Capítulo 4, parte 1

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Hola.

💀

Narra Iris:

Poco a poco logré recuperar la visión, el cuello me dolía tanto y al mismo tiempo comencé a sentir un hambre insaciable.

Cuando separé los parpados por completo y miré a mi alrededor, no logré identificar en qué lugar me encontraba, lo último que mi mente recordaba era...

No.

Agaché la cabeza solo para caer en cuenta de que estaba atada en una silla de madera, una soga me rodeaba desde debajo de los hombros hasta los pies que estaba amarrados y evitaba que pudiera moverme, comencé a entrar en desesperación cuando noté que también tenía imposible el poder desatarme ya que mis manos estaban presas hacía atrás.

Así que hice lo primero que se me vino a la mente.

—¡AYUDAAAAAAAA! — las lágrimas cayeron de mis ojos y la garganta me dolió por ese grito tan escandaloso y dramático, pero necesitaba encontrar una manera de salir de aquí y si gritar como una desquiciada me ayudaría lo haría hasta que me quedara sin voz.— ¡AYÚDENME!

Moví la cabeza, intentado dar con alguna pista que revelara mi paradero, pero, Dios, esto era un simple ático abandonado, sin ventanas, ni absolutamente nada más, lo único aquí era yo y la silla, el resto era oscuridad ya que la luz no llegaba a las esquinas del lugar.

Creí que el malestar en mi estómago era hambre, sin embargo, ahora estaba más cerca de querer vomitar que de ingerir algo.

—Dios mío, ¿Qué está pasando? — chillé más que nerviosa, apenas podía controlar la respiración y mi corazón latía tan fuerte que podía escucharlo.

—¿Puedes dejar de hacer tanto ruido?

¿Y esa voz?

No era ningún acento italiano, esta vez era algo parecido a un acento ruso.

—¿Quién dijo eso? — con un tono de voz como el de una niña de quinto grado, pregunté a la nada esperando recibir una respuesta que no diera tanto miedo.

Aunque, si esto era real y era Sullivan a quien había visto hace rato, el acento ruso solo podía pertenecerle a una persona.

—Algo me dice que ya lo descubriste.

—¿Mike?

De la oscuridad salió una figura masculina, un poco más bajo de estatura que yo, pero realmente aterrador, Mike Romanoff se dio a conocer, con el cabello verde peinado hacia atrás, un cigarro en la boca y el parche cubriéndole el ojo derecho, tal y como lo imaginé a mis trece años.

—Sullivan se ofenderá porque lograste reconocerme más rápido que a él.

Estaba petrificada, no supe que decir ni que hacer.

Quedé boquiabierta cuando se plantó frente a mí y expulsó en humo en mi cara.

—Me gustaría decir que es un gusto conocerte, Iris, pero sabes que no se me da bien mentir.

—¿Ya despertó? — regresando a la realidad, aun llorando, pero sin emitir ningún ruido, me sobresalté un poco cuando escuché la voz de Sullivan—. Escuché que dijo tu nombre ¿Cómo mierda te reconoció primero?

Sullivan enredó la mano en mi cabello y tiró de él con fuerza, obligándome a verlo al mismo tiempo que mi cuello se doblaba hacía atrás, cerré los ojos al tenerlo tan de cerca y que su sonrisa espeluznante me causara escalofríos.

—Rompiste mi corazón, Iris. Y creo que tendré que castigarte por hacer eso.

—No, no, no...— por fin logré decir algo, pero dudaba que siguiera así si Sullivan continuaba amenazándome con hacerme daño.

Conocía sus castigos y lo cruel que podía ser.

—No me hagas nada, por favor— la voz se me cortó, jamás en mi vida había tenido tanto miedo como el que tenía ahora mismo.

—Pero si no lo hago ¿con que voy a divertirme?

Mi corazón enloqueció, apenas podía respirar y hacía demasiado calor acá que estaba empapada en sudor, comencé a llorar sin saber que más hacer, Mike gruñó molestó y pateó la silla.

—¿Ves lo que consigues? Ya se había quedado en silencio.

—Mikey, no te pongas tan gruñón— el apodo por el que Sullivan lo puso de peor humor, solté un grito ahogado cuando también de tiró mi cabello, esta vez hacía adelante para darle la cara y soltarme de los dedos de Sullivan.

—Cierra la puta boca, Iris.

—No me hagas daño.

No sabía cumplir órdenes y estaba a punto de pagar el precio por hablar de más.

—¡Déjenme ir, juro que no diré nada, no le contare esto a nadie! — llena de desesperación e ignorando las amenazas de Mike, me removí al igual que una lombriz, en un inútil intento de huir.

Las risas de Sullivan empeoraron mi dolor de cabeza, sus burlas y jalones de cabello estaban mareándome; el humo que expulsaba Mike estaba generándome un peor malestar en el estómago y sus ojos verdes que me veían con odio no ayudaban.

—¡¿Eres idiota?! ¡Ya cierra la puta boca o te juro que te meteré lo primero que encuentre para callarte!

­Sullivan estalló en carcajadas demoniacas mientras aplaudía y daba saltos.

—¡Mete esa araña en su boca!

Los ojos casi se me salen de los parpados al notar la maldita tarántula que camina sobre una caja y como anteriormente había hecho, grité con desesperación.

—¡No, la araña no!

Eso logró que Mike llegará a su límite.

—Tú te lo ganaste— aventó el cigarro al piso y se dio la vuelta para tomar el horrible animal.

Empecé a patalear y llorar como desquiciada, el peli azul enredó sus dedos en mi cabello y tiró de él para sostenerme, con la otra mano apretó mi quijada al mismo tiempo que su pulgar se colaba en mi boca para mantenerla abierta.

Les era imposible entender mis balbuceos, la mano de Sullivan estaba cubierta de mi saliva y Mike empezó a acercarse con la araña, inflé el pecho y cerré los ojos cuando estuvo a punto de meterla en mi boca.

Para mi dicha no lo hizo, ya que la verdadera voz que me atormentó en mi sueño resonó en el oscuro lugar.

—Hazlo y te corto la mano.

Tanto ellos como yo quedamos atónitos y quietitos.

—Es muy ruidosa— se quejó Mike.

—Y babosa­­— Sullivan se limpió los restos de saliva que quedaron en su mano sobre mi blusa; por mi parte, empecé a escuchar un leve pitido acompañado de más dolores de cabeza, ahora si que sentía como mi mundo daba vueltas y vueltas.

Los tres hombres y sus acentos diferentes, los gritos y amenazas, y las colonias diferentes que cada uno desprendía y que quemaban mi nariz por la intensidad al aroma varonil.

Mantuve la mirada caída, directo al suelo, en mi razón escuché como el hombre de mis sueños se acercaba cada vez más hasta que se detuvo frente a mi y sus lujosos y bien lustrados zapatos negros fueron lo primero que divisé.

Con mano fuerte apretó sus dedos en mi quijada y me obligó a levantar la cabeza para poder encontrarnos directamente por primera vez y haciéndome sentir mariposas asesinas revoloteando en mi estómago.

—Un gusto, Iris, soy Arek Grandsson... pero eso tu ya lo sabía.

Al encontrarme con su mirada verde azulada, inflé las mejillas y procedí a soltarme de su agarre para expulsar el vómito en sus zapatos.

"Bien, ahí van las mariposas."

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⏰ Última actualización: 2 days ago ⏰

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