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Azahara Volturi, una vampiresa de de más de dos mil años, la cual ha estado en posesión de Aro Vulturi la mayoría de su existencia. No conocía mucho del mundo exterior y lo único que conocía eran aquellas paredes que han sido su hogar.
Ese día se había aburrido de estar en la biblioteca releyendo alguno de los tantos libros, por lo que lo mejor que tiene en mente es tener un momento de diversión con su esposo.
- ¿Qué es lo que quieres de nosotros? -la voz de Caius suena a pesar de la distancia que seguía del salón, había algún ingenuo que venía por sus reyes, pobre de él.
- Vengo a pedir que acaben con mi vida -eso le sorprendió e hizo que parara su caminar por unos segundos, su voz, a pesar de sonar melancólica logro llamar su atención.
- ¿Me permites? -pregunta Aro y Azahara sabía que estaba pidiendo ver sus recuerdos, por lo que se apresura a ir.
Al entrar sonríe a Marcus y va a sentarse al trono de su esposo, viendo al vampiro que estaba enm dio de la sala, todo en el gritaba muerte.
- Ya veo -la vampiresa despertó del trance y volteo a ver a Aro curiosa-. Así que tu tua cantante ha muerto, pero no es motivo para que quieras desperdiciar tan expendido don.
» Puedo ofrecerte un lugar en mis filas. «
- Deberías dejar de ser un insensible Aro -la mujer se levanta del trono llamando la atención los dos vampiros en medio e la sala.
- Oh, mi querida Azahara, ¿Qué haces fuera de la torre? -pregunta Aro viendola.
Ella se cruza de brazos molesta con él.
- No puedes obligarme a estar ahí como a Sulpicia o Athenodora -llega a dónde están ambos.
- Querida, deberías regresar a la torre -le pide-. Estar aquí no es bueno, podría atacarte.
- Que lo intente -declara y hace que su esposo se mueva a un lado de manera sutil, dejándole frente al inmortal moribundo-. No es por ser grosera, pero no creo que pueda dar mucho de si.
Se quedan en silencio unos momentos, simplemente mirándose.
- ¿Qué fue lo que ha causado que termines así? -sus manos fueron a sus mejillas, comenzando a ver todo lo que había estado viviendo, justo como lo hacía Aro.
- ¿Qué crees que haces? -el vampiro la toma de las muñecas y las aleja de su rostro de manera brusca.
- Jane, haz que la suelte -Aro da la orden.
- Ni se te ocurra hacer nada Jane, yo fui quien le ha faltado al respeto -la castaña habla más no voltea a verla, sabe que no hará nada, le sonríe de manera cálida-. No te haré daño Edward, soy una amiga.
Saboreo decir su nombre y Marcos, quien presenciaba todo pudo ver cómo un hilo carmesí unía al Cullen con la Vulturi, hizo una mueca de tristeza ya que eso no terminaría bien.
El cobrizo al captar los pensamientos de todos en la sala no la soltó, es más, quería lastimarla y así lograr que lo mataran, pero había algo que se lo impedía.
- Aro, llevaré a nuestro invitado a dar un paseo -a pesar de no desearlo voltea a ver al mencionado-. Y no quiero ninguno de tus lacayos atrás de nosotros.
- No puedes decidir eso por ti misma querida, hay reglas -la voz del pelinegro se oía molesta-. Las esposas no pueden salir de sus aposentos, he permitido demasiado.
- Y yo te estoy diciendo que no regresaré, ya deberías aprender que hago lo que quiero -toma del brazo al cobrizo para salir de ahí-. Si veo alguno de la guardia cerca de nosotros prometo matarlo.
Fue lo último que dijo antes de salir del salón del trono, dejando a la guardía presente atónitos ante las palabras de la castaña, al rey de cabello chocolate preocupado, al rey de cabellera rubia desinteresado y al último rey molesto por la osadía de su segunda mujer.
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