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La vista era deprimente como si la vida hubiese perdido todo rastro de brillo y color, y lastimosamente el ambiente tampoco era mejor. Su closet estaba casi vacío, apenas estaban sus prendas, pero ya nada de Felix quedaba en su departamento. Nada. Ni su aroma, ni sus risas, ni mucho menos su encantadora presencia. Todo se había ido. Se maldijo a sí mismo no haber sido lo suficientemente fuerte como hacer que su princesa se quedara.
                   
Quizás lo que los distanció no fue su estado de doncel o la posibilidad de un embarazo, sino aquella situación que Hyunjin tampoco le contó a Felix. Un secreto que le sobrecogía el corazón.
                   
Fue muy hipócrita al recriminarle a Felix por no haberle contado sobre ese secreto que guardaba celosamente cuando él mismo no era capaz de decirle los demonios que lo atormentaban. Esos mismos demonios los separaron.
                   
Felix se fue la noche pasada apenas llegar de la oficina, cuando Hyunjin no estaba, aprovechando que el oficial estaba de turno y no se aparecería sino hasta el día siguiente. Recoger sus cosas fue doloroso, era como demoler tu hogar y recoger los pedazos, como si con ellos pudieses volver a empezar.
                   
Cuando Hyunjin regresó en la mañana, su departamento se vía tan triste y desolado como cuando lo compró. Sólo necesitaba a Felix para que ese lugar se convirtiese en su hogar, pero ya no tenía ni el uno, ni el otro.
                   
"Te recuperaré", prometió, aunque sabía que cumplir esa promesa sería una de las batallas más grandes que librar.
                   
"Quiero cuidarte, es sólo que a veces no sé cómo hacerlo".
                   
Tomó su celular y llamó a Minho quien ya estaba de regreso de sus vacaciones.
                   
— Necesito tu ayuda.
                   
— Tengo algo que decirte.
                   
La llamada terminó, y Hyunjin supo que su amigo venía en camino al departamento, así que decidió sacar la carta que hace días llegó a su oficina. Cuando la recibió creyó que fue enviada por algún miembro de alguna mafia enemiga de los Lee, y debido a que el hijo de los Song estaba en la cárcel, creyó fervientemente que se trataba de ellos. Ser amenazado por una mafia tampoco es algo que le gustara, pero en algún punto de su carrera debía suceder.
                   
Esperó un cuarto de hora antes de que un golpeteo en la puerta lo sacó de su ensoñación. Minho había llegado y no había tiempo que perder.
                   
— El fiscal quiere a los Lee — Le dijo Minho, enseñándole la orden para capturarlos, — Y sabe que Felix es su hijo.
                   
"Maldita sea", pensó enfurecido.
                   
— Debe estar siguiendo su rastro desde la última vez que intentaron atraparlos. Ahora él sabe dónde estarán el sábado por la noche. Planea una emboscada en las bodegas del puerto de Incheon cuando los Lee reciban un cargamento de droga que viene desde China — Informó Minho.
                   
Entonces todo tuvo sentido para él. Aquella carta que llegó hace días era un preludio a lo que el fiscal le obligaría a hacer. El hombre debía estar desesperado por capturar a los mafiosos más peligrosos del norte del país como para recurrir a una artimaña semejante. Después de todo, era demasiado sencillo incriminar a alguien y refundirlo en la cárcel por el resto de su vida. Eso sucedía a diario y el Comandante lo sabía perfectamente. El sistema de justicia no sólo era ciego, sino que también sumamente desequilibrado.
                   
Hyunjin le tendió la carta a Minho para que la leyera. El rostro de Minho, mientras sus ojos repasaban las tormentosas palabras del fiscal, se convirtió en un poema de sorpresa y disgusto. Esas mismas reacciones las tenía Hyunjin cada vez que leía esa carta.
                   
— Te está amenazando con enviar a Felix a la cárcel sino capturas a sus padres — Jadeó Minho, conteniendo un insulto.
                   
— No sólo eso. Le darán cadena perpetua por un crimen que no cometió.

 Pasión en la Mira » ᴴʸᵘⁿˡⁱˣDonde viven las historias. Descúbrelo ahora