocanada de aire que das cada día, deseando vivir. Porque si no lo deseas, ¿por qué respiras?, ¿por qué le quitas el oxígeno a las personas que lo necesitan?, ¿por qué seguir siendo una carga? Respira, uno, dos, ¿para qué? Si no lo deseas, no lo necesitas, pues tú no quieres vivir. Eres inútil, estorbas a tus padres. ¿Alguna vez les importaste? Piénsalo. Eres una carga de la que nunca se podrán deshacer. Estorbas a tu pareja, ¿cómo sabes que no te eligió por conveniencia? O tal vez te está engañando, pues al fin y al cabo, hay muchas mejores opciones que tú. Ese dolor en el pecho que sientes, ese que te asfixia, eso te mereces, nada menos, tal vez algo más. Ahógate, ahógate en tus pensamientos, que son verdaderos. Porque no eres importante, porque no eres nadie, y no importas nada. El vacío que sientes en tu lado izquierdo es lo que nunca lograrás tener, pues eres inservible, totalmente reemplazable, no eres nada en este mundo, y nunca lo serás.
- ¿Qué hiciste? ¡Respóndeme! ¡Llamen al curandero! Mi amor, quédate conmigo, por favor. Te amo, te amo, te amo.
Anne de Domhnall no aguantó mucho más después de eso, pero logró articular un perdón antes de desvanecerse en los brazos de su amado, Sirius. Ellos dos, juntos, habían logrado llevar la paz que tanto anhelaba el país, pero Anne nunca pudo llevar aquella paz a su corazón.
Okasoda era una hermosa nación, lleno de esperanza, pues sus nuevos líderes habían hecho múltiples avances en todo aspecto. Los nuevos reyes habían superado la expectativa de los aldeanos e incluso de los representantes de los demás países. Estaban haciendo mucha mejoría y le brindaban bienestar al pueblo.
Nadie sospecharía que todo era un desastre. Nadie lo sospechó cuando el heredero se volvió rey, nadie lo sospechó cuando este se casó, tampoco nadie lo sospechó cuando dieron a luz a cuatro posibles herederos reales. Pero todo era un desastre.
O al menos así lo sentía Anne.
Por otro lado, Sirius estaba feliz y se mostraba orgulloso de poder sacar adelante a un país entero tan grande como Okasoda. Tristemente, la muerte de su esposa, Anne, lo dejó nublado, moribundo al andar. Y él no fue el único afectado. Sus cuatro hijos, Calandar, Marhiva, Khadam y Odgedia, con tan solo veintidós años, habían perdido a su amada madre.
Ellos también reconocían que su padre no se encontraba en condiciones para seguir dirigiendo un territorio tan grande y tan poblado como lo era Okasoda. Debatieron un año entero que se podría hacer, un año en el cual se repartieron distintos papeles para hacer funcionar el reinado como si a su padre no le hubiera pasado nada y como si su madre siguiera ahí. Lograron hacer que todo funcione a la perfección, y esto solo le dio una gran idea al menor, por minutos, de los cuatro hijos.
- Que cada uno de nosotros se haga responsable de una parte de Okasoda. Padre ya no puede liderar y de todas maneras somos los herederos. Así, ya no tendríamos que pelear por el trono.
A los tres hermanos restantes les pareció una buena idea, pues no les agradaba el pensamiento de pelear contra sus amados compañeros de sangre. Así que, con esta decisión tomada por la parte más racional de la familia Domhnall, se procedió a hacer los preparativos para la división de territorios y coronación de los respectivos reyes de cada nueva nación.
El padre, como última decisión, pidió dividir aquel territorio según la capacidad que tenía cada uno de sus hijos para liderar. Todas las partes involucradas estuvieron de acuerdo, reconocían que no tenían las mismas aptitudes ni habilidades. De esta manera, dándole un octavo a Calandar Domhnall, un sexto a Marhiva Domhnall, un tercio a Khadam Domhnall y el resto, que era casi la mitad, a Odgedia Domhnall. Ninguno de los hermanos se sintió menos, entendían y eran conscientes de la situación en la que se encontraban.
Al dividir territorios, se dividieron las riquezas respectivamente. Cada parte supo manejar bien su región, y cada vez que algo ocurría en alguna nación, ideaban una solución entre los cuatro hermanos, pero esta costumbre se fue perdiendo con el pasar de las generaciones, una más orgullosa que la otra, y cada vez menos relacionadas entre sí.
Las naciones se llamaron como sus primeros reyes, en su honor, evidentemente. Y esto no cambió a lo largo de los años. Lo que sí cambió fue la manera de reinar con el pasar de las décadas. Odgedia se había vuelto un país pacifista, que creía en la paz y el bienestar de sus aldeanos ante todas las cosas, mientras que Khadam era sanguinario, y tenía como ley la pena de muerte en caso se incumpliera el reglamento de paz que se había impuesto. Por otro lado, Calandar y Marhiva siempre se mantuvieron uniendo fuerzas por ser los que tenían menor territorio. Sus leyes eran prácticamente las mismas y, a diferencia de Khadam, la pena de muerte no era una opción a considerar.
Los cuatro países siempre vivieron en armonía, y aunque el pasar de los años los alejaron un poco, nunca planearon perjudicar al otro por el bien propio, o al menos no hasta ahora.
No hasta que el rey de Khadam pensó que dejó de ser suficiente.