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Dolmaro; Jannabi

"Poder estar en el mismo lugar de siempre"

—Baji-san, tenemos que caminar un poco, no podemos estar aquí abrazados por siempre— decía Chifuyu algo avergonzado.

Baji Keisuke y Matsuno Chifuyu eran ese par de jóvenes que se hacían arrumacos en el hueco de la escalera con la esperanza de que ningún inquilino los descubriera en medio de su jornada diaria de abrazos, necesaria para que Baji pueda irse a su casa con una gran sonrisa decorando su rostro.

—¿Entonces a dónde quieres ir? —Le dice al oído— yo te escucho y te hago caso en todo lo que me digas, Fuyu — intentando esconder su sonrojo Chifuyu se levanta de un salto, decidido a moverse de una vez y dejar de ser avergonzado de esa manera, le duele el orgullo.

—Podemos ir a la tienda de conveniencia de la plaza, comer un pei young yakisoba y de ahí vemos que más ¿Le parece bien, BajI-san?

Baji se levanta y sin decir nada tomó de la mano a Chifuyu. Es un si , piensa Chifuyu mientras camina de la mano con su amado Baji- san, las calles casi vacías debido a la hora y la luz de la luna alumbrando como el mejor farol a ese amor juvenil que con tanta devoción profesaban el par de jóvenes . La sonrisa no se le va de la cara a Chifuyu, Baji se mantiene con su típica media sonrisa pero con unos ojos tan brillantes como las más hermosas perlas.

Llegan a la tienda de veinticuatro horas y entran bajo la atenta mirada de una joven trabajadora que come una sopa al paso de una tortuga. Compran lo que necesitan y deciden sentarse un momento en esas bancas que hay en la pequeña plazuela al lado de la tienda. Conversan de nada y todo, de que Mitsuya es bueno, de que Mikey se pasó con el castigo a Baji, de quien era más probable de alcanzar a Draken. También conversan de amor, del futuro, de cómo Chifuyu va a darse tiempo entre viaje y viaje para ayudar a Baji con la tienda de mascotas y como pensaban darle un gato a Mikey y otro a Draken.

—Baji- san, yo creo que en ese bosque realmente hay fantasmas o bestias— discutiendo sobre temas de conspiración mientras terminan de comer deciden moverte hasta los columpios.

-¡Yo! ¡Creo ¡Que! ¡Tienes! ¡Razón! - dice Baji mientras se columpia, cada que Chifuyu tiene la misma altura que él le dice palabra por palabra.

—¡Me muero por ir, sería genial!

De pronto el columpio de Baji para moverse abruptamente, algo asustado Chifuyu hace lo mismo ¿Había dicho algo malo? Cuando toca tierra firme Baji lo está mirando directamente a los ojos sin decir nada, la respiración acelerada del pelinegro no hace más que asustar a Chifuyu, quien ya había inventado más de tres escenarios en su cabeza.

—Hay que ir juntos. Yo te voy a llevar, Chifuyu.

—Llévame contigo Baji-san, por favor llévame.

—Yo te llevaría hasta el fin del mundo, no lo dudes.

















(...)

















Por alguna razón están en ese callejón en donde suelen alimentar a más gatos, o como el pelinegro le dice a sus hijos. Ya era tarde pero aún así los mininos al sentir la presencia de los dos chicos salieron a ronronear ya exigir un poco de cariño por parte de sus pseudo dueños.

Todos los gatos comenzaron a excepción de ese pequeño gato gris que parece ser muy pequeño como para atreverse a comer en compañía de los otros gatitos. Chifuyu abre una de las latas restantes mientras Baji termina de servir al resto de gatos. Cargando al pequeño gato Chifuyu comienza a darle de comer por cuenta propia, cuando Baji se percata de la situación se acerca a Chifuyu para ayudar a alimentar al gato que poco a poco se va saciando.

—Este si parece nuestro hijo eh— dice Baji acariciando al pequeño gato que ahora yace dormido en los brazos de Chifuyu.

—¿A que si? Es muy lindo.

—A este no lo hemos nombrado, pobre bolita de pelos— el pelinegro se queda un momento pensando en el nombre de su "hijo" mientras Chifuyu arrulla al gatito— pobre Bajifuyu, being tan chiquito y viviendo en la calle, di algo, que tu eres la madre.

Chifuyu decide seguirle el juego (como casi siempre hace) hoy su papel era el de una madre de un matrimonio desahuciado

—Perdón Bajifuyu, papá y mamá no pueden darse cuenta de el lujo de darte una casa. Dormimos en una sucia calle y comemos un pedazo de pan— dice dando lo mejor de sí en su actuación.

—Tu madre tiene razón, soy un hombre que no puede encontrar trabajo y tiene que mandar a tu madre a vender caramelos ¡Soy un desastre! - dice dramáticamente, sacándole una carcajada a Chifuyu— Oh, es tarde. Si no regreso mamá se va a preocupar por mi.

—Tienes razón, vamos.

Se despiden de los gatos y emprenden camino a casa. Pasando por ese jardín de rosas mientras se cuentan bromas, por esa antigua casa no tan abandonada mientras se recomiendan películas de comedia, por ese colegio primario mientras saltan y ríen al compás de una canción que Chifuyu se acaba de inventar, pasan por la tienda de conveniencia ya lo lejos ven a la joven de antes acompañada de otra jovencita que la tiene agarrada de la mano. Las risas, los roces y los besos ocasionales son sus mejores acompañantes en estas noches de clima templado en las que suelen salir a caminar y si es necesario pelear con alguien.

Cuando llegan a su hueco de las escaleras de pronto Chifuyu comienza a llorar, un llanto de dolor que si los vecinos fueran lo suficientemente atentos podrían escuchar de dónde viene. Un llanto lleno de culpa y ganas de volver a ese momento.

—¿Qué pasa?— dice Baji preocupado, secando las lágrimas de su amado y dándole tiernos besos en las mejillas a manera de consuelo.

—Tu lo sabes muy bien, tu estás muerto.

Cuando dice eso la luna deja de brillar y las estrellas le dejan de sonreír, está solo, todo el tiempo lo estuvo piensa mientras solloza en silencio y llama a su amado de pelo largo. Está solo desde hace casi un mes, un mes en el que no ha hecho nada más que esconderse y pretender que Baji, sigue aquí. Que aún pueden conversar y escuchar música juntos.

—Llévame contigo, por favor llévame contigo. Es tan frustrante estar aquí— dice entre lágrimas. Su pedido nunca es escuchado, por nada ni por nadie.

Está solo, ha estado solo toda la noche intentando revivir el recuerdo de Baji, caminando por los lugar en los que caminaban y hablando como ellos hablaban, aún así nada cambiaría. Está solo desde que se sentó en el hueco de las escaleras, el que alguna vez había sido el lugar más feliz, el hueco de las escaleras que es más pequeño que el hueco en su corazón. El está aquí y él está allá, pero de lo que si está seguro Chifuyu es de que siempre va a esperarlo aquí, aunque lo tenga que hacer por siempre

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