Solamente tú y yo

Capítulo 2 . Reencuentro y Final.

Sí, llamadme hipócrita, pero cómo dije anteriormente, la mafia con quién conviví no sé cuánto tiempo de mi vida, no es cómo las que describí al principio.
Soy gilipollas, pero no llego a tal punto de meterme en algo que ocasionó la muerte de mi madre.

La mafia, es la que lleva mi padre, que bien es cierto que a veces consumen sustancias, pero no las venden, ni asesinan (actualmente), ni hacen nada por el estilo. Son como un grupo de amigos, que, a veces, se les va de las manos y sobre todo en el pasado.

Yo con esa descripción, me quedé mirando a mi padre con una cara que parecía un puto cuadro.
No me convencía la idea PARA NADA, pero él acabó convenciendome. Decía que no era cómo me lo esperaba y que iba a hacer muy buenos amigos, que si, que bien es cierto que tuvieron su pasado turbio, pero ahora lo máximo que llegan ha hacer es comprar un poquito de estupefacientes. Eso sí, si tocan a alguno del grupo o por una simple venganza, son capaces de hacerte sentir una pesadilla hecha realidad (por lo que se puede decir que son bastante leales).

Yo confié en mi padre, ya que, es la persona más pura y leal que he visto en mi vida, y sé que él quiere lo mejor para mí y no me iba a entrometer en algo que dañara mi alma (más de lo que ya estaba), de hecho, lo de Jordan y su grupito no lo sabe. Nunca me atreví a contárselo y tampoco me atreví a contarle que desde ahí empecé a desarrollar problemas de autoestima y empezaron mis autolesiones...
Literalmente soy la típica chica que estudia más que respirar, con brackets y gafas, eso sí, manteniendo el estilo, em... ¿cómo era? Em... Ah sí, sí, Grunge.

En fin, yendo al grano.
Ese día comenzó cuándo salí del instituto. Nada más salir, siempre le escribo a Yin para contarle mi día.
Ella es una persona, que desde que nos conocimos, ha estado para mí (y yo también para ella) y cuándo se enteró que me autolesionaba, me cogió de las manos y me hizo hacer una promesa.

-Erin... porfavor, prométeme que nunca volverás ha hacer esto. Yo estoy para tí, cuéntame lo que quieras, desahogate conmigo, cuéntame s-sobre el instituto... o lo que sea, pero no vuelvas ha hacer esto.-Me dijo Yin con los ojos cristalizados por sus lágrimas. -No tienes porqué pagarla contigo misma, no te mereces ni la mitad de las cosas que te están pasando...-Ahí, Yin rompió en llanto.

Yo le abracé con todas las fuerzas posibles, y ambas entre lágrimas, logramos consolarnos.
Yo acepté la promesa y desde ahí no he vuelto a tocarme ni una sola parte de mis antebrazos y muslos.
Cuándo me escuchó aceptar la promesa, me cogió de la cara y me dió un besito en la mejilla.
Y ahí nos quedamos un rato sentadas, hablando de cosas e intentando sacar temas de conversación divertidos, o que al menos, nos hiciese olvidar nuestros problemas... y así fue. Cada vez que estoy con ella el tiempo pasa volando, realmente la amo.

En fin... sigo.
Ella también me cuenta sobre su día y si estamos mal, nos mandamos fotos de gatos. Sí, es una manera que tenemos de alegrarnos.

Hoy venía mi padre a recogerme y así directamente iba a conocer a la mafia, así que me apoyé en una de las paredes del instituto y le esperé.
Cómo no, yo no me debería llamar Erin Hall, me debería llamar Erin La Malasuertuda.
Para mi jodida malasuerte, a 5 metros aproximadamente,  estaba Jordan.
Yo le vi y empecé a ponerme muy nerviosa, pero sabía que delante de todos no me iba a hacer nada, osea que le ignoré.
Él si se fijó en mí y trataba de llamar mi atención chasqueando sus dedos y nombrando mi nombre. Que se piensa, ¿que soy su puta perrita o qué?.
Yo, cómo soy tan subnormal, le miré y fui hacía él.
No mantuvimos ningún tipo de interacción desde hace 10 meses, a excepción de cruzarnos por los pasillos e ignorarnos mutuamente. Pero hoy no sé en qué coño estaba pensando.

Me planté en su puta cara, con los brazos cruzados y el ceño fruncido.
Él me miraba con ternura y apoyo sus manos sobre mi cadera, haciendo una leve presión que me atraía a su cuerpo. Yo no sabía cómo reaccionar, hasta que empezó a bajar sus manos llegando a mis glúteos.
En ese momento, le aparté las manos y le pregunté alzando la voz.