Capitulo IX

27 9 0
                                    


CASSANDRA

28 de enero 2018

- No ha cambiado nada este lugar – comenta Gala a mi lado.

- Ni un poco.

Las risas de los bebes que salen de los salones en el inicio del pacillo es lo primero que escucho cuando entro por la puerta principal del orfanato; el que tanto tiempo fue mi hogar, el conocido sabor agridulce aparece como en todas las veces que vengo a ver a las únicas dos personas que me quedan.

Mis hermanos.

El saber que se encuentran aquí es tormentoso, porque un lado, estoy feliz de que no les falte nada, porque yo todavía no les puedo dar todo lo que ellos se merecen, me falta mucho para lograrlo y las promesas siguen pesando cada vez más, al ver que todavía no es tiempo de estar juntos, además de que legalmente todavía no puedo hacerme cargo de ellos.

Es un infierno verlos solamente una vez por mes, el tener que dejarlos; a una con lágrimas contenidas y el otro con el mismo sentimiento, pero sin reflejarlo, tratando de aparentar ser duro cuando por dentro es como un oso cariñosito, dando amor para todos los que quiere.

Seguimos avanzando por el pasillo principal, que con los años no ha hecho otra cosa que no sea deteriorase como todo el edificio en general, el que el orfanato no reciba los mismos fondos que antes me preocupa, porque en definitiva no quiero que terminen por cerrarlo y que reubiquen a todos.

Al llegar a la puerta que da al jardín trasero, tomo una respiración profunda, antes de enfrentarme a mis hermanos. Nunca es fácil verlos y tener que dejarlos porque no puedo llevarlos conmigo.

Gala abre la puerta emocionada, cuando se lo indico, al abrirla no la molestan ni distraen los rayos solares como a mí que me lastiman un poco, en lugar de eso, sale corriendo y gritando como una desquiciada, cuando da con mi hermana menor. Astrid no se lo cree, la pobre esta en completo estado de shock y no la culpo tienen muchos años sin verse, siete para ser exactos.

Mi hermana es la única que no se parece tanto a mi hermano ni a mí, ella es castaña clara, lo que provoca que su piel se vea más clara que la de nosotros, tiene los ojos verdes como mi padre y lo único que compartimos ella y yo es la altura, ambas pareciendo unos duendes malhumorados, porque si también tienen un carácter del diablo.

Ella y Gala fueron muy buenas amigas, a pesar del poco tiempo que convivieron, el hecho de que ambas tengan la misma edad, de cierta manera las unió más, cuando Gala fue adoptada mi hermana tuvo un episodio de depresión, no sabía qué hacer para que se sintiera bien, así que solo me quede con ella, en silencio, hasta que poco a poco fue recuperándose, sé que aun a si necesita ayuda, pero es tan orgullosa que no lo quiere admitir.

Busco a mi hermano, normalmente el viene todo emocionado a recibirme, es raro que no esté aquí asfixiándome, lo veo en el fondo del jardín, está defendiendo un niño sumamente delgado y pálido, de unos abusivos mucho más grandes que él, me es inevitable no sonreír.

Conall al igual que yo tiene ese gen sobreprotector que caracteriza a mi familia, o lo que quedamos de ella. Él es una como réplica mía; cabello negro, piel bronceada y ojos marrón oscuro la única diferencia que él tiene entre Astrid y yo es que él es más alto y su carácter es muy dócil, prefiere sufrir el antes que los demás. Como si sintiera mi presencia voltea a verme y es imposible no recordar cuando recién llegamos al orfanato; tres niños que habían sufrido el abandono de sus padres, nunca supe que les paso, o porque lo hicieron, nada más de un momento a otro ya no estaban con nosotros, no les guardamos rencor, por lo menos no yo, pero me gustaría por lo menos saber la razón del porqué dejarnos a nuestra suerte.

Jodido ClichéDonde viven las historias. Descúbrelo ahora