●Pronóstico de tormenta●

1.3K 111 9
                                    

Un hábito que había adquirido recientemente era recostarse en el sofá abrazando a su pareja, mientras se realizaban cariños mutuamente.

En su basta existencia nunca había considerado que un mortal tan peculiar como lo era Childe lo tendría tan perdidamente enamorado. No había otra forma de explicar su devoción por el pelirrojo.

La dualidad humana le era un concepto extraño, ajeno inclusive. Le era realmente complicado entender los comportamientos contradictorios humanos. Hasta que los comenzó a manifestar por su cuenta.

Si Zhongli dijera que pudo identificar las primeras señales de enamoramiento al hablar con cierto diplomático extranjero, estaría mintiendo. Comenzó con pequeños encuentros para comer, luego con paseos por el puerto, pero era tan grata la compañía del otro que se buscaban mutua y continuamente. Con estas reuniones un calor en su pecho comenzó a crecer, creyó erróneamente que se trataba de un efecto adevrso al perder su gnosis. Luego las infames mariposas en el estómago hicieron su aparición. Otro síntoma de su presunta enfermedad era la felicidad que traía estar cerca del pelirrojo. No comprendía como las emociones no solo involucraban sentimientos sino reacciones en su organismo. Sonrojos, cosquilleos y risas involintarias eran solo algunos de los ejemplos.

Luego de una ardua investigación en la biblioteca de Liyue y de realizar experimentos pertinentes concluyó que estaba enamorado. Un ser longevo e indiferente al paso del tiempo había caído por un mortal.

Pero, ¿qué había cautivado de tal forma al retirado Rey Geo? ¿Habrá sido tal vez su carismática personalidad?, ¿o su apasionada determinación? Tal vez fue su latente necesidad de proteger a sus amados, cueste lo que cueste. Capaz que era algún otro factor que escapaba de su visión, capaz era alguno de los listados. O simplemente no había respuestas erróneas y todas eran correctas.

Sus otoñales cabellos, su trabajada figura y su azul mirada le nublaban el juicio. Si admirar de tal manera a su pareja fuera un delito, estaría cumpliendo una sentencia perpetúa. Pero sus ojos. Sus ojos. Ese mar revuelto con matices azulados. Sin brillo... A pesar de encontrarse perdido en esos orbes, la falta de brillo, de vida, le molestaban. ¿Qué impedían a esos jades noctilucosos deslumbrar cual estrellas? En todo el tiempo que conocía a Childe, en ninguna oportunidad había podido presenciar tal acontecimiento. A veces podía notar como el intenso azul se aclaraba dando como resultado un celeste oscuro artificial, como si fuera el fuego de una vela se tratase; pero nada semejante al brillar natural de las miradas.

Ni siquiera parecían relucir en sus tan aclamadas batallas. Esas batallas que aumentan el pulso sanguíneo y la adrenalina se ve impulsada por un gran desafío. Sabía que su pelirrojo amaba y vivía para las peleas, siempre buscando demostrar cuan grandiosas eran sus habilidades; y no solo eso, también se aferraba al continuo aprendizaje para así volverse más fuerte con cada encuentro. La emoción reflejada en su rostro al contar sus hazañas, en relatar como había adquirido cada cicatriz que recorrían su cuerpo y como esa situación crítica era un recordatorio de que estaba vivo, listo para afrontar cualquier desafío.

Si tan solo su espíritu de lucha y su deslumbrante personalidad se vieran reflejadas en sus ojos...

Su pequeña reflexión se vio interrumpida por un dulce sonido. La suave risa provocado por las cosquillas en el cabello del heraldo lo llenaban de una calidez interior tan placentera que creería que se volvería adicto. Depositar besos en sus mejillas manchadas era otra de sus adicciones recién adquiridas. Childe no se quedaba atrás: pasar sus dedos por el sedoso pelo de Zhongli o simplemente acariciar sus mejillas parecía nunca agotarlo.

En estos momentos le encantaría poder congelar el tiempo y poder atesorar este breve instante para la eternidad. Si bien no se podría decir que momentos como el que está sucediendo son raros tampoco son rutinarios. Ambos se veían envueltos en toneladas de papeleo de sus respectivas profesiones. Escenas como estas eran las necesarias para librar ese cansancio laboral. A veces gustaban de ir a pasear por las playas de Liyue, mientras que en otras ocasiones simplemente visitaban el mercado local. Pero hoy, con estar juntos bastaba y sobraba. Simplemente este cálido momento era acogedor.

Sin embargo, había pronóstico de tormenta.

Una fría brisa comenzó a llenar el ambiente devorando su intimidad. La habitación había disminuido unos cuantos grados y el frio helaba la piel. No era algo nuevo, siempre la Zarina entregaba sus mensajes con su frialdad característica. A veces se olvidaba que su amado no le pertenecía enteramente. Notó como Childe se tensaba en sus brazos e instintivamente lo acogió con más fervor.

Un sobre se manifestó entre la brisa gélida revelando la voluntad de la arconte. Childe se incorporó bruscamente y comenzó a leer su contenido.

―He recibido órdenes de volver inmediatamente a Snezhnaya ―suspiró el pelirrojo. A pesar de mostrarse molesto, Zhongli pudo leer atraves de él y pudo notar una no característica inquietud. Era algo realmente curioso, Childe emanaba confianza constantemente y verlo dudar salía completamente del panorama. A pesar de querer rogarle a que se quedara a su lado en Liyue, sabía que era algo que escapaba de sus posibilidades; el deber llamaba y no podía negarse.

¿Qué era aquello que inquetaba a su amante? Su relación con la Zariana nunca había sido tema de debate; lo único sabía era que su gran devocion por la arconte de su tierra natal era a raíz de su estricto mandato.

Deseaba preguntar, mas se limitó a abrazar a su pareja por detrás y depositar un pequeño beso en su fría mejilla.

|■◇●○●◇■|

Gracias por leer, comentarios constructivos son recibidos.

Actualizaré en la brevedad la siguiente parte.

Moonless Sea | Zhongli X Tartaglia/ChildeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora