capitulo 2

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Hola, esta es la segunda parte del 1er cap, espero que les guste, por supuesto quedo atenta a cualquier comentario, además pido disculpas si hay algún error.

Lena esbozó una sonrisa endiablada, porque precisamente aquel era el motivo de que estuviera tan emocionada. Nunca tenía oportunidad de divertirse, porque siempre había alguna niñera o alguna pariente mandona que no se despegaba de su lado y le recordaba incansablemente sus deberes como hija única.

-No me importa. De todas maneras, tú no deberías haber cruzado la frontera.

-¿La tierra donde estabais haciendo el picnic? --- inquirió Kara con una nota de satisfacción-. Es tierra de los Danvers. Tu familia nos la tiene que devolver el año que viene.

-¿Por qué?

-Porque lo ha dicho el juez.

Lena no supo qué contestar, porque aquello no tenía ni pies ni cabeza. Se hallaba a lomos de un rapidísimo corcel negro, con la niña con la que le habían ordenado no hablar jamás y más allá de las puertas con torreones que nunca debía atravesar.

Su padre siempre aminoraba la marcha cuando pasaba en coche cerca de Laudes Absalom, para dedicarle una serie de expletivos de su letanía de condena habitual hacia sus vecinos. Malditos sean sus viles corazones y sus almas codiciosas. Un día veremos esa casa reducida a cenizas. No confíes nunca en un Danvers.

Kara desmontó y le dijo a Lena que se agarrara del arzón. Tomó las riendas y llevó al caballo al paso durante el trecho que quedaba hasta la casa.

-¡Sr. James! -llamó Kara a voz en grito nada más llegar.

Enseguida apareció un hombre, que agachó la cabeza para pasar bajo uno de los múltiples arcos que jalonaban la fachada delantera de la casa.

Cogió en brazos a Lena para ayudarla a bajar y tras dejarla en el suelo, se alejó con su montura.

-No digas ni una palabra hasta que lleguemos a mi habitación -la instruyó Kara mientras subían las escaleras hacia la puerta principal-. Eso si no eres demasiado cobarde como para entrar.

Lena se detuvo para mirar una de las estatuas, un ángel de mármol con cara de mujer afligida, con un perro muy extraño a su lado. Una bocanada fantasmal de viento la azotaba en la piedra y le marcaba unos muslos afilados y unos pechos firmes bajo las finas ropas. Tenía una mano sobre el pescuezo del perro y la otra hacia atrás, rozando apenas el pilar de la puerta. No parecía guardar la entrada, sino más bien querer escabullirse de la casa, ya que tenía la mirada puesta a su espalda como si temiera que la siguiera alguien. Kara pasó las yemas de los dedos sobre la mano de la escultura.

-Esta es mi tatarabuela, Estelle.

-¿Era un ángel?

-No, le pusieron alas porque está en el cielo. Se ahogó en el lago.

-¿El perro también se ahogó?

Kara la miró con extrañeza.

-Haces preguntas de niña pequeña. Vamos.

Cogió a Lena de la mano y la llevó adentro. Llegaron a un enorme vestíbulo con paredes forradas de madera, rastrillado por los retales de luz que se colaban por las altas ventanas de vidrio emplomado que había a lado y lado de la sala. Los muros estaban atestados de espadas, hachas, cabezas de ciervo, cuadros y largos cortinajes polvorientos de color rojo atados con cordeles dorados deshilachados. En el centro había una gigantesca escalinata que llevaba a una galería en el piso superior. El suelo crujía bajo sus pies y Kara no dejaba de tirarle a Lena de la mano para que se diera prisa.

El Jardin Oscuro SupercorpDonde viven las historias. Descúbrelo ahora