Moonless Sea | Zhongli X Tartaglia/Childe

●Relámpagos en el oleaje●

Un constante graznido se escucha en el concurrido puerto de Liyue. Las gaviotas parecían haberse instalado allí mismo, haciéndolo su hogar. En su diverso conocer, las gaviotas eran aves audaces y con gran capacidad adaptativa. No era sorpresa como se habían instalado con relativa facilidad hace un remoto tiempo en dicha zona.

Una adaptabilidad muy similar a la de Childe. Las bajas temperaturas en las cuales vivian habían sido reemplazadas por cálidas brisas veraniegas al amanecer. El flujo de gente en cualquier época del año en la ciudad de los contratos era notoriamente mayor a la que el pelirrojo estaba acostumbrado en el pequeño pueblo pesquero en el que había crecido. Una nueva lengua y una tierra llena de tradiciones ajenas eran un rumbo de vida completamente atípico para cualquier extranjero. Mas, el joven guerrero había sabido como adaptarse al entorno a pesar de sus diferencias culturales se vio capaz de seguir la corriente al pueblo de Liyue.

A pesar de adaptar dicho estilo de vida liyuense, su amante nunca encajaría en su amada ciudad. Porque Childe era exótico, diferente a todo lo que había formado. Solo con mirar su apariencia se podría determinar que era una pieza de otro rompecabezas. Incluso su arconte, la aclamada Zarina, lo había marcado y elevado a la posición que se encuentra actualmente. Una vez más, Zhongli se estrellaba con la realidad: Childe era un peón de la arconte Cryo, una de sus mejores piezas.; una que no cedería fácilmente.

―Li ―lo llamó su pareja- el barco está por zarpar―. Realmente adoraba ese apodo, sonaba tan dulce e íntimo, y cada vez que lo nombraba traía recuerdos de cuando se lo dijo por primera vez: fue espontáneo, casi natural para el contrario pero cuando se dio cuenta de las palabras que habían salido de su boca su sonrojo era notario. Sin embargo su expresión delataba algo lejano a feliz, su rostro se veía ligeramente preocupado.

Childe se acercó a él y tomó sus mejillas. ―No te preocupes Li, estaré bien, es más, ¡podre ver a mi familia! ―dijo con una gran sonrisa formándose en sus labios―. Hace mucho que no me encuentro con ellos, mis hermanos deben haber crecido y mis padres envejecido ―soltó una sonora pero pequeña carcajada al final de su declaración. Antes de soltar sus mejillas depositó un ligero beso en su frente. Para un hombre que le encantaba relatar, contar, hablar, se encontraba sin palabras, ¿qué se suponía que debía hacer?

―¿Me concedes el honor? ―dijo con otras de sus radiantes sonrisas mientras ofrecía su mano. Sin dudar, Zhongli aceptó la oferta y tomados de la mano se dirigieron al andén donde el barco rumbo a Snezhnaya partiría.

Recuerda la primera vez que se tomaron las manos, ambos eran un manojos de nervios. No tenían problemas en mostrar afecto mutuamente; pero al hacerlo en frente de ojos ajenos, curiosos, era cuanto menos un poco sofocante. No era para menos: ver al pulcro y elegante consultor de la funeraria "El camino" junto a un heraldo de los Fatui: llamaban demasiado la atención. Incluso aún más del incidente de Osial. Aún así no se dejaron llevar por esas miradas y pudieron repetir aquella situación múltiple veces más.

Zhongli le gustaría decir que al juntar sus manos con su pareja le traería paz, que le otorgaría la fuerza para dejarlo ir. No obstante, sentía un creciente malestar en su pecho. No era un deseo egoísta, no era un capricho suyo de reclamar al pelirrojo como exclusividad suya, al contrario quería que su amante sea tan libre como deseara y que su devoción a él sea puramente sentida. A pesar de aquello todos esos años caminado sobre la tierra de Teyvat le había enseñado un par de cosas... Tenía un mal presentimiento.

Era consciente que la Zarina no se encontraba particularmente alegre de los resultados de Childe en su misión de extraer su gnosis. Había fallado y la arconte Cryo no aceptaba los fracasos.

Era en parte su culpa, había engañado al pelirrojo y había hecho un contrato con una de sus colegas como representante. En otras palabra, Signora se había robado el crédito del éxito de la misión de la extracción de gnosis. En el presente, a Zhongli le hubiera gustado maniobrar de otra forma, ahora que ya tiene más ordenados tantos sus pensamientos como sus sentimientos: después de todo su largo mandato no se componía principalmente de momentos felices. Es por esa misma razón que necesitaba un descanso, retirarse, dejar atrás toda esa carga. Nunca había considerado como sus deseos podía afectar a otros: a su pueblo, al adepti, a Childe... ¿realmente eso era considerarse egoísta?

Al parecer no podía esconder su preocupación de su amante, el pelirrojo tomó con más fuerza su mano mientras le sonreía ampliamente mostrando los dientes. Era una sincera sonrisa. Aún así, sus ojos, tan oscuros y vacíos, resaltaban demasiado; incluso se atrevería a decir que están ligeramente más oscuros que lo de costumbre. ¿Cómo una persona tan radiante, llena de vida y determinación podía tener esos orbes azulados?

Si bien se mostraba seguro, el heraldo estaba actuando en cual farsa de teatro. Zhongli no sabia en que momento aprendió a leer sentimientos, a leer como un libro a Childe, al parecer su esfuerzo por adaptarse a la vida mortal estaba dando sus frutos. No quería forzar al contrario a contarle que sucedía pero la preocupación y la intriga lo carcomían internamente.

Su pequeña caminata había acabado, se encontraban en el puerto a pies de la embarcación. Se miraron mutuamente pero ninguno ejerció palabra. Como si lo hubieran acordado anteriormente, se acercaron una vez formando un abrazo, como esos que llenan el alma y alimentan el espíritu. Se separaron ligeramente, una vez más conectando miradas y sus labios se unieron. Era un beso amargo, sabía a despedida.

―Prometo escribirte Li ―dijo separándose del beso suavemente, con tal delicadeza que dudarías que esas manos habían acabado con tantas vidas―. No me extrañes mucho, volveré cuando menos te lo esperes ¡y con muchos regalos!

Zhongli asintió con una pequeña sonrisa. Robó otro beso a su amado y dijo:

―Buen viaje Ajax, que tu viaje sea ameno y espero que vuelvas pronto―. Tomó sus manos y prosiguió―. Velaré para que tu retorno sea seguro y deseo profundamente tu recuentro con tu familia ocurra en la brevedad. Mis más sinceros saludos a tu familia por cierto.

Childe estaba conmovido con las palabras de su pareja, con ojos vidriosos respondió:

―Li no te pongas tan sentimental, me harás quedar aquí contigo―.

Era eso exactamente lo que Zhongli deseaba. Poder tener su compañía para siempre.

―Lord Heraldo, disculpe mi intromisión, el barco está por zarpar ―anunció una agente Fatui.

Ya no había más tiempo para discursos de despedidas ni muestras de afecto. Childe se separó de Zhongli y subió al barco que lo llevaría a su tierra natal. Estaba nervioso y ansioso, no veía la hora en la que podría reunirse con sus hermanos. Pero el deber era primero y sabía muy bien lo que le esperaba en el palacio de su majestad.

Una vez abordo saludó con su mano a su pareja mientras la embarcación se alejaba lentamente del puerto rumbo al atardecer. Los naranjas teñían el cielo con matices morados, a la distancia podía verse unos nubarrones grisáceos que brillaban intermitentemente. Eran relámpagos en el oleaje.

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― Mi onceavo, es bueno verte ―dijo una gélida voz con falsa cordialidad―. Espero que tu estadía en Liyue junto a Morax haya sido grata.

Childe se encontraba frente al trono de su majestad, arrodillado con la mirada baja, sus ojos clavados al suelo. Ante tales palabras no pudo más que tragar saliva.

―Me has fallado, mi onceavo. Debes de saber lo que significa―. La falsa amabilidad había desaparecido, su fría voz delataba seriedad, demostrando su diferencia de poder, su autoridad.

Tartaglia, Childe, onceavo de los Fatui, la vanguardia de su majestad, guerrero aclamado, estaba profundamente aterrorizado.

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