¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Si antes no había podido comprender las palabras de Draken, ahora mismo menos.
Podía sentir el ardor en sus muñecas, que seguían atadas con varias prendas de ropa que el propio vicecomandante de la ToMan había seleccionado cuidadosamente.
La noche estaba fría y las ventanas abiertas, llenándolo de anhelo hacia la luz que iluminaba su ventana. Cada día venía un miembro diferente del gang a visitarlo, pero ninguno parecía querer dirigirle la palabra. Sus miradas se perdían en la oscuridad del cuarto, como si simplemente verlo, les pareciera repulsivo. La mayoría de veces solo se presentaban para alimentarle de forma escasa...Como si quisieran matarle de hambre.
No sabía cuánto tiempo había permanecido atado a esa cama. El solitario suelo siendo su único compañero...
En esos momentos maldecía no tener un reloj puesto en algún lugar de su cuarto. De esa manera, al menos tendría la certeza de que hora era..
Un pensamiento algo tonto, pero aquello era lo único que le permitía permanecer completamente cuerdo. El pensar en que había pasado con su familia, le aterraba.
Su madre...La única persona que le había acompañado en su miseria infancia parecía haber desaparecido.
Tenia el completo conocimiento de que la mujer podía demorar uno que otro día sin llegar a casa. El estar rotando de cama en cama no le daba mucho tiempo para llegar a cenar o despertar con una sonrisa a su único hijo.
Pero por supuesto, eso no le enojaba. Desde la muerte de su padre, los ingresos que tenían no eran para nada favorables, lo que los llevó a mudarse de barrió a medida que el dinero faltaba.
Su calidad de vida disminuyó desfavorablemente, pero el pequeño jamás culpó a su madre, ni viceversa. La femina era completamente consciente del corazón puro que su niño portaba...Y siendo así, jamás pudo culparlo de su estado financiero o de su profesión poco viable.
Porque la Hanagaki no era una madre perfecta, ninguna lo es, pero la fémina era lo más cercano a la mejor madre del mundo.
Y en esas circunstancias, era lo que más le carcomía.
¿Cómo reaccionaría la mujer que le dio a luz al verlo en aquel estado?...¿Qué pensaría ella acerca de todo lo que llena la vida de su pequeño?
¿Qué diría ella al ver sus manos temblorosas, gimiendo por atención que nadie le brindaba?
Seguramente estaría completamente conforme con el castigo que le estaban imponiendo. Atarlo y mantenerlo en abstinencia...Provocándole una sensación de anhelo y náuseas, como aquel que trata de apartar una droga pero que no puede abandonarla por completo.
Sus ansias crecían y la imagen de su madre se distorsionaba, seguido de un fuerte de sonido de jaleo. Takemichi de encontraba segado.
Jalaba contadas sus fuerzas y rodaba la cama, se movía, soltaba gemidos, gritaba. Sus ansias llenaban su conciencia y le hacían temblar de anhelo, el deseo le dominaba, no obstante, podía sentir la desorientación llevarlo a tambalearse en su puesto. Sj cabeza se meneo y movió de lado a lado, mientras el propietario trataba de mantener su atención fija en la puerta, que parecía estar a punto de ser abierta.
Solo esperaba que fuera Chifuyu con más comida, porque el vacío en su estómago lo estaba matando.
Pero vaya sorpresa se llevó, al ver al gigante tatuado pasar por aquella puerta. - Takemitchy, ¿Ya te sientes mejor?
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
